Cada año se diagnostican en el mundo alrededor de 10 millones de casos de enfermedad tromboembólica venosa, una patología que se caracteriza por la formación de un coágulo de sangre (trombo) en las venas del sistema profundo del cuerpo.

El riesgo de padecerla aumenta exponencialmente con la edad. Si en menores de 50 años se produce anualmente un caso por cada 1.000 personas, en mayores de 80, se dan entre seis y ocho.

“Aproximadamente un 60% de los casos se produce en mayores de 65 años”, precisa la Dra. Sara Martín Herrero, médico adjunto del servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid y co-autora del blog “Descubriendo la coagulación”, que subraya también que “es la primera causa de muerte hospitalaria evitable”.

La incidencia de la ETEV en los últimos años no ha hecho más que crecer, fruto del envejecimiento poblacional, de las comorbilidades asociadas a esta enfermedad, como la obesidad, la insuficiencia cardiaca y el cáncer, y de la mayor sensibilidad de las técnicas de imagen para poder diagnosticarla.

Esta patología comprende la trombosis venosa profunda (TVP), que se produce en los miembros inferiores, más frecuentemente, o superiores, y el embolismo pulmonar (TEP), consecuencia de la fragmentación del coágulo, que “viaja al pulmón y obstruye las arterias pulmonares”, explica esta especialista.

Síntomas

Como la trombosis venosa profunda suele afectar a los miembros inferiores, los síntomas incluyen hinchazón, dolor o sensibilidad y enrojecimiento o cambios de coloración (azulada o brillante) en la pierna en la que está el trombo.

Si este ya ha viajado al pulmón, la sintomatología puede ser más inespecífica. El paciente puede notar sensación brusca de falta de aire, palpitaciones, mareo o pérdida de conocimiento, tos con sangre o dolor de pecho que no cambia con los movimientos”, resume la Dra. Martín. Sin embargo, también hay muchos pacientes que son asintomáticos.

Tratamientos

Para tratar la enfermedad tromboembólica venosa, por norma general, se recurre a la administración de fármacos anticoagulantes, encaminados a restablecer el flujo sanguíneo. “Si el trombo es pequeño se puede resolver y el paciente se recupera”, aclara esta especialista.

Solo en casos en los que este tipo de fármacos están contraindicados o la situación clínica representa un grave riesgo para la vida, se recurre a tratamientos intervencionistas y quirúrgicos.

Es posible también que el trombo llegue a producir secuelas. Si no se resuelve por completo puede provocar insuficiencia venosa crónica (síndrome post-trombótico) o hipertensión pulmonar crónica.

Del mismo modo, si el coágulo es lo suficientemente grande puede resultar, incluso, mortal. El tromboembolismo pulmonar está considerado, de hecho, la tercera causa de muerte de origen vascular después del infarto agudo de miocardio y el ictus.

Factores de riesgo

En la mitad de los casos no se conoce el factor desencadenante de la enfermedad tromboembólica venosa, pero el otro 50 por ciento sí está ligado a factores de riesgo, por lo que se puede prevenir. En este sentido, se recomienda evitar el sobrepeso y el sedentarismo, practicar ejercicio físico moderado como caminar, y seguir una dieta saludable.

Se aconseja tener precaución también tras un reposo prolongado, durante el embarazo, el puerperio y cuando se sigue un tratamiento hormonal, y en los viajes largos.