¿Alguna vez has escuchado hablar de los eosinófilos? Estas células, aunque menos conocidas que los glóbulos rojos o blancos, juegan un papel crucial en nuestro sistema inmunológico, sobre todo para defendernos de infecciones parasitarias, y se erigen en héroes silenciosos dentro de nuestras defensas.  Sin embargo, su papel también es muy relevante cuando hablamos de la hipersensibilidad y de las alergias, pues los eosinófilos están detrás de estas reacciones exageradas de nuestro cuerpo.

¿Qué son los eosinófilos?

Los eosinófilos son un tipo de glóbulos blancos, lo que solemos llamar leucocitos, y forman parte esencial de nuestro sistema inmunológico. “Son células con un núcleo bilobulado y con un citoplasma lleno de gránulos que se tiñen de forma característica”, explica el doctor Gonzalo Castellanos, del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Gracias a la eosina, un colorante rosa-anaranjado, son fácilmente identificables bajo un microscopio cuando se hace un frotis de sangre -una gota de sangre extendida en un cristal y con colorantes específicos- y de ahí surge su nombre. “Esto es precisamente lo que da su nombre a los eosinófilos, término que proviene del griego eos- ‘amanecer, aurora (color rosado)’, y -philos, ’aficionado a, con preferencia por’”, ilustra el experto.

Funciones de los eosinófilos

Los eosinófilos tienen varias funciones importantes, relacionadas con nuestro sistema inmunológico. La principal es la de luchar contra los parásitos y las infecciones parasitarias. Además, estas células participan en las respuestas inflamatorias, especialmente en las reacciones alérgicas, y regulan la actividad de otras células inmunitarias.

“La principal función y más ancestral de los eosinófilos es defender al organismo de las infecciones parasitarias o infestaciones. Los parásitos son seres vivos que pueden ser unicelulares, como los protozoos o las amebas, o por el contrario pluricelulares (tenias o cestodos, nematodos y un largo etcétera) y que, como característica fundamental, precisan de otro ser vivo para poder realizar todas o algunas de sus funciones vitales, del que dependen y al que generalmente ocasionan algún tipo de perjuicio durante su ciclo vital”, explica el doctor Castellanos.

Los eosinófilos cuentan con sustancias en sus gránulos que, cuando se liberan, atacan a estos invasores para eliminarlos. Si estos parásitos se propagaran, podrían causar una variedad de enfermedades como la malaria, la enfermedad del sueño o la oxiuriasis (infección por lombrices intestinales). Aunque estas enfermedades son menos comunes en las regiones más desarrolladas en la actualidad, la globalización y el aumento de los viajes y el turismo a áreas menos desarrolladas hacen que el control de estas infecciones siga siendo importante.

Niveles de eosinófilos en análisis de sangre

El nivel de eosinófilos en un análisis de sangre es muy variable y una característica muy llamativa es que puede depender de la hora del día a la que se ha tomado la prueba. En cualquier caso, lo que debemos tener en cuenta es que tener un nivel bajo no es algo preocupante, mientras que la precaución y los análisis más en profundidad deben darse cuando la cifra es muy elevada.

El rango habitual de los eosinófilos en un análisis de sangre varía entre 0 y 0,5 células por mm3. Es decir, podemos tener una cifra de 0 y no sería ningún problema, como mencionábamos, porque estas células son muy oscilantes y dependen de muchos factores externos. “Por ejemplo, son ‘células nocturnas’, por lo que, si realizamos un estudio durante el final de la tarde o la medianoche, el número será mucho más elevado que si lo hacemos a primera hora de la mañana”, aclara el doctor del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. “Es por esto que no se considera que la ‘eosinopenia’, es decir, una cifra baja de eosinófilos en sangre, sea una condición patológica.

En cambio, si se detecta un nivel elevado, se debe repetir la analítica para confirmar el resultado. La eosinofilia se da cuando tenemos niveles mantenidos y superiores a 0,5 células por mm3 y se divide así: leve (hasta 1,5 células por mm3), moderada (1,5-5,0 células por mm3) y grave (>5,0 células por mm3).

¿Qué es la eosinofilia?

Hay varias razones que pueden estar detrás de un número elevado de eosinófilos en sangre y por ello siempre hay que descartar que estemos ante un hallazgo aislado o si, por el contrario, es una situación mantenida en el tiempo y acompañada de síntomas. “Los pacientes con eosinofilia pueden encontrarse asintomáticos o presentar multitud de manifestaciones clínicas, que abarcan desde lesiones en la piel o episodios de tos y falta de aire a otras complicaciones que pueden llegar a comprometer la vida. En función de estos datos se excluirán las múltiples causas secundarias (fundamentalmente infecciosas o autoinmunes) que pueden ocasionar eosinofilia”, explica el doctor Castellanos.

En caso de no encontrar ningún factor que la justifique,  la eosinofilia debe ser estudiada con detalle por el Servicio de Hematología, porque existen situaciones de naturaleza clonal y habitualmente crónica (aunque en ocasiones puede ser maligna) que pueden elevar la presencia de eosinófilos, aunque son bastante infrecuentes. De ser así, el hematólogo es la persona indicada para deducir si hay que realizar más estudios, bien en la sangre o en la médula ósea, el origen de todas las células sanguíneas.

La hipersensibilidad y las alergias

Aunque los eosinófilos tengan relación con las infecciones parasitarias, también existe un vínculo muy importante con la hipersensibilidad, las alergias y el asma.

La hipersensibilidad es una reacción exagerada del sistema inmunitario ante un aloantígeno, que provoca una respuesta inmune del organismo por la que se generan anticuerpos. Para que se dé la hipersensibilidad, el cuerpo debe haber tenido un contacto previo con la sustancia que provoca la reacción. Es lo que ocurre con la hipersensibilidad de tipo 1 (probablemente la más relevante de los cuatro tipos que existen), que es la relacionada con los eosinófilos. Se produce de manera inmediata y a través de la inmunoglobulina E, un tipo de anticuerpo que es producida por los linfocitos B, una categoría de glóbulo blanco.

El proceso es el siguiente. Una persona se expone a una sustancia -algún alimento, planta, epitelio de animal o de ácaros- que provoca una reacción exagerada de su sistema inmune que se traduce en una liberación de inmunoglobulinas E de forma no controlada. Estos anticuerpos se unirán a receptores específicos de los eosinófilos y se quedarán dormidos, a la espera del siguiente contacto con la misma sustancia. Cuando eso ocurra, se liberarán por  estas células mediadores con mucha actividad química, como son la histamina, los leucotrienos o las prostaglandinas, que afectarán al músculo liso o los epitelios. Esta situación es la que puede generar una reacción de alta sensibilidad, que puede ir desde una sensación localizada y limitada a un órgano hasta una situación anafiláctica que ponga en peligro al paciente.

Esto nos lleva a la conclusión de que nos volvemos alérgicos a lo que ya nos hemos expuesto. El doctor Castellanos lo explica de una manera muy gráfica. “Si tomo melocotón, una de mis frutas favoritas en verano, y decido un día acompañarlo de papaya por primera vez y se me inflaman los labios y la lengua, lo lógico es pensar que el causante habrá sido el melocotón, y no la papaya, ya que es la primera vez que nos exponemos a ella”. “Sería simplista plantear que las reacciones inmunológicas tienen lugar de forma tan directa”, añade el experto en Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “puesto que son algo mucho más complejo y existen diferentes interacciones entre alérgenos, si bien es cierto que valdría como primera aproximación”.

“En cuanto al tratamiento, lo que se suele hacer es emplear fármacos que antagonizan o bloquean los receptores de las sustancias que han liberado eosinófilos y mastocitos: antihistamínicos, corticoides, y en los casos en los que la reacción de hipersensibilidad amenaza la vida, adrenalina”, apunta el doctor Castellanos.