Ángel García Rodríguez, el padre Ángel, es una de las personas más reconocidas en nuestro país por su inestimable ayuda desde hace casi 60 años a aquellos que más lo necesitan.

Son numerosas las decisiones que le han dado a conocer y le han convertido en uno de los personajes más queridos de España. Desde la apertura 24 horas de su parroquia de San Antón para hospedar a personas sin hogar, hasta sus restaurantes Robin Hood que, a partir de las 19:00 se transforman para alimentar a aquellos que no tienen comida, o sus cenas de Nochebuena para hacer algo menos fría la Navidad de los más desfavorecidos.

Ahora, el padre Ángel ha publicado Un mundo mejor es posible: Cómo podemos ayudar a los más desfavorecidos, un libro en el que reflexiona sobre cuestiones clave como la inmigración, la pobreza extrema, la violencia de género o la homofobia. Capítulos oscuros de nuestra sociedad que el párroco trata con una perspectiva positiva, haciendo  reflexiones optimistas sobre cómo avanzamos imparables hacia el progreso y qué podemos hacer todos para mejorar nuestro entorno.

Sus páginas recogen memorables frases y anécdotas como la de cuando al hablar de los niños terminales en los hospitales se sintió "consolado, en silencio, cuando vi llorar a un papa al preguntarle un niño por qué Dios permitía que sufriesen así".

Contra la homofobia

Entre esas reflexiones, hay algunas que llaman especialmente la atención. Por ejemplo, en el apartado ‘contra la homofobia’, el padre Ángel confiesa la irónica situación a la que se enfrentó cuando se extendió el rumor de que había bendecido a una pareja homosexual. “A mi se me ha criticado desde dentro de la Iglesia -por ese rumor-“; “Sin embargo, estas personas que me criticaban eran los mismos que luego bendecían una moto o un animal. Menos mal que las cosas han cambiado desde entonces”, reconoce. 

El padre Ángel no duda en posicionarse en la batalla abierta en la Iglesia española entre progresistas y conservadores, y se suma a la opinión del Papa Francisco sobre grupos históricamente censurados por la institución. “¿Quién soy yo para cerrar las puertas de la Iglesia o preguntar a alguien por su sexualidad cuando entra?”, confiesa.

Asimismo, reconoce los avances conseguidos, especialmente en nuestro país, a pesar de las agresiones que siguen produciéndose y extendiendo el miedo. “Actualmente somos capaces de entender que nuestro hijo tenga novio o que nuestra hija viva con una mujer”, apunta.