Contra el frío polar que se ha instalado en España este enero, queremos concienciar a la población de lo que sufre un colectivo aún no reconocido como tal: nuestros tobillos.

Pero, moderno, ¡tus tobillos!

Hordas de modernos están saliendo a la calle despreocupadamente sin deshacerse el riguroso dobladillo de dos (¡o hasta tres!) vueltas que se hicieron en su momento, justo en los bajos, cuando los vaqueros estaban desgastados porque hoy en día se venden así y no porque aún no saben cuál es el programa de la lavadora correcto. Pero los tobillos, señoras y señores, son tan humanos como los codos y cien veces más sensibles que éstos. ¿A quién se le ocurre ir con el ombligo al aire? Entonces, ¿porque los tobillos... Ay no, que me he liado. Vuelvo a empezar. ¿A quién se le ocurre dejar desprotegido lo que nos sustenta, lo que nos conecta con nuestras raíces, lo que nos hace mantenernos erguidos ahí donde estamos? Y, encima, con nocturnidad y alevosía, dejar que el frío y el viento haga de las suyas, dañando poco a poco.

¡Las temperaturas no acompañan, leñes!

Reconozco, sin miedo alguno, dando un paso al frente, que yo (sí, una servidora) disfruto de mis tobillos al aire durante todo el año. Llamadme moderna si queréis, no me importa. Pero a finales de enero, con riesgo de nieve y unos deliciosos 5 grados que inundan nuestro cuerpo serrano... es tal vez un buen momento para plantearse que la estética no lo es todo y que los tobillos, mejor calentitos.

El frío, ese enemigo silencioso.

¡Y habrá necios! Por supuesto que los habrá. Necios que dirán que ya no sienten frío, que están acostumbrados. Y no serán conscientes de lo terrible de sus palabras, porque al frío no te acostumbras, ¡te insensibilizas! pero tu cuerpo lo sufre igual. ¡Existen cremas para las manos maltratadas por el frío! Esas manos trabajadoras y luchadoras que cumplen su función evolutiva y, a pesar del frío, nos son útiles. Pero precisan de cuidados, ¡y no lo resisten todo: que para algo existen los guantes! ¿Pero habéis oído hablar de cremas para tobillos? Por supuesto que no, ¡eso nadie lo comercializaría! ¡Porque proteger y querer a los tobillos es lo más fácil que hay! Calcetines de todo tipo y botas. ¡Quién pasa frío es porque quiere! Y ahí insisten los modernos: en presumir de tobillos afilados, resecos y enrojecidos por el contacto con el frío, ¡pero tobillos libres, al fin y al cabo! Y madres que les dicen a sus hijos que es una memez y amigas que sufren por sus amigas, mientras piensan para sus adentros "estas botas mosqueteras hasta el sobaco a mí no me las quita ni Dios". Pero modernos will be modernos: ahí seguirán sus tobillos.

La moda, esa amiga mala influencia

Toda esta sarta de tonterías patroncinada por una indústria que como siga acortando los pantalones descubrirá de nuevo los pantalones cortos (o shorts si eres de los anglosajones por glamour). De momento, se han decidido por vaqueros cortados por un mono y pantalones fluidos demasiado calurosos para el verano y demasiado cortos para el invierno. Si es que la moda es como un adolescente, para entenderle hay que quererle. [caption id="attachment_8184" align="aligncenter" width="327"] Pull&Bear[/caption] [caption id="attachment_8185" align="aligncenter" width="327"] Pull&Bear[/caption] Así que ¡tobillos! ¡a la rebelión! Exigid vuestros calcetines de lana y vuestras botas de montaña. ¡Basta ya de la supremacía moderna! Imagen de José Manuel de Laá en CC en pixabay.