La igualdad, como concepto, está en todas partes, pero su aplicación, denunciaron las participantes de la mesa redonda celebrada por El Plural, sigue siendo desigual. El segundo día de las jornadas “Menopausia: Salud, Igualdad y Derechos” reunió a cuatro mujeres que, desde sus disciplinas, trabajan por una transformación estructural del sistema: Carmen Castro, economista experta en bienestar y políticas de género; Vicky Molina, presidenta de la Federación de Mujeres Rurales (FADEMUR); Mamen Jiménez, psicóloga, terapeuta de pareja y sexóloga, autora del conocido proyecto Psicomami; y Tania Llasera, presentadora y comunicadora, madre y una de las voces más mediáticas en defensa de la conciliación real.

La conversación estuvo moderada por Sarah Santaolalla, analista política, quien abrió el debate con una pregunta que marcó el tono de toda la sesión: “¿Qué significa realmente igualdad en un país donde las mujeres siguen asumiendo el 70% de los cuidados, ganan menos y tienen menos tiempo libre que los hombres?”.

Igualdad formal no es igualdad real

La economista Carmen Castro fue la primera en intervenir, dejando claro que “la igualdad legal no garantiza la igualdad material”. Según explicó, España ha avanzado en legislación —con leyes pioneras en igualdad y violencia de género—, pero “la estructura económica y social sigue sostenida sobre una división sexual del trabajo que perpetúa la desigualdad”.

Castro, con décadas de experiencia en políticas públicas europeas, fue contundente: “El patriarcado también se infiltra en las políticas públicas. Si no se incorporan indicadores de bienestar y cuidados, el crecimiento económico seguirá medido con parámetros masculinos”.

La economista defendió la necesidad de una “revolución del tiempo” que reconozca y redistribuya los cuidados como un pilar de la economía: “Sin cuidados no hay vida. Y sin tiempo para cuidar y para cuidarse, no hay igualdad posible”.

Conciliar sigue siendo un verbo femenino

Esa idea fue recogida por Tania Llasera, que abordó la conciliación desde su propia experiencia como madre y profesional del ámbito mediático. “Nos siguen vendiendo la conciliación como algo individual, como si fuera una cuestión de organizarse mejor, cuando en realidad es un problema estructural”, afirmó.

Llasera relató con franqueza el precio emocional de ese desequilibrio: Nos sentimos culpables por no llegar a todo. Por trabajar, por no trabajar, por llegar tarde, por estar cansadas… y esa culpa no la sienten ellos. Es el resultado de siglos de educación desigual”.

La comunicadora defendió que los medios de comunicación tienen una enorme responsabilidad a la hora de cambiar los referentes: “Durante años, la maternidad se ha mostrado como sacrificio y la mujer conciliadora como heroína. Hay que empezar a narrar también la corresponsabilidad masculina y el derecho de las mujeres a no ser superwoman”.

La brecha invisible: salud mental y sexualidad

Mamen Jiménez, psicóloga y sexóloga, aportó una mirada desde el bienestar emocional y la intimidad. “En terapia de pareja lo vemos cada día: muchas mujeres llegan agotadas, vacías, no por falta de amor, sino por exceso de carga mental”, explicó.

Jiménez, creadora de Psicomami, fue tajante al señalar que la igualdad también pasa por la cama: “En la educación sexual no se habla de placer femenino, ni de menopausia, ni de deseo. Se nos enseña a no molestar, a no pedir y a cuidar del otro. Eso también es desigualdad estructural”.

La sexóloga lamentó que la conversación sobre la salud mental femenina se haya convertido en moda, pero sin profundidad: “Ahora se habla mucho de autocuidado, pero el verdadero autocuidado no es comprarte una vela aromática, es tener tiempo, recursos y una red que te sostenga”.

Feminismo desde el territorio: la brecha rural

La presidenta de FADEMUR, Vicky Molina, llevó el debate al territorio. En el mundo rural, subrayó, las desigualdades se multiplican: acceso precario a la sanidad, a la educación, a la conectividad digital y, por supuesto, a la conciliación. “Las mujeres rurales seguimos sosteniendo la vida y la economía de nuestros pueblos sin reconocimiento ni apoyo”, denunció.

Molina recordó que más del 40% de las mujeres rurales en España trabajan sin contrato o en régimen de ayuda familiar, lo que les deja sin derechos laborales, pensión ni protección social: “Somos las grandes olvidadas de las políticas de igualdad. Se legisla desde la ciudad, pero se nos olvida que en el campo también hay mujeres, madres, emprendedoras y cuidadoras”.

Pese a todo, lanzó un mensaje de esperanza y orgullo: “En los pueblos también está la revolución. Nosotras estamos transformando la economía desde abajo, creando cooperativas, cuidando el entorno y generando redes de apoyo que son pura sororidad rural”.

La trampa del empoderamiento individual

Uno de los momentos más potentes de la mesa llegó cuando Santaolalla preguntó por el uso del feminismo en el discurso institucional y mediático. Carmen Castro fue crítica: “El empoderamiento se ha vaciado de contenido. Se ha convertido en una marca. Pero empoderar a una mujer no sirve de nada si el sistema sigue igual. Lo importante es transformar las estructuras”.

Jiménez coincidió, añadiendo que “la presión por ser la mujer empoderada, exitosa, guapa y perfecta nos deja igual de cansadas que antes. Solo ha cambiado el envoltorio”.

Para Llasera, el peligro es que la igualdad se reduzca a un eslogan: “Cuando la igualdad se usa para campañas publicitarias y no para mejorar los permisos de paternidad o los horarios escolares, es puro marketing feminista”.

De la palabra a la política

En la parte final del debate, las ponentes coincidieron en la necesidad de pasar de la conversación a la acción. Carmen Castro reclamó incorporar la perspectiva de género en los Presupuestos Generales del Estado, evaluando cómo cada medida impacta de forma diferente en hombres y mujeres. “Sin presupuesto, la igualdad es retórica”, zanjó.

Por su parte, Vicky Molina defendió que las políticas públicas deben tener rostro y territorio: “No se trata solo de cuotas o paridad, sino de mirar quién se queda fuera cuando diseñamos las políticas. Y muchas veces, las que se quedan fuera somos las de los pueblos”.

La psicóloga Mamen Jiménez añadió una reflexión que resumió el sentir común de la jornada: “No hay igualdad posible sin salud mental, sin corresponsabilidad y sin educación afectiva. Porque el machismo no solo está en las leyes, también en los vínculos”.

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