“El otro día me hicieron la mejor mamada de mi vida. El secreto fue que la chica usó muchas babas. Alguna ventaja tenía que tener el síndrome de Down”. Este fue el mensaje que escribió el humorista David Suárez (1992, Santiago de Compostela) en Twitter el pasado 18 de abril de 2019. Un chiste que todavía sigue visible y por el que la Fiscalía de Madrid solicita una pena de un año y diez meses de prisión, la obligación de pagar una multa de 3.000 euros por lo que consideran un mensaje “despectivo” hacia el colectivo de personas que padecen la enfermedad y cinco años de inhabilitación para el ejercicio de su profesión, que incluyen redes sociales.

En concreto, el Ministerio Público le acusa de un presunto delito contra el ejercicio de los derechos fundamentales del artículo 510 2 a) y 3 del Código Penal. Un anunciado que castiga a quienes lesionen la dignidad de “un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad”.

Cabe recordar que pocos días después de la publicación del tuit, y ante la oleada de críticas recibidas, el espacio radiofónico Yu: no te pierdes nada, que por aquel entonces se emitía en Los 40 y del que formaba parte Suárez, decidió despedirle de manera inmediata. Después de este hecho, comenzaron las diligencias legales, aunque en una primera instancia el Juzgado de Instrucción 30 de Madrid sobreseyó la causa, al no ver indicios de delito. Sin embargo, la asociación denunciante, Plena Inclusión Madrid, recurrió ante la Audiencia Provincial y la Fiscalía se adhirió a este recurso.

Suárez atiende a ElPlural.com con la petición de la Fiscalía todavía muy reciente y en medio de una tormenta de comentarios en redes sociales, la mayoría de ellos sin dar crédito a que en pleno 2020 en España se siga penando chistes.

Pregunta (P): La primera pregunta es obligada, ¿está en peligro la libertad de expresión en España?

Respuesta (R): Creo que ese es un debate distinto. La cuestión de la libertad de expresión es diferente, porque muchas veces esa misma le sirve de barricada a voces como Vox o la Fundación Francisco Franco para justificar discursos que personalmente me resultan asquerosos y que no tengo tan claro que sean inofensivos. Con esto no digo que no defienda la libertad de expresión venga de quien venga, pero me parece un debate con más tonos de gris, y en el que es más difícil ser rotundo. Pero este caso es distinto. Lo que yo defiendo es la libertad artística en la ficción. La libertad para decir lo que quieras en un marco de ficción. Nadie debe castigarte por querer escribir lo que te dé la gana en un poema, en una película, o en un chiste. Porque es ridículo y anacrónico. Y ahí es donde no debería ni siquiera haber debate. Los chistes son mentira, son una ficción, no existen. Perseguirlos es perseguir al hombre del saco o a Papa Noel. No tiene sentido.

P: ¿Te ha sorprendido la petición de la Fiscalía o te la esperabas?

R: Es de locos, criminalizar un chiste es absurdo en un estado democrático. Y más cuando hay otros problemas reales que afectan de una forma mucho más directa a las personas con síndrome de Down. Los abusos laborales que sufren, la discriminación, la falta de ayudas… Creo que esos sí que son problemas que debemos solucionar ya y no el chiste de un cómico. Pero es mucho más sencillo perseguir a alguien que ha puesto un tuit que a los problemas de verdad, porque esos no tienen nombre ni apellidos y a todos nos da más pereza combatirlos. Quizás, la Fiscalía debería estar mirando en esos sitios, y no en mis chistes ni en los de nadie.

P: El Ministerio Público pide, además de un año y 10 meses de cárcel y una multa de 3.000 euros, cinco años de inhabilitación que incluyen redes sociales, por lo durante el tiempo de la condena. ¿Cómo se come eso?

R: A lo largo de estas semanas me he encontrado con gente que defendía mi derecho a contar el chiste y gente que no. Lo que no me he encontrado es una sola opinión de alguien que esté a favor de la condena. A vista de todo el mundo, es un sin sentido. La única penalización por un chiste ha de venir del público, que es el que decide si algo es o no gracioso, o si volver o no a consumir lo que ofrece el cómico. Si no te gusta, es tan fácil como no ir a verlo al teatro, no seguir a esa persona en Twitter, o no ver sus vídeos si te incomodan. Es así de sencillo. Hay muchos tipos de comedia y eres libre de consumir o no la que quieras.

La única penalización por un chiste ha de venir del público

P: ¿En algún momento pensaste que el chiste podría ofender a tanta gente? ¿Te arrepientes de haberlo hecho?

R: Nunca pienso que mis chistes puedan ofender a nadie, porque nunca es mi intención. A veces es una consecuencia secundaria, pero nunca es el objetivo. Es cierto que disfruto con lo incómodo y con el mal gusto, pero nunca busco hacer daño. Busco hacer reír. E igual que yo defiendo mi derecho a contar un chiste, entiendo que una persona defienda su derecho a ofenderse. Lo que no entiendo es exigir el derecho a que se te haga caso por estar ofendido. Eso no te lo puede garantizar nadie. Ni tampoco el derecho a que no te ofendan. Eso es imposible. Si existiese el derecho a no ser ofendido, no existirían obras de ficción, porque todos tendríamos una queja sobre una escena de El Exorcista o sobre un pasaje de La Celestina y se acabaría la producción cultural. Además, mi chiste era una ficción, no era un sermón político que pidiese la libertad para un preso etarra, ni era un discurso sobre la brutalidad policial, ni tampoco una oda a una ideología determinada. Era un chiste. Este no es un debate político, es un debate sobre el derecho de todos nosotros a contar una broma en la ficción y no tener que ir a la cárcel por ello. Nada más.

P: ¿Se puede juzgar un mensaje fuera de su contexto?

R: El contexto muchas veces lo es todo, y más en comedia, porque necesitas la complicidad del receptor, que es con el que acuerdas que todo lo que vas a decir forma parte de la ficción. Si viésemos cualquier monólogo saltándonos ese pacto y pensando que todo lo que se dice ahí es literal, estaríamos ante algo que no distaría muchas veces de un mitin nazi o de una secta. Saltarse el contexto es injusto, porque es una parte imprescindible de un discurso. En mi caso tengo mi público, que sabe que se trata de un juego en el que nadie está tomándose nada de forma textual. Quien me sigue desde hace tiempo sabe que muchas veces busco hablar en alto de situaciones inadmisibles socialmente, no de incitar a las mismas. El uso del mal gusto, de lo fuera de lugar, y de lo inapropiado en la ficción, no implica que lo defiendas ni que lo compartas. Solo es un chiste, una mentira contada por un idiota para hacerte reír, no busca dañar a nadie. Ese es el verdadero contexto. Y es importante.

P: Iggy Rubín, Rober Bodegas, tú… ¿tiene recorrido el humor negro en España?

R: No sé sí lo tiene, pero debería tener el mismo derecho a buscar su hueco como tiene en el resto de países. Tiene recorrido en EEUU, tiene recorrido en Reino Unido, y tiene recorrido en Latinoamérica. Y en España desde hace años tenemos a gente empujando los límites de lo que se puede y no se puede decir. Ahí está Ignatius Farray, Jorge Ponce, Carmen Romero, Tomás Fuentes, Raquel Sastre… y la lista es muy larga. Solo hay que ver las cosas que se dicen a veces en La Resistencia o en La Vida Moderna para ver que las cosas están cambiando. Y oponerse a ello es estar ciego. Y me siento muy orgulloso de vivir en un país que tiene a tantos cómicos buenísimos jugando con las fronteras de lo permisible y a un público que cada vez exige unos contenidos más arriesgados y con menos concesiones. Pero no puedo estar tan orgulloso cuando por un lado tenemos eso, y por el otro a la Fiscalía persiguiendo un chiste. Uno de los dos va en dirección contraria y no lo sabe.

P: ¿Tiene David Suárez cómico alguna línea roja a la hora de hacer humor?

R: No, pero por el mismo motivo por el que no debería haber líneas rojas a la hora de hablar de algo. Se tiende a pensar que cuando se hace una broma de algo, es para hacer mofa de ello. Y no es así, simplemente es otra forma de tratar las cosas. Es el vehículo que utilizo, nada más. A mí hay cosas que me ofenden, pero decido hablar de ellas en mis chistes en lugar de ignorarlas porque es mi forma de entenderlas y de lidiar con mis problemas. Hacer lo contrario, darle la espalda a la realidad, y sepultarlo todo de silencio, nunca es la solución. La comedia pretende poner las cosas sobre la mesa y enfrentarlas. Y eso no tiene nada de malo. Y cuantos más tabúes haya sobre un tema, más habrá que hablar de él.

La comedia pretende poner las cosas sobre la mesa y enfrentarlas

P: ¿Durante todo este tiempo has podido hablar con la entidad Plena Inclusión Madrid o con el padre de la niña de cuatro años son síndrome Down que te denunciaron?

R: No, pero si sucede, no tendré ningún problema en pedirle disculpas a ellos y especialmente a las personas con síndrome de Down que hayan podido sentirse dolidas con ello. Porque nunca ha sido mi intención hacerle daño a nadie y lo paso mal cuando eso sucede. Y no cuesta nada disculparse por el daño causado a gente a la que de verdad le haya afectado esto. Lo que no voy a hacer es disculparme por el chiste en sí. Es como disculparte por hacer una película o por hacer una canción. No tiene sentido. Se trata de una ficción, no de una opinión real. Es humor, más afortunado o más desafortunado, más bonito o más feo, de peor o mejor gusto, pero es humor.

P: Tras la noticia de la petición de la Fiscalía has recibido también cientos de comentarios defendiéndote, ¿has echado en falta la de algún colectivo o alguien en concreto?

R: Muchos cómicos que admiro me han apoyado públicamente en entrevistas, entre ellos Berto, Alex O'Dogherty, Pantomima Full, David Sainz… y es algo que me hace mucha ilusión. Y agradezco también los apoyos privados de muchos cómicos muy conocidos que no querrán pronunciarse públicamente por las posibles consecuencias, pero que también me han escrito para darme ánimos. Entiendo su situación y lo agradezco igualmente. Y en cuanto al apoyo público, esta vez he visto más apoyo que nunca, porque la cosa está llegando a unos niveles demenciales. Es cierto que hay mucha gente que aun piensa que lo que digo en mis chistes lo pienso de verdad, pero también hay mucha gente que entiende que se trata de un personaje, de un papel en el escenario y en redes. Y por supuesto que tengo detractores y gente que me odia, como es lógico y normal. Pero también hay mucha gente que entiende lo que hago y lo apoya, independientemente de si les gusta mi contenido o no, porque saben que aquí no se está hablando de si el chiste era o no gracioso. Aquí estamos hablando de las libertades de todos para hacer los chistes que queramos. Y si nos quitan la ficción, nos quitarán todo lo demás.

P: ¿Todo este proceso ha cambiado tu forma de hacer comedia? ¿Ahora te lo piensas dos veces antes de hacer según que chistes? ¿Has borrado alguno por temor a más represalias?

R: No.

P: ¿Has podido volver a encontrar empleo después de toda la polémica o las empresas siguen siendo muy reticentes a la hora de contratarte?

R: Evidentemente no soy la clase de cómico que tenga sentido coger para una campaña, o para según qué programa. Y lo entiendo perfectamente. Las empresas no quieren líos y buscan gente rentable que no les dé problemas. Y eso está bien. Lo que da miedo es que vean determinada su agenda cultural por las exigencias de una serie de personas anónimas que, mediante acoso y derribo, de un día para otro deciden cancelar a alguien en Twitter por cualquier chorrada que, en el fondo, responde al complejo que tienen por no poder ser aquellos que quieren llevar a la hoguera. Últimamente vamos a polémica de cómico por día, y es algo que, o paramos entre todos, o será exponencial. No dejemos que esta gente decida por nosotros lo que podemos y no podemos consumir culturalmente. Y no hablo de las empresas, hablo de los cuatro idiotas que presionan a estas hasta hacerles tomar decisiones cobardes propias de un sistema totalitario. Centrémonos en las cosas que de verdad tienen importancia y dejémonos de chorradas. A los monstruos no mirar.

P: Recientemente escribías esto en una columna en 'Infolibre': Seguimos arrastrando una moral católica que nos dice que hay pecado en el gozo, que al regocijo le debe seguir la culpa. Pero lograr sacar disfrute de la tragedia no solo está bien, sino que es un método de supervivencia que yo personalmente admiro”. ¿Crees que nos hace falta reírnos más de nosotros mismos?

R: Creo que sí. Y más cuando ves que la gente de un país se lleva las manos a la cabeza constantemente con lo más inofensivo, que son los chistes. Porque suele ser un síntoma de que hay problemas más grandes por resolver de los que nadie quiere hablar. Tenemos que dejar de pensar en la comedia como una amenaza, y en los chistes como un desprecio hacia el tema de turno. Los chistes buscan simplemente hablar de las cosas, que es lo que nadie hace. Se trata de solucionar tus problemas y los del mundo empezando por reconocerlos. Y la forma más amable y más descarnada de hacerlo, es reírte de ellos.

Los chistes, muchas veces, sirven para desenmascarar tabúes. Y el caso de mi chiste es un buen ejemplo. Me llamó bastante la atención la cantidad de gente aparentemente respetuosísima con el colectivo de las personas con síndrome de Down, que decía que en el chiste se describía un abuso a una persona discapacitada. Esto es falso, en ningún momento en el chiste se habla de que la relación no fuese consentida. Pero ese detalle es un reflejo de que, en el fondo, esas personas no son capaces de ver a la gente con síndrome de Down como iguales, ya que no les cabe en la cabeza que estos también disfruten voluntariamente de una vida sexual activa. Al final el chiste ha servido para desenmascarar la intolerancia de algunas personas de la vida real que en su día pusieron el grito en el cielo con el chiste, y que realmente son mucho más horribles que el personaje que interpreto yo en la ficción.

Mi chiste, lejos de tener una intención vejatoria, no buscaba discriminar a estas personas, sino hacerlas partícipes de una ficción en la que, igual que debería suceder en la realidad, todos somos iguales. Era una broma en la que las personas con síndrome de Down pueden participar riéndose también. Ese y no otro es el significado o la finalidad del chiste. Que todos somos iguales, y que hay que hablar de las cosas para normalizarlas.