El pasado viernes el Tribunal Supremo decidió catalogar el ataque de los cinco miembros de 'La Manada' a una joven en los Sanfermines de 2016 como violación y no como abuso sexual. De esta manera, revocaba la sentencia de los tribunales navarros y elevaba la condena de José Angel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Ángel Boza, Antonio Manuel Guerrero y Jesús Escudero de nueve años a 15. 

La noticia era celebrada en prácticamente todos los rincones de España. Se había hecho justicia. Sin embargo, también hubo reacciones contrarias a la sentencia adoptada por el Alto Tribunal. De entre todas estas, destacó la del líder de Vox en Andalucía, el juez Francisco Serrano, quien aseguró que la setencia provocará que "la relación más segura entre un hombre y una mujer sea únicamente a través de la prostitución". Una auténtica burrada que provocó una gran ola de indignación, que obligó a la extrema derecha a desligarse de estas declaraciones y a Serrano a intentar rectificar, aunque sin gran éxito. 

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Y esta semana, ha aparecido otra opinión que está generando bastantes críticas. En esta ocasión, se trata de un artículo escrito por el periodista Rafael Sánchez Saus en el periódico local 'Málaga Hoy' y que se titula 'La Manada' y Andalucía. En el escrito, el profesional se pregunta si "¿es 'La Manada' una colección de monstruos o un producto social minuciosamente elaborado?"

Asimismo, tras exponer que "los cinco individuos son una expresión genuina de la juventud resultante de una educación vaciada de los principios formadores del carácter para ser sustituidos por un amasijo de retales ideológicos contradictorios y compatibles con el alcohol, las drogas, la pornografía y el hedonismo, verdadero bagaje moral y educativo de este tiempo", Sánchez Saus deja unas palabras que están causando mucha controversia y que defienden que la sentencia tan severa se ha dado solamente por ser los implicados andaluces. A continuación, el polémico párrafo íntegro. 

"Pero, dicho lo anterior, diré también mi convencimiento de que tan severas penas no se hubieran dictado si la Manada hubiera sido cosa de extranjeros, catalanes, vascos o tipos de casi cualquier otro sitio, excepto andaluces. Esos cinco sujetos representan, a los ojos de mucha gente, una confirmación de cierta imagen de una Andalucía poblada por golfos e indeseables, que se extiende con fuerza. Un Arana o un Arzalluz, un Prat de la Riba o un Torra, ayer y hoy, hubieran firmado esa condena a ciegas. La presión del feminismo radical y de las televisiones histéricas se comprende también por un prejuicio que los andaluces no deberíamos ignorar ni tolerar y que cuenta, además, con la baja autoestima de una tierra que ha asumido plenamente su condición de paria. Más allá de la repulsión moral que suscitan los hechos, ninguna ciudad como Sevilla hubiera tolerado un linchamiento que se ha extendido al vecindario y los barrios, mostrados como bantustanes, y hasta a un club de fútbol. Quienes se han ensañado así callan, sin embargo, ante las doscientas manadas identificadas desde 2016 en toda España, el 70% de ellas formadas por extranjeros, acusadas de delitos a menudo mucho más graves. Justicia, sí, pero no selectiva".