El calentamiento global de nuestro planeta se queda cerca del límite que la comunidad internacional se propuso en 2015 no superar, de 1,5 grados (1,2 son con los que carga ahora mismo la Tierra sobre sus espaldas).

La comunidad internacional calificó el primer número como la cifra que ostentaría un punto de no retorno. Dicho de otro modo, estamos obligados a actuar si no queremos que las consecuencias sean todavía más devastadoras. Así lo advierte la Agencia Internacional de la Energía (IEA) en su informe Anual 2023 que se presenta este martes, día del Cambio Climático; y en vísperas de la Cumbre del Clima en Dubai.

Cabe destacar que también hay algún dato esperanzador dentro del estudio, pero la mayoría dejan sobre el papel un escenario que casi con total seguridad superará los 1,5 grados de calentamiento respecto del siglo XIX.

Así, y a pesar de que hay cuestiones sobre las que los países están incidiendo, queda claro que estamos “lejos” de los objetivos climáticos. En términos concretos, el informe asevera que las actuales inversiones de gas casi doblan el nivel con el que se consideraría que estaríamos a cero emisiones netas llegado el año 2030. Buena culpa de esto es que la demanda de combustibles fósiles por medio de las potencias mundiales se sigue encontrando en niveles muy altos.

En otro orden de cosas, de continuar las emisiones de CO2 al ritmo actual, en 2100 podrían subir hasta los 2,4 grados, lo que dejaría impactos “generalizados” y “muy severos” del cambio climático a lo largo y ancho del planeta.

Datos que mantienen la esperanza

El organismo reclama triplicar la instalación de energías renovables, doblar la eficiencia energética y comenzar a retirar los subsidios a los combustibles fósiles como posibles soluciones a plantear.

Por otro lado, una de las buenas noticias es la que tiene que ver con la crisis energética que provocó la guerra de Ucrania y que ha experimentado una mejora de la crisis energética derivada de la situación del este de Europa. Otra se refiere al adecuado despliegue de renovables y el mayor uso del coche eléctrico, así como un descenso de combustibles fósiles que podría alcanzar su máximo esplendor en 2030, cuando empezaría a bajar del 73%.

Siguiendo la senda de la esperanza con la situación que atraviesa ahora mismo la Tierra, la IEA solventa que desde 2020 las inversiones en energía limpia han crecido un 40% -siendo la punta de lanza el coche eléctrico- y que en el presente año se volvió a superar los números de nueva potencia instalada renovable.

Dependencia rusa

Otro aspecto a celebrar, coincidiendo con la actualidad, es que los países importadores de combustibles fósiles han dejado de depender tanto de Rusia, por lo que la IEA vaticina que la posición tan poderosa de Moscú pronto dejará de ser tal; un aspecto positivo para muchos países, entre ellos los pertenecientes a la Unión Europea (UE).

El informe sostiene una disminución del consumo de gas en Europa a cambio de las renovables desde 2010, cuando experimentó su edad dorada; y de la posición que ocupan países como Qatar o Estados Unidos sobre el gas licuado. Aquí el organismo incide y emplaza a estar vigilantes para la “seguridad” del gas y el petróleo, asumiendo las situaciones de tensión que se dan en otro puntos del mapa, actualmente en Oriente Próximo.

Dentro de estos apartados, cabe destacar que priorizar el uso de renovables también favorece la reducción de factura energética de los hogares, por lo que es asimismo positivo para el bolsillo del contribuyente.

Energía nuclear

Aunque apuesta por las energías renovables, la IEA se dirige igualmente a las inversiones en redes eléctricas y nuclear. Así, se refiere a “más inversiones en redes robustas y digitalizadas” que “tienen que acompañarse por baterías y respuestas a las demandas para flexibilidad a corto y medio plazo”.

Situación de España

La IEA difunde que hay países que reclaman una mayor inversión en redes de transporte eléctrico, siendo uno de ellos España que, junto a Italia, Reino Unido o el país de Joe Biden “padecen atascos en las conexiones eléctricas para proyectos de eólica y fotovoltaica”, mientras define que los “procesos de autorización, planificación y remuneración de las inversiones son claves que requieren atención política”.

De este modo, y aunque el gas se sigue erigiendo como una de las principales energías, que empuja además al gas natural licuado, el informe destaca el desarrollo de las energías limpias, donde subraya la venta de coches eléctricos en EEUU, la sustitución de bombas de calor en lugar de calderas de gas -en Europa- o la energía fotovoltaica y de eólica marina, ya en China.