Albert Rivera pasa unos complicados días tras recibir la noticia de la repentina muerte de su padre. Agustín, a sus 71 años, fallecía por un problema de corazón en Málaga. El exdirigente pasaba unos días de vacaciones en Londres hasta que se encontró con la triste noticia y cogió un vuelo ‘in extremis’ que le llevó a la Península.

El abogado ha dejado una carta destinada a su progenitor y que ha difundido en sus redes sociales. “La vida es maravillosa, hay que disfrutarla cada minuto. Eso creía mi padre y así me lo inculcó siempre. Pero la vida a veces duele, mucho, muchísimo…”, comienza su misiva.

El abogado escribe cómo se siente en estos momentos tras la triste partida de su padre. “Y este domingo a mí me cambió para siempre, al recibir esa llamada de mi madre que nunca estás preparado para recibir”, agrega. “Rabia, incredulidad e impotencia fue lo único que pude sentir en esos primeros instantes, y la sensación de que la vida de la que hablabas en realidad era profundamente injusta y cruel”.

Rivera se sincera públicamente y cuenta cómo vivió estos difíciles momentos. “Hoy dos días después, después de despedirnos físicamente, de incluso derrumbarme en tu ataúd antes de incinerarte, con la sensación de que al irte me estaban arrancando parte del corazón sin anestesia, empiezo a ver las cosas de otra manera”, continúa.

Albert señala que ahora “empieza a cobrar sentido tu legado de valores, instantes y aprendizajes de estas décadas”. Y comparte con sus seguidores la especial relación que tenía con su padre. “Echaré de menos esa manera incondicional de quererme, con pocos ‘te quieros’ pero con ese derroche de amor en tus acciones cada día de mi vida. Nos conocíamos tanto, éramos tan parecidos en algunas cosas, que sin hablar durante días éramos capaces de comunicarnos, nos intuíamos como nadie. Éramos un gran tándem”, confiesa el abogado.

Éramos un gran tándem

El expolítico en su carta desvela que se siente afortunado “porque de todas tus facetas de la vida he disfrutado en exclusiva de tu mejor versión, la de padre”. “Eres irremplazable para mi, papá. Así que tengo que llevarte conmigo, me acompañarás en mis decisiones y estarás presente en los valores que le inculque a mis hijas”, escribe.

Rivera se siente destrozado, pero también apunta su mayor fortaleza. “Te has ido de nuestro lado, me faltas, me muero de dolor al pensarlo. Pero te prometo que desde hoy voy a llenar ese vacío con tu esencia y tu legado. Y cuidaré de mamá, tu compañera de viaje desde hace más de cincuenta años”, cuenta.

Y se despide con una frase de Gabriel García Márquez. “Vamos a vivir tu muerte como nos pediste: celebrando la vida. Como decía Gabriel García Márquez: ‘No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió’. Es cierto que se terminó, pero sucedió, ‘sucediste’”, escribe. “Buen viaje, papá, te amo”, ultima su carta Rivera.

“Estamos rotos”

La familia atendía a los medios de comunicación a las puertas del tanatorio de La Axarquia confesando que se trataba de un “día muy difícil”. “Estamos rotos”, reconocía, Rivera. Su expareja, Malú, también se desplazaba hasta el tanatorio para despedirse de Agustín, muy querido por todos aquellos que le conocían.

La cantante no dudaba en personarse en el tanatorio de Torre del Mar para acompañar y apoya a su expareja y a su familia en un momento durísimo para ellos, abandonando cualquier tipo de rencilla polémica o rumores que surgieran estos últimos días. Tanto Malú, como su madre, Pepi Benítez, llegaron al recinto y permanecieron dentro varios minutos, donde se encontraron con el círculo de Rivera.

Este domingo, el padre de Albert Rivera fallecía de manera repentina por un problema cardíaco. La noticia fue inesperada para muchos, pues no había padecido ningún tipo de problema de corazón previamente. Su pérdida ha llenado de dolor los corazones de todos sus seres queridos.

El padre de Rivera era un ferviente amante del mar, inmerso en una vida sencilla y tranquila en la localidad que también le ha visto fallecer, a pesar de que hace tan solo unos años, tanto él como su madre sufrieron un ataque en la pequeña tienda que regentaban.