El pasado jueves el periodista Miguel Frigenti desvelaba en su cuenta de Twitter la situación que se vive dentro del Teatro Barceló de Madrid. La famosa discoteca ubicada en el centro de la capital ya ha protagonizado con anterioridad del coronavirus sonadas polémicas dentro de sus instalaciones. A las imágenes de las aglomeraciones se sumaba la celebración del Cañas por España de Vox Jóvenes o la polémica generada por la fiesta LGTB Tanga!, que se celebraba en la sala y que vivió semanas sin demasiada afluencia de público después de la queja de los asistentes por compartir espacio con la ultraderecha.

Este viernes 22 de enero, en plena polémica por la imágenes difundidas por Frigenti, el Teatro Barceló anunciaba grandes medidas de seguridad y explicaba que no se iba a repetir ninguna de las imágenes que se convirtieron virales el jueves por la noche. 

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“En este sentido y queriendo situar en el contexto los 9 segundos del vídeo, la sala quiere dejar claro que inmediatamente después de las imágenes, el personal de control de acceso de la sala reaccionó con la mayor celeridad expulsando del local al grupo de personas que participa en las imágenes, por incumplimiento de la normativa sanitarias. Por todo lo dicho y asumiendo lo sucedido, pero queriendo poner en valor la capacidad de reacción, el compromiso por la seguridad y el rigor en el cumplimiento de la normativa, acreditado por la sala a lo largo de toda su trayectoria y muy especialmente durante este periodo tan difícil provocado por la crisis sanitaria, Teatro Barceló desea hacer público que reforzará las medidas internas necesarias que permitan garantizar que un hecho de estas características no pueda volver a producirse”, rezaba el comunicado publicado por la discoteca.

No obstante, ElPlural.com decidió acudir a la fiesta convocada para este viernes por la tarde y comprobar si era verdad lo anunciado por el teatro Barceló. Pocos minutos después de las seis de la tarde el equipo de este periódico atravesaba las puertas del local regentado por el empresario Pedro Trapote. Sin necesidad de enseñar el carnet de identidad, solo hizo falta dar el nombre de la reserva (una mesa de dos personas por 40 euros), para poder acceder al interior de esta discoteca madrileña.

Así vivimos nuestro particular viernes en el Teatro Barceló:

Tras echarnos gel hidroalcohólico, una trabajadora de la sala nos lleva a nuestro asiento: una mesa con dos taburetes a la que accedemos con un ticket que llevamos al camarero de la sala con nuestro valor de la entrada. Al ser cuarenta euros, los dos comensales podemos gastar hasta ese dinero "gratis". Si decidimos consumir más, debemos pagarlo aparte.

A la hora que entramos la sala está vacía. No es hasta las siete de la tarde -hora límite de entrada-, cuando la sala comienza a animarse. A los pocos minutos de entrar decidimos pedir una consumición. Una persona de seguridad se acerca al camarero mientras nos sirve la bebida y le dice: "Ves, con música relajada la gente habla y no se levanta, si les ponemos música fuerte se descontrola". A continuación nos mira y advierte: "Si alguno se levanta le echamos, no están hoy las cosas para levantarse".

Pasadas las siete de la tarde dos agentes de la Policía Muncipal de Madrid irrumpen en la sala. Revisan que estemos todos sentados y que quienes no están consumiendo lleven la correspondiente mascarilla puesta. Si alguien decide ir al baño, el camarero avisa: "Ponte la mascarilla, que está hoy la Policía por aquí".

Según avanzan los minutos la gente comienza a despegarse de sus sitios. La música propia de una tienda de ropa da paso a diferentes cantantes: Anuel, C. Tangana, Abba, Madonna ... y Bad Bunny. Benito Antonio Martínez consigue que la sala se venga arriba con su 'Dakiti' y comienzan los bailes en el sitio y entre mesas. Además, dado que la sala ofrece tres amplias plantas para estar de fiesta -hay dos que se encuentran en la sala principal y otra más pequeña con pocas mesas-, en la mayoría del tiempo no hay ni seguridad ni camarero que pida a los asistentes sentarse.

Además, muchos aprovechan el pasillo que separa la sala del baño para ir y venir y juntarse así con otros grupos de amigos que tienen que sentarse en diferentes mesas ya que el máximo son seis personas por mesa.

Conforme pasa la tarde (y el alcohol) las infracciones continúan. El serio aviso del vigilante de seguridad en los primeros minutos queda en saco roto cuando la policía desaparece del local. Desde entonces solo se pide de manera tímida que la gente se siente. "Hoy no se puede levantarse", explica uno de los camareros cuando nos sirve la segunda consumición.

No hemos sido los únicos periodistas que han decidido acudir a la fiesta. Hasta cuatro compañeros de dos medios diferentes han acudido este viernes al local. Ellos cuentan que incluso una cámara de Telemadrid ha entrado a grabar la platea de la sala y que durante el momento de la grabación una persona ha sido expulsada.

A las 21:30 horas la música cesa en la sala pequeña mientras que a las 21:45 horas cesa en la grande. Mientras tanto, la gente aprovecha para salir a la calle. La calle de Larra, una de las calles de salida del teatro, se llena de asistentes a la fiesta que aprovechan los últimos minutos previos al toque de queda para cenar algo rápido en un supermercado cercano o seguir hablando mientras fuman sin respetar la distancia de seguridad. Mientras tanto, el teatro se prepara para otra fiesta que tendrá lugar al día siguiente, como cada día, de jueves a domingo de 17: 30 a 22 horas.