Pero no quiero condicionarlos en sus razonamientos. Prefiero dejarles aquí unos datos objetivos y que se sean ustedes, si acaso con un leve empujón, los que lleguen a sus propias conclusiones. Como deberían saber, Bankia surge fundamentalmente de la fusión entre Caja Madrid y Bancaja. La primera la dirigió durante muchos años Miguel Blesa, hombre de confianza de Esperanza Aguirre; y la segunda José Luis Olivas, que fue vicepresidente de la Generalitat Valenciana en tiempos del bueno de Zaplana y presidente cuando éste fue nombrado ministro, es decir, también de los nuestros de toda la vida.
Al descubrir que ambas cajas tenían pequeños problemas, apenas unos miles de millones de euros en lo que ahora se conoce como activos tóxicos (para que ustedes lo entiendan, en casas y terrenos que no valen lo que habíamos dicho que valían), se les ocurrió a ambas directivas unir sus agujeros, formando lo que vendría a ser un pozo. Y para dirigirlo nadie mejor que otro de los nuestros. Tuvimos suerte de que el gurú económico del partido, Rodrigo Rato, había dejado la dirección del FMI a medio mandato (con el trabajito que nos costó colocarlo allí) y de esta manera cerramos el círculo. Aunque yo siempre abogué para el cargo por Aznar, porque nada mejor para un agujero que un tapón, pero como ya saben a mi me hacen poco caso en el partido.
Expuesto lo expuesto, la conclusión parece sencilla: si ambas cajas las dirigíamos nosotros, y la suma de ambas también, ¿de quién es la culpa de lo ocurrido? Efectivamente: del Gobierno de Zapatero, que permitió nuestra fusión y que no fue capaz de controlar nuestra mala gestión. ¿O acaso soy yo el guardián de mi hermano?
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