Y durante estos dos años los argumentos siempre han sido los mismos: hay que apretarse el cinturón, no podemos gastar lo que no tenemos, hay que arrimar el hombro, todos tenemos que asumir que vamos a vivir peor, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Todo para justificar las reformas laborales que, precarizando el empleo, prometían la creación de nuevos puestos de trabajo, pero que, hasta ahora, no han servido sino para que más ciudadanos hayan perdido el que tenían. Todo, para recortar salarios y prestaciones sociales con el fin de ganar “competitividad” y generar “confianza” en los mercados, porque solo así, dicen,  saldremos de la crisis.

Pero ellos saben y nosotros sabemos que habrá nuevos desempleados, nuevos recortes de salarios, derechos y prestaciones sociales a la vez que siempre habrá dinero para salvar bancos y salvaguardar el capital.

Nosotros vivimos y viviremos peor que antes, nuestros hijos vivirán peor que nosotros, nuestros nietos, mejor ni pensarlo. Quienes puedan, se irán a otros países a probar fortuna; quienes no, compartirán miseria con los suyos.

Nos piden que nos sacrifiquemos, pero de sobra sabemos que los beneficiarios no serán nuestros hijos. Nos imponen los sacrificios, pero ¿para quiénes serán los réditos?

Jesús Pichel es filósofo