El coronavirus ha pasado factura a todos los sectores, siendo el musical uno de los más acusados. Hace unos meses, los focos de los escenarios se apagaban para dar paso a una etapa de incertidumbre sin precedentes, en la que el streaming ha sido protagonista (y único recurso) para los amantes de la música durante los días más duros de la pandemia.
Según algunos artistas, este nuevo formato no cubre ni una cuarta parte de los gastos. Así lo denuncia el grupo de música independiente Rufus.T Fireflay, que desliza haber recibido 80 euros al mes con 8 millones de reproducciones por su disco Magnolia (2017).
Sería increíble que todos los artistas nos uniéramos para no subir los discos en streaming hasta que haya pasado un año de su estreno o algo así. https://t.co/3feZ6e1ckK
— Rufus T. Firefly (@_RufusTFirefly_) August 19, 2020
David Lowery, cantante de Cracker y Camper Van Beethoven, también se posiciona en contra del streaming. El músico lideraba una demanda colectiva de más de cien artistas, que reclamaba a Spotify el pago 150 millones de dólares por el "uso indebido" de sus canciones.
También alzaron la voz contra las tarifas que implantaba Spotify, porque consideraban que la plataforma infringía los derechos de autor de sus canciones, Tom Petty, Neil Young, The Doors, The Beach Boys o Al Green, entre otros.
Sin embargo, en la cuarentena el asunto ha sido diferente, y es que el streaming ha sido la única manera que los grupos han tenido para no paralizar por completo su música.
De esta manera, el grupo asturiano Desakato, una de las revelaciones del punk-rock durante los últimos años, era uno de los innumerables grupos que concedía un concierto a través de las pantallas, reuniendo así a más de 1.300 personas. En el anuncio del directo la banda escribía lo siguiente: “Es un formato novedoso, pero tenemos que intentar que la música en directo pueda llegar a toda la gente en estos días tan inciertos”.
También los festivales han recurrido a este formato durante la cuarentena. En un año atípico el streaming ha sido la opción recurrente de los festivaleros, que se han pasado horas y horas en frente de la pantalla viendo a sus cantantes favoritos durante los últimos meses.
La pandemia ha estado repleta de iniciativas con las que los artistas han buscados satisfacer, dentro de sus posibilidades, el “mono” de concierto. Además, un sinfín de ellos lo han hecho con una intención lúdica. Uno de los más sonados fue el festival Yo me quedo en casa, del que formaron parte artistas de la talla de Rayden, La Pegatina, Arnau Griso, Bely Besarte, Roi Méndez, David Otero o Efecto Pasillo.
Una solución “internacional”
El ‘streaming’ ha sido utilizado por nuestros intérpretes para que su música llegara a todos los rincones del planeta, pero también nos ha permitido descubrir nuevas voces, y es que este formato ha sido adaptado prácticamente por todos.
La actriz y cantante argentina Fabiana Cantilo ofrecía un show en marzo, el día y hora que debería haber actuado en el festival Lollapalooza.
Al no poder ofrecer su habitual espectáculo, este festival chileno organizó un evento “alternativo”, entre los días 12 y 21, con el nombre de #LlolaCLenCasa. Las diferentes actuaciones podían seguirse en todo el mundo a través de las redes sociales.
Es solo un ejemplo, pero hay miles de ellos a lo largo de todo el mundo.
La vuelta a los escenarios
La vuelta a los directos tampoco está siendo fácil. Los grupos se ven obligados a cambiar el formato y recortar notablemente el aforo de sus conciertos para respetar las medidas sanitarias.
En esta línea, Los Chikos del Maíz volvían a los escenarios después de más de tres meses de inactividad. Lo hacían en el teatro Egaleo de Leganés, los pasados 27 y 28 de agosto durante dos de los tres conciertos previstos antes de volver a parar.
Sus componentes critican que grupos como Taburete no respeten las recomendaciones de Sanidad, así como las ayudas que reciben otros sectores como la tauromaquia, algo que han señalado la inmensa mayoría de grupos.
Algunos saben incluso lo que es contagiarse de coronavirus. Toni Mejías, uno de los vocalistas de LCDM deslizaba haber cantado con un dolor de cabeza “insoportable” y reconocía haber sido víctima de la pandemia.
En una publicación subida a su cuenta de Instagram, el valenciano enviaba fuerza a las personas que han contraído el virus y señalaba a los negacionistas: “Que sepáis que no todas las opiniones sois respetables y que sois el enemigo. Pagaréis vuestra irresponsabilidad e insolidaridad. Palabra”.
En esta línea Ciudad Jara, grupo también de Valencia, ha vuelto a los escenarios llenando salas en su ciudad natal hasta seis noches seguidas. El formato, también siguiendo las recomendaciones, era en acústico y respetando en todo momento las distancias de seguridad.
La banda de Pablo Sánchez, exvocalista de La Raíz, recurría también al streaming como alternativa a tantos meses de incertidumbre e inactividad. Además, el grupo destinaba parte de los beneficios a un banco de alimentos: “Llegó el día de la emisión y de nuestro primer concierto. Al fin enseñamos Ciudad Jara al completo. Todo el disco, toda la banda y un show diferente. Un equipazo trabajando para ello durante días”, escribía el 25 de junio en redes.
Los datos del streaming durante el confinamiento
El streaming, para los defensores y detractores -al margen de los ingresos o pérdidas que pueda suponer, ha sido aliado de la música durante el confinamiento.
Los datos reflejan que el confinamiento ha aumentado notablemente los porcentajes de suscripción a plataformas digitales. De esta manera, el 42% de la población ha asistido a conciertos de música online.
Pero el uso de este formato no se ha visto reflejado solamente en el mundo de la música. Así, muchos recurrieron a él para ver sus películas y series favoritas (78%), jugar a videojuegos (38%), hacer ejercicio (39%), ver monólogos u otros espectáculos (37%) e, incluso, visitar museos (28%).