Madrid se prepara para la celebración en unos días del Orgullo 2019, una fiesta con la que ni tan siquiera pueden soñar miles de personas que siguen siendo perseguidas en sus países por motivos de orientación sexual e identidad de género y que se ven obligadas a huir en busca de protección.

Es el caso de Santiago. Nicaragüense de 34 años, lleva 18 meses en España. Su historia es la de muchos otros latinoamericanos y centroamericanos perseguidos por su opción sexual. La homofobia en estos países está implantada en las instituciones y, lo que es peor, en los hogares. “Muchas veces las primeras que nos rechazan y nos oprimen son nuestras propias madres”, confiesa.

La violencia que sufren no solo es verbal. A los insultos y el maltrato psicológico continuo se suman las agresiones físicas. Santiago ha sufrido varias. En dos ocasiones, incluso, llegó a denunciar. Lejos de darle protección, la policía “me dijo que me fuera a mi casa, porque yo tenía la culpa y me lo había buscado por ser maricón”, recuerda. “Las autoridades no hacen nada para protegernos como personas LGTBI”, sentencia.

Lo mismo le ocurrió en su empresa. “Sufría acoso en el trabajo, y la responsabilidad era mía por ser gay”, lamenta.

Huir del infierno o quitarse la vida

Llegó un momento en el que las fuerzas de Santiago ya no bastaban para hacer frente a la violencia psicológica y física que sufría. “O mi vida cambiaba por mudarme, o yo me iba a terminar matando. No podía continuar en esa situación”, cuenta. Así, dijo adiós a su tierra natal y viajó hasta Madrid como turista, para después poder iniciar los trámites para pedir asilo.

El camino no ha sido nada fácil. “No conoces a dónde te tienes que dirigir y hay demasiadas personas intentando hacer lo mismo, así que a veces hay que esperar mucho. Yo esperé siete meses para que me atendieran”, afirma.

A esto hay que sumar que la ‘tierra prometida’ no era tal. “Cuando pensaba en una nueva vida no me imaginé que me iba a encontrar estos obstáculos”, narra. La realidad era diferente a la imaginada. España no era el país en el que sobraba el trabajo, como había oído decir a muchos antes de venir. “No te dan trabajo porque no tienes los papeles en regla”, explica. Ahora, estudia hostelería. “En mi país yo trabajé de eso. Estudié cocina y pastelería y quiero prepararme de cara a que los estudios que hice allá me sirvan”, dice.

Vivir sin miedo

Tiene claro que hay algo por lo que ha merecido la pena toda la lucha y saltar cada una de las barreras con las que se ha encontrado. “Ahora no tengo miedo de que me suceda algo cuando ando por la calle”, celebra. “En mi país nunca sabía si iba a regresar”, añade.

Reconoce que ha vivido algunos momentos de “tensión homófoba” en nuestro país, pero sabe, así se lo ha dicho la propia policía, que las leyes le protegen.

Aunque ningún lugar es el paraíso, Santiago está “muy agradecido de estar en este proceso”, que, de alguna forma, le ha devuelto a la vida, a otra vida en la que tal vez logre, por fin, no sentirse diferente, como le ha ocurrido desde que era niño.

Seguir avanzando

Según destaca un estudio elaborado por Accem, una ONG que trabaja con personas refugiadas, migrantes y colectivos vulnerables y que cuenta con una línea de actuación específica en atención para personas LGTBI, es necesario seguir trabajando en la mejora de los procesos. En este sentido, subrayan distintos aspectos como la necesidad de incrementar la formación en la materia, ya que la carencia de esta por parte de los instructores influye en la construcción de imaginarios sociales prototípicos y rígidos.

Del mismo modo, el informe, que lleva por título ‘La situación de las personas solicitantes de protección internacional y refugiadas LGTB’, destaca otros puntos a mejorar como crear entornos seguros a estos solicitantes para facilitar la libre expresión de su identidad, y promover un cambio de actitud por parte de la sociedad receptora, dado que sufren también discriminación en otros ámbitos como en los espacios sanitarios y en la búsqueda de vivienda.