Estadísticamente, las posibilidades de caerse aumentan a medida que las personas envejecen. Esto es un hecho objetivo, lo que mucha gente no sabe es la cantidad de ocasiones en las que algo que puede parecer inofensivo termina provocando la muerte.

Jeanette Walker, de 79 años de edad, estaba un día viendo la televisión cuando decidió levantarse para revisar el estado de sus plantas. En el momento en el que se agachó para verlas de cerca, algo que aparentemente no tendría que haber implicado nada más, perdió el equilibrio y se dio un golpe con une maesa. Al tratar de incorporarse, volvió a golpearse, esta vez con la televisión.

A tenor de estadísticas que mostramos más adelante, la periodista Jackson Graham explicaba que a medida que se fue haciendo mayor, proliferaban cada vez más las situaciones en las que perdía el equilibrio. En estas, contaba cómo una vez estuvo incluso a punto de caerse por la ventana. “Desde que tenía 70 años, me he caído en 15 ocasiones, incluso en el jardín (…) O dando un paseo con los perros cerca de mi casa”, desarrollaba.

Si bien, celebró que “siempre tuvo suerte de salir ilesa”. “Es cierto que una vez perdí el equilibrio y como resultado de la caída sufrí una conmoción que me obligó a hospitalizarme”, cuenta.

Una de cada tres personas sufren caídas

En Australia (desde donde escribe nuestro corresponsal), todos los años una de cada tres personas mayores de 65 años han sufrido caídas y las estadísticas son sorpresivas, sobre todo si se echa la vista un poco atrás. En esa línea, destacar que más de 6.300 fallecieron hace cuatro años. Sin embargo, cuando cumplen 80 o más años los riesgos aumentan un 50 % en comparación con los que tienen 65 a 69 años.

Esa subida de la posibilidad de caerse con el paso del tiempo también aparece reflejado en los números. Los números enseñan asimismo que todos los años, alrededor de 288.000 personas de diferentes edades sufren caídas que les obliga a acudir a un centro hospitalario, donde permanecen en ocasiones hasta cinco días, sino más.

El doctor Ronald Leong, subdirector encargado de la salud de las personas de la tercera edad en la institución de sanidad Alfred Health de Melbourne, llegó a situar la gravedad de las consecuencias de algunas caídas por encima de la de accidentes de tráfico. Es ahí donde el sanitario y otros profesionales sitúan las causas y las consecuencias de los hechos.

Stephen Lord, profesional especializado en neurociencia en el departamento de investigación sostiene que “desde que los humanos empezamos a caminar como bípedos hace ya seis millones de años los riesgos de caerse han supuesto una constante en cada paso que damos”. “Es un hecho prácticamente hereditario”, sostiene, defendiendo que “hay que estar conscientes de lo que estamos haciendo en cada paso que damos”.

Así, añade un hecho anecdótico sobre los guardias del Palacio de Buckingham (Londres), quienes, pese a aparecer como estatuas, no dejan de moverse. Mueven los tobillos con discreción a través de un movimiento que, según el especialista en neurociencia, tiene nombre propio y consiste en que el cuerpo se mueva alrededor de la cintura.

Los momentos más propensos para caerse

Uno de los momentos más propensos para caerse es el de levantarse por las noches para ir al servicio, debido a la oscuridad, que se suma a la torpeza de las personas en la tercera edad. En estos momentos, lógicamente, la capacidad de reacción del sujeto es mucho menor que en cualquier otro momento del día.

Leong apostilla que "otro factor primordial es monitorear la tensión arterial”, dado que “si es baja también influiría en la deshidratación, un factor que tendría como consecuencia tomar medicamentos que podrían causar mareos y somnolencia". En definitiva, en este caso los riesgos de perder el equilibrio y caerse serían mayores.

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