Se acuerdan de la insistencia de Julio Anguita en pedir ¡programa, programa, programa! a la hora de acordar con otras fuerzas políticas. No le faltaba razón, el programa de cada partido es fundamental para ir a votar con conocimiento de causa, y más en unas elecciones municipales en las que están en juego medidas muy concretas en lo que nos toca más de cerca, el barrio, la vida diaria, nuestra ciudad.

De los cuatro envíos postales de propaganda electoral que he recibido en Sevilla hasta el momento de redactar estas líneas (PSOE, PP, los partidos encabezados por Podemos e IU agrupados en una sola lista y Adelante Andalucía), tan sólo el de Podemos e IU contenía el enlace a través de un código QR al programa electoral completo en Sevilla Eres Tú. En la carta de Antonio Muñoz, el actual alcalde del PSOE, el sobre lleva como remite la dirección web del partido a nivel estatal, cuando su programa está en la página web oficial de Antonio Muñoz.

El envío del PP relega el texto de su candidato a la alcaldía, José Luis Sanz, a un tercio del reverso de la carta de Núñez Feijóo. Lo que evidencia el carácter subalterno que los populares dan a estos comicios en su estrategia de llegar a La Moncloa. El programa completo del candidato popular está en Un proyecto llamado Sevilla.

En las últimas campañas electorales se ha visto en casi todos los países que los candidatos recurren a los sentimientos y a las emociones para conectar con sus electores, el famoso relato (storytelling) de la política moderna, relegando la razón y los datos a un segundo plano. No vaya a ser que si los publicitan con mayor énfasis, les vayan a exigir cuentas sobre los compromisos adquiridos en la campaña.

Los partidos y sus estrategas se rinden cada día con mayor entusiasmo a los mensajes cortos y fáciles de las redes: tuits, videos de Tik Tok, reels de Instagram o historias breves en Facebook. Actúan, yo creo que de manera muy consciente, rehuyendo las obligaciones cívicas como el fomento de la lectura y la promoción del  pensamiento crítico de la ciudadanía. Así consiguen, más que electores conscientes y responsables, una hinchada al estilo hooligans de seguidores sectarios, muy útiles para sembrar la crispación, la polarización y la desafección a la democracia y a los representantes políticos.

En definitiva, hacen un flaco servicio al civismo y a las instituciones democráticas que son garantía de una convivencia libre y en paz.