En cada partido de este Mundial de Qatar, Messi se enfrenta a la historia. A base de mística, pasión, ternura y barrio, el 10 ha ido mirando a la cara a la flaca y susurrándole al oído ‘hoy no’. Escudado por 10 sicarios dispuestos a entregar su vida por su boss. Parece que los jugadores argentinos prefieren ganar el Mundial por Messi antes que por ellos mismos. Imagínense qué tipo de figura puede generar ese comportamiento psicológico entre sus (no) iguales. Y no es un acto de generosidad. Es de rendición.

A los 10 minutos, millones de argentinos han debido sufrir un frío escalofrío recorrer su cuerpo al ver a Leo llevarse la mano a los isquios. Pero Messi es un alma, un ser incorpóreo. Porque a la media hora ya estaba mandando un balón a la escuadra desde el punto de penalti. Un error grave de Croacia, gol de Argentina. Siete minutos después, segundo gran error. 2-0 en el marcador. Dos errores infantiles han servido para que Messi marque su quinto gol del Mundial y Julián Álvarez, su tercero, en lo que ha sido uno de los partidos más plácidos vistos en el Mundial. Con más pinta de fase previa que de semifinales. Ya se vivió todo lo que un espectador le pide a un Mundial en los cuartos de final contra Países Bajos. Uno mendiga el cancherismo constante. Pero esto no es El Marginal.

Quizás Messi estuviera lesionado. Quizás sea lento. Quizás esté mayor. Pero sigue siendo el mejor. Tras protagonizar una jugada maradoniana a cámara lenta, le ha regalado a La Araña Álvarez el 3-0. Al dueño del balón sigue siendo imposible quitárselo. Ni en el potrero ni en un Mundial.

Argentina ya está en la final y espera al ganador del Marruecos - Francia. Hasta el Papa Francisco le está rezando a Alá.