Uno de los colectivos más golpeados por el COVID-19 ha sido el de personas dependientes que viven en las residencias de mayores, no sólo por su vulnerabilidad ante el virus, que se ha cebado especialmente con esta franja de edad, sino porque las medidas de protección les han impedido disfrutar plenamente de su bien más preciado, que es pasar tiempo con sus familiares y amigos. En el mejor de los casos, ya que la normativa no ha sido la misma en todas las comunidades autónomas, han podido recibir visitas controladas semanales de una hora de duración máximo y sólo de una persona. Todo ello aplicable únicamente en los centros limpios de virus.

“Nos hemos tenido que reinventar y hacer todo tipo de actividades para que no cayera el desánimo ni en nuestros residentes ni en sus familias”, nos explica María Luisa Berenguer, directora de la Residencia de Mayores Ciudad de Adra, en Almería, gestionada por CLECE, donde viven 37 personas dependientes.  Además de mantenerles ocupados todo el tiempo y reforzar la atención psicológica, les ayudaron a mantener el contacto con sus seres queridos por videoconferencia. 

Ella ha tenido la inmensa suerte de no haber tenido ni un solo caso de COVID ni entre los residentes ni entre los trabajadores, principalmente, por la aplicación en todos los centros que gestiona CLECE de un estricto protocolo de seguridad que ha ido más allá de la normativa dictada por la administración. Entre las medidas adicionales que se están aplicando figura, por ejemplo, la realización de test de antígenos a las visitas en aquellas comunidades en las que no son obligatorios. 

Protocolo reforzado

En todas las residencias de CLECE se utilizó tecnología puntera para la desinfección de las instalaciones y se aumentó el servicio de limpieza. Desde el inicio de la emergencia sanitaria, la empresa asumió el coste del material de protección personal para los trabajadores y residentes. Además, se hicieron controles periódicos tanto a trabajadores como a residentes.

Concha y Paco llevan 72 años casados y la pandemia ha impedido que se vean con normalidad en el último año

En la residencia de Adra viven 37 personas. Entre ellas, Concha que vive separada de su marido Paco, con el que se casó hace ya 72 años. Antes de la pandemia él la visitaba a diario. En el último año sus encuentros han sido escasos y mucho más fríos, detrás de una mampara, algo que apenas les ha reconfortado.

La vacunación de residentes y trabajadores ha abierto un nuevo escenario muy esperanzador para todas estas personas, que por fin pueden salir del centro para reencontrarse con sus seres queridos y dar pequeños paseos. “Estaban ya en un momento de gran fatiga pandémica por la situación vivida. Aunque hemos intentado mantenerles en contacto por videoconferencia y entretenerles con actividades, no es lo mismo que la cercanía de sus familiares, que para ellos son lo más importante”, comenta María Luisa, que subraya la importancia de la responsabilidad en estas salidas. Los familiares firman un documento en el que se comprometen a mantener el protocolo de seguridad y a no quitarse la mascarilla en ningún momento. Al volver al centro, la ropa se lleva directamente a la lavandería y no es necesario que el residente guarde una cuarentena o se aísle.

Paquita, de 66 años y también residente de Ciudad de Adra, ha podido disfrutar esta misma semana de un paseo con uno de sus hijos. “Estoy emocionada”, dijo al salir por primera vez después de tanto tiempo.

"Las visitas no son el problema, pueden ser la solución"

“Las visitas no son el problema, pueden ser la solución”, nos explica María Pol, directora de la Residencia de Mayores El Parque, de Soria, también gestionada por CLECE y donde viven 115 residentes cuya media de edad está en torno a los 90 años. Todos ellos, nos cuenta, han sufrido mucho en el último año y la posibilidad de reencontrarse con sus familiares e incluyo poder abrazarles – siempre con mascarilla, puntualiza- es vital para ellos.

Añade que estas personas, que han vivido ya una guerra y otras calamidades, han dado una inmensa lección a la sociedad con las vacunas. “Al principio, la gente de la calle era un poco reticente a ponerse las vacunas, pero ellos, todo lo contrario”, argumenta subrayando su buena disposición y su capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas. En este sentido, recuerda que vivieron la vuelta al comedor como si fuera una fiesta, después de haber tenido que comer en sus habitaciones durante un tiempo por el protocolo de seguridad. “En general tienen mucha más esperanza y la mente más abierta que nosotros, son increíbles y tienen una fortaleza enorme”, concluye.

“Tras un año muy difícil, la vacunación resulta muy esperanzadora. Es importante para ellos ver que empezamos a salir de esta situación”, concluye.

Esa ilusión renovada se vive también en la residencia San José de Villacarriedo, en Cantabria, también de Clece, donde empiezan a ver luz al final del túnel. Elena López, su directora, nos explica que la mejor terapia para los residentes son las visitas de sus seres queridos y la posibilidad ahora de que puedan salir, va a ser muy beneficioso para todos, también para las familias, que han sufrido mucho en este último año. “Por edad, están ya en la última etapa de su vida y es una pena que algunos hayan tenido que pasar sus últimos meses sin contacto con sus seres queridos. Nosotros les damos cariño y les cuidamos, pero no somos su familia”, nos explica.

"Tenemos que seguir extremando las medidas de protección"

Las tres directoras con las que hemos hablado enfatizan en la necesidad de ser prudentes con las salidas y que es preferible disfrutar de este tiempo al aire libre, en un parque cercano, que llevarles a casa a comer. “Tenemos que seguir extremando las medidas de protección. No podremos evitar que se abracen, porque es algo que necesitan, pero sí debemos seguir insistiendo en la necesidad de lavarse las manos, usar mascarillas y seguir los protocolos establecidos”.

Para reforzar la seguridad, en todas las residencias de CLECE se hacen test de antígenos a las visitas.