La sentencia del juez José Antonio Vázquez Taín, por la que se ha absuelto a una madre que fue denunciada por su hijo por darle una bofetada, ha abierto distintos debates, sobre qué castigos se pueden imponer a los hijos o el derecho de estos a denunciar.

Con más de 30 años de trabajo a sus espaldas en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid, Javier Urra tiene claro que se trata de un debate artificial.

Para el que fue el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (el primero en España), “los niños pueden denunciar a sus padres y deben poder hacerlo y la ley ha de mantenerse así”. 

¿Cambia algo esta sentencia respecto a otras anteriores?

En absoluto. En Sabiñánigo (Aragón) una niña ha muerto maltratada por su tío y el ámbito forense ha determinado que, por lo menos, estuvo golpeándola 12 horas y que tenía también lesiones antiguas. Los niños no es que puedan ser maltratados, es que son maltratados.

Los medios de comunicación recogen noticias como la de que una madre le quita el móvil a su hijo y éste le denuncia y se arma un tremendo revuelo. Se cuestiona, incluso, por qué la Fiscalía interviene. Pero siempre hay que ver qué hay detrás y después se determina. 

La Audiencia Provincial, además de indicarle al joven que el teléfono lo pagaban sus padres, le recordó el artículo 154 y siguientes del Código Civil, en el que se dice que los hijos tienen obediencia debida a los padres. 

Algo que se debe dejar claro, entonces, es que, aunque los menores dispongan del derecho a denunciar, esto no implica que se les dé la razón ni que la tengan.

Por supuesto. No obstante, un niño de once años no denuncia a su madre. Probablemente detrás de este caso haya una separación y la idea haya partido de uno de los progenitores. En ese supuesto estaríamos, una vez más, ante la utilización de los hijos. Lo de que los niños interponen denuncias contra sus padres no es verdad. Ojalá. Ya quisiera yo que en determinadas circunstancias las pusieran. Pero no lo hacen porque tienen miedo, no se atreven…

¿Qué papel han de jugar los progenitores?

Los padres tienen que supervisar. En Cataluña hubo un caso en el que una madre, alertada por una de sus hijas, que le advirtió que su hermana estaba en contacto con alguien que no le gustaba, se hizo pasar en las redes por una tercera persona. Comprobó que el susodicho era una persona poco recomendable y se dirigió a los Mossos d´Escuadra, que acabaron llevándolo al juzgado. El juez determinó que iba a la cárcel, pero el abogado llamó la atención sobre el hecho de que las pruebas no tenían validez porque no se habían obtenido de forma legal. El caso llegó al Supremo y éste fue muy claro. Las pruebas eran válidas porque la mujer no era una señora cualquiera sino la madre y como madre no es que pueda, es que debe hacer eso. 

Es decir, que ese control materno y paterno es fundamental, sobre todo en estos tiempos de redes sociales, nuevas tecnologías, etc.

En España tenemos a niños en centros de reforma por estar en contacto con la Yihad. Hay menores que están en páginas de anorexia. En temas que puedan afectar al desarrollo y maduración de la personalidad de los hijos, hay que intervenir. Es tu responsabilidad. 

Hay también una responsabilidad legal sobre las acciones de los hijos.

En efecto. Se debe tener en cuenta que, si tu hijo hace algo que es un delito, la Fiscalía irá por vía civil contra ti y pagarás. En Madrid se ha impuesto una sanción de 300.000 euros a unos padres por lo que hizo su hijo. 

En su sentencia, el juez Vázquez Taín, sostiene que se trata de "una clara exhibición por parte del menor de una actitud de síndrome de emperador”, algo describe usted muy bien en su libro ‘El pequeño dictador’. Hay padres a los que se escucha decir con niños de corta edad: “No puedo con él”.

Aquí hay dos cosas. Hay padres que no están capacitados para serlo. En Andalucía tuvimos una señora que tuvo relaciones sexuales con distintos varones y tuvo ocho hijos y hubo que retirárselos a todos. Hay otros que maltratan, que son cocainómanos…

Por otro lado, también es muy cómodo decir “no puedo”. Educar es muy cansado. Mi idea es muy sencilla: “No se cocina bien en microondas”. Si quieres educar bien requerirás mucho tiempo, mucho cariño, mucho decir que sí, mucho amor, mucho decir que no y mucho supervisar. Si lo haces, disfrutarás de tus hijos y de tus nietos.