Si le hubiera visto preocupado, le hubiera preguntado”. Esta fue la frase que pronunció Maribel Vilaplana ante la jueza en su declaración como testigo en la causa que investiga la gestión de la DANA para justificar por qué continuó la comida con Carlos Mazón en El Ventorro. De acuerdo con su testimonio, el presidente de la Generalitat empezó a recibir muchas llamadas a partir de las 17:15 horas de aquel 29 de octubre, aunque no pudo confirmar con quién hablaba porque “no le preguntaría jamás a nadie de qué conversa por teléfono”. “No se lo haría ni a un amigo”, justificó la comunicadora, quien aseguró que no percibió en ningún momento un gesto de inquietud en su interlocutor. De lo contrario – insistió -, sí le “hubiera preguntado”.

Vilaplana fijó ante la jueza las 17:15 horas como punto álgido de las llamadas, sin poder confirmar quién estaba al otro lado de la línea o los temas que tratara con sus interlocutores. De su declaración se desprende que Mazón sólo le comentó, en un momento dado, que era “por lo de la foto”. La periodista se sintió desconcertada en ese punto, al no identificar qué era exactamente, por lo que lo asoció a que se tenía que ir a algún evento en que querían que él estuviera y decidió no estar. Según explicó, lo recuerda porque le trasladó: “Os habéis vuelto influencers, tenéis obsesión por los tiktoks y por Instagram”.

Pero la comida, pese a la intensidad de las llamadas, se prolongó hasta las 18:45 horas, momento en el que el presidente ahora en funciones le sugirió si le parecía bien darla por concluida, pero no porque la situación fuera “insostenible” por las llamadas. De hecho, Vilaplana aseguró ante la instructora que ella no percibió “ningún tipo de preocupación ni inquietud”. “Si le hubiera visto preocupado, sí le hubiera preguntado”, resumió.

La comida

En su declaración transcrita consta que ambos estaban solos en una sala del piso de arriba del restaurante a la que sólo entraba y salía el dueño del local, que le llevó unos papeles para que Mazón los firmase. Así dedujo que el presidente no estaba “ilocalizable”. No obstante, en un momento determinado, él se separa “y está pendiente del teléfono”, aunque Vilaplana no precisa una hora concreta. Tal “intensidad” de llamadas comienza, sin embargo, cuando ya habían acabado de comer y mantenían una conversación distendida sobre los discursos del jefe del Ejecutivo valenciano.

Sobre las 17 horas “y pico”, Mazón se ausenta de “forma más continuada”. “Se va ausentando y vuelve, porque el volumen de llamadas incrementa”, reconoce ante la jueza; aunque cree que él escuchaba más que hablaba. Cuando éste se giraba, le hacía gestos para transmitirle que volvía enseguida. En ese momento en el que se suceden las llamadas, ella aprovechaba para pedirle a su exmarido que recogiera él a su hijo y fue precisamente su expareja la que le mandó el famoso enlace que conducía al vídeo de las riadas en Utiel, aunque admite que no lo abrió. Se limitó a responder con un emoticono cuyo significado podría interpretarse como algo parecido a 'vaya' y volvió a guardar el terminal.

Vilaplana aseguró que durante la comida apenas miró el móvil. De hecho, explicó que suele apagarlo durante las clases de formación que imparte y en las reuniones, aunque aprovechó el momento en el que Mazón se levantó para mirarlo durante unos instantes. Admitió ante la jueza que le “atormenta” no haber abierto el enlace porque, de haberlo hecho, hubiera alertado al presidente. Incluso llegó a deslizar que tenía pesadillas con ese episodio y aseguró que sentía mucho lo ocurrido con las víctimas. Momento en el que aclaró que ella no se siente como tal, pero sí se autodefine como una “consecuencia fatal”.

Precisamente sobre esa cuestión profundizó la jueza de Catarroja durante el interrogatorio. Vilaplana confesó que, revisando el WhatsApp, se dio cuenta de que existía un “desfase horario” con la versión que aportó la Generalitat. Fue a posteriori cuando comprobó que la hora a la que envió el mensaje no eran las 16:15 sino las 17:15. En otras palabras, el momento en el que las llamadas al teléfono de Mazón se intensificaron y cuando ella aprovechó para enviarlo. En este punto, reiteró que no escuchaba nada de lo que hablaba el jefe del Consell y ni tan siquiera pudo concretar si conversaba con el presidente de la Diputación, Vicente Mompó; el alcalde de Cullera, Jordi Mayor; o la exconsellera Salomé Pradas, porque cuando descolgaba “se levantaba y se distanciaba” y, cuando regresaba a su sitio, “no le comentaba nada”. Además, agregó que también respondía por escrito, pese a que desconoce si hizo algo más.

Incluso llegó a precisar, en otro punto de su testifical, que Mazón estaba “con el móvil constantemente” y, sobre todo, “whatsappeaba o escribía mensajes” y, cuando regresaba, continuaban la charla con “absoluta normalidad”. “Cuando venía, se sentaba y decía ‘sigamos’”, apunta Vilaplana, quien considero una actitud “absolutamente normal” porque se reúne con “gente con mucho cargo y responsabilidad” y está acostumbrada a que, en plena reunión, descuelguen el teléfono mientras ella se abstrae.

De la americana, al suéter

La periodista relató su marcha de El Ventorro, calculando que tardaría entre unos cinco o diez minutos paseando hasta el aparcamiento. De hecho, durante el camino estuvieron hablando un rato de fútbol. Tiempo en el que, según su declaración, el presidente ahora en funciones también estuvo pendiente del teléfono y, cuando lo atendía, ella se alejaba. Cuando se fue, él no le precisó dónde se dirigía mientras que la comunicadora aprovechó para avisar a sus hijos de que regresaba a casa.

Al mismo tiempo, recordó que al llegar al restaurante, Mazón se quitó la americana y se puso un suéter para estar “más cómodo” y aseguró que siente “pánico” al leer las tesis que salen en los medios de comunicación, llegando a catalogarlas como “barbaridades”. Incluso confiesa que le han “extorsionado”. Ante la jueza, advirtió que ella no tenía “cargo de responsabilidad ni poder, ni tampoco le puso una pistola en la cabeza para que se quedara ahí”. En consecuencia, según su testimonio, todo parecía normal en aquel día; en Valencia no llovía y habían quedado en El Ventorro porque él se lo propuso. No obstante, la comunicadora le trasladó que no iba a asesorarle ni a trabajar en política porque es “pegarse un tiro en el pie”. Además, cuando ella se dispuso a pagar la parte proporcional de su comida, el jefe del Consell le aseguró que ya estaba pagada.

“¿Qué ha pasado?”

Fue ya bien entrada la noche cuando la realidad atropelló a Vilaplana, según su relato. La periodista escribió un mensaje a Mazón y le pidió contactar en cuanto le fuera posible. Mientras dormía, su terminal se iluminó y comenzó a vibrar, anunciando una llamada de Mazón vía WhatsApp. La conversación, según se desprende de la declaración, era “Dios mío, ¿qué ha pasado?”, a lo que él respondía que era “muy grave”. Ella insistía en si sabía lo que estaba ocurriendo, mientras él le replicaba “¿cómo voy a saber eso?”. Acto seguido, recuerda ante la jueza que le rogó que no saliera su nombre porque le parecía “muy grave aún sin saber la magnitud” de lo que ocurría. Pasados dos días, Mazón le llamó para “pedirle disculpas”, pero también para advertirle de que tenía mucha presión y que, por lo tanto, “tarde o temprano tendría que salir su nombre” y que lo mejor sería cortar todo tipo de contacto.

Con el testimonio en la mano, en un auto con fecha de este lunes, la magistrada ha rechazado la apertura de una pieza separada por presunto delito de falso testimonio contra la periodista, como habían reclamado algunas acusaciones. La jueza de Catarroja precisa que éste “únicamente puede valorarse, conforme a constante jurisprudencia, tras haber finalizado el procedimiento”. “Ello sin perjuicio de la libertad de las partes de argumentar y valorar sobre el contenido, veracidad y credibilidad del testimonio de la sra. Vilaplana y de cualquier otro prestado por un testigo en el presente procedimiento”, remata.

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