La Guardia Civil sospechó desde muy pronto de Ana Julia Quezada, dados los antecedentes de la mujer, especialmente la misteriosa muerte de su hija pequeña y sus andanzas con hombres maduros a los que había sacado dinero, según han explicado fuentes de la investigación.

Los investigadores estimaron que el culpable de la desaparición del pequeño Gabriel debía estar en el círculo más cercano de la familia, ya que los hechos habían ocurrido en un lugar muy “aislado”. Esas fuentes, citadas por El Periódico de Catalunya, aseguran que Ana Julia Quezada fue casi la primera opción para la Guardia Civil, pero los agentes no sabían si se trataba de un secuestro o un asesinato, si la mujer podía haber actuado sola o con ayuda de un cómplice.

La autora confesa del asesinato había propuesto triplicar la recompensa ofrecida por la familia, de 10.000 euros, por encontrar al niño, lo que hizo pensar a los investigadores que “Gabriel estuviera retenido, vivo, en algún sitio, pero para eso Ana Julia necesitaría la ayuda de otra persona".

El padre de Gabriel también participó en la estrategia

La estrategia que usaron los investigadores fue hacer llegar a Ana Julia Quezada “mensajes falsos sobre lo que estábamos buscando para intoxicarla, para obligarla a que se moviera y diera un paso en falso”.

Como ella estaba siempre en las búsquedas, junto al padre de Gabriel, los investigadores pidieron colaboración a un allegado a la familia para trasladar esos mensajes a Ana Julia Quezada. Cuando el padre del niño comenzó a sospechar del comportamiento de su pareja, fue él mismo quien hacía llegar los mensajes construidos por los agentes.

A través de sus colaboradores los investigadores hicieron llegar a la mujer que el hecho de que no se encontraba ninguna huella del niño no cuadraba con el ataque de un pederasta o secuestrador, por lo que se apuntaba a alguien cercano. Este tipo de mensajes permitía a los investigadores comprobar cómo reaccionaba Ana Julia Quezada, a quien ya habían pinchado su teléfono.

La mujer llamaba a un hombre en República Dominicana llamado Miguel Ángel, a quien dijo que a la madre de Gabriel la “odiaba mucha gente” y que “debía dinero”.

El primer error de Ana Julia Quezada

Los mensajes distorsionados consiguieron sus frutos y el 3 de marzo de 2018 la mujer convenció a Ángel, el padre del menor, para salir a buscar por su cuenta el rastro del niño en un paraje alejado y que ya había sido registrado. Ana Julia Quezada se separó unos minutos de su pareja y volvió con la camiseta blanca que llevaba Gabriel cuando despareció. Dijo que la había encontrado allí.

La mujer y Ángel acudieron al puesto de control para dar cuenta de la camiseta que habían encontrado. El padre tuvo que ser atendido de una crisis de ansiedad. Ana Julia aseguró estar muy nerviosa y un voluntario de Cruz Roja le tomó la tensión arterial, pero el aparato no reflejó ninguna alteración. La tenía perfecta.

El segundo error

La camiseta había sido ‘encontrada’ cerca de la casa donde vivía la anterior pareja de Ana Julia Quezada, lo que acabó de convencer a los investigadores de que la mujer sabía donde estaba el niño. Todavía pasaron otros ocho días en los que continuó la cadena de mensajes, hasta que el 11 de marzo acudió a la finca de Rodalquilar donde lo había matado y enterrado al pequeño.

Los investigadores la siguieron y pudieron comprobar cómo desenterraba el cuerpo sin vida de Gabriel y la siguieron hasta ser detenida. Antes, durante el trayecto que siguió en su coche la autora confesa del crimen, escucharon, a través de los micrófonos pinchados, como exclamó: “No quieren un pez, les voy a dar un pez por mis cojones".

Los agentes detuvieron a Ana Julia Quezada en Vícar. Como ellos habían mantenido la esperanza de devolver a Gabriel a sus padres, se vinieron abajo cuando abrieron el maletero del coche. Algunos de ellos no pudieron evitar echarse a llorar, mientras la reacción de la asesina confesa mientras la esposaban fue poner en marcha su relato de defensa: “Yo no he sido”.