Las titulaciones falsificadas no es una cosa de ahora, en otra época había firmas de condes que ya estaban muertos, milagros inventados, pero entonces como ahora el pueblo llano era el que siempre tenía que pagar.

En estos días en los que tanto se habla de títulos falsificados sería bueno echar la vista atrás para conocer las delirantes historias de los embaucadores y mentirosos de nuestro pasado, aquellos que cambiaron la historia falsificando todo lo habido y por haber.

Para no alejarnos mucho de la universidad comenzaremos con Francisco de Paula Astudillo, un funcionario de la Universidad de La Habana que allá por el año 1875, reconocía haber falsificado títulos de licenciados a Joaquín Araujo Seco, Antonio Pérez del Camino y Antonio Legorbum y López. Pero no solo en la universidad se han falsificado títulos, en la nobleza, el clero y otros ámbitos, a cada cual más rocambolesco, han otorgado documentos más falsos que un euro con la cara de Popeye.

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En 1704 el zamorano Andrés de Valdés fue procesado por la Inquisición al haber falsificado el título de saludador (una especie de curandero) aunque el Santo Oficio no era quién para juzgar falsificaciones ya que a ellos en el año 1648 se les había colado el clérigo Juan de Mena, el cual se había hecho pasar por comisario inquisitorial.

Lógicamente, todas las falsificaciones esconden un interés que casi siempre es el mismo, el dinero, por lo tanto, bien podríamos decir que la codicia ha sido la causante desde tiempos inmemoriales falsificaciones de documentos de lo más interesante.

En el monasterio burgalés de San Pedro de Arlanza se cambió el título de fundador allá por 1175. Hasta aquel entonces los méritos recaían en Gonzalo Téllez de Lantarón pero los monjes decidieron elaborar una nueva acta imitando la caligrafía y el estilo de la anterior pero cambiando al fundador por el conde Fernán González el héroe político de aquel entonces y al que Alfonso X dio por bueno en 1255, con lo cual, una vez dicho por el rey la gloria y fama del monasterio pasaban a ser indiscutibles.

Monasterio de San Pedro de Arlanza. Nada mejor para ganar status que inventarte un fundador mítico para tu monasterio.

En esta misma línea el investigador Julio Escalona, encontró otros documentos falsificados atribuidos también al conde Fernán González aunque en este caso centrados en un litigio entre el monasterio de Santo Domingo y el Concejo de Silos. Ambas entidades peleaban por unos terrenos fronterizos sin poder demostrar a quién pertenecían. La solución fue sencilla, por obra y gracia divina los monjes encontraron un documento atribuido a Fernán González donde hacía poseedores de esas tierras a los referidos monjes.

Santo Domingo de Silos otro monasterio beneficiado por los documentos falsos.

Pero la caradura de los falsificadores no acaba aquí, unas leguas más al este vamos a dar con otro monasterio, el de San Millán de la Cogolla, allí volvieron a recurrir a la firma del tan traído y llevado Fernán González pero en este caso con una estrategia aún mejor, porque los monjes emilianenses no se conformarían con unas míseras tierras de labranza, en este caso el plan era mucho mejor.

El mítico conde Fernán González seguramente es uno de los personajes cuya firma más veces ha aparecido en los documentos falsos de nuestra historia.

Supuestamente en el año 934 Fernán González agradecidísimo a San Millán por la buena suerte que había corrido en una de sus heroicas batallas decidió redactar un documento, hoy conocido como los “Votos de San Millán” en el cual se explicaba minuciosamente cómo en recompensa por la divina ayuda, el monasterio había de recibir una propina anual en dinero contante y sonante y que como era de esperar no la pagaría Fernán González (que para eso llevaba años muerto cuando se falsificó el documento) si no que lo pagarían todos los castellanos y algunos navarros.

Baste decir que las batallas en las que suele ayudar San Millán como la de Hacinas nunca existieron y la ayuda del santo no suele ser infundir valor o confianza en la tropa, si no directamente aparecerse sobre un caballo blanco y otra serie de detalles fantásticos que nos llevan a pensar que al final, títulos y documentos resultan todos falsos, pero lo que nunca lo ha de ser es el dinero que el pueblo llano ha de pagar. Ese siempre tiene que ser de verdad.