Este domingo 20 de agosto se avecina como un día histórico para el fútbol femenino español. El combinado nacional se enfrenta a Inglaterra en la final del Mundial, tras un torneo histórico en el que las jugadoras españolas se han repuesto de varios golpes para terminar de confirmar que se trata de una generación única e inigualable que no para de derribar barreras. Y es que, independientemente del resultado de este domingo, esta selección ha conseguido ya poner el fútbol femenino, en un país como España en el que fútbol en una pasión compartida y uno de los mayores vínculos de unión entre la gente, en el centro de la sociedad.

Así pues, nombres como el de Alexia Putellas, Aitana Bonmatí, Jenifer Hermoso, Irene Paredes, Olga Carmona, Salma Paralluelo, Mariona Caldentey, Ona Batlle o Catalina Coll -por mencionar solo a algunas- ya han entrado en los libros de la historia del fútbol femenino español. Una extensa lista de jugadoras de élite a las que también hay que sumar a las de otras estrellas como Mapi León, Patri Guijarro, Lola Gallardo o Claudia Pina que finalmente decidieron no participar en el torneo exigiendo cambios a la Federación. Porque no se equivoquen, este éxito nacional no es algo esporádico, sino que el fútbol femenino ha llegado a España para quedarse y para dar un sinfín de alegrías.

Las jugadoras españolas celebrando el gol que les daba el pase a la final del Mundial. EP.

Alba Redondo, mucho más que el gol

No obstante, pese a que estos días se está hablando -y más se va a hablar en el futuro- sobre la enorme influencia que tiene el Barça en la selección (que la tiene y mucho) y lo vital que ha sido para el fútbol femenino que toda una institución como el Real Madrid (con todo lo que significa ese escudo y esa mística en este deporte) haya optado finalmente por subirse a este fenómeno, esta selección española es mucho más que Barça y Real Madrid. Y una de las grandes exponentes de que hay vida más allá de los dos grandes es Alba Redondo. Nacida en Albacete en 1996, y a punto de cumplir 27 años, la manchega se ha ganado por méritos propios ser considerada como una de las jugadoras más prometedoras del escenario internacional. Y no es para menos, puesto que el año pasado, vistiendo los colores del Levante, Redondo se salió del mapa al anotar la friolera de 27 goles y repartir cinco asistencias. En lo que llevamos de Mundial, sus cifras son de tres goles y una asistencia. Números que demuestran el vínculo especial que tiene Redondo con el gol. “Todavía no somos conscientes de lo que acabamos de hacer. Para toda la gente de España y nuestra gente: estamos a 90 minutos de hacer algo muchísimo más gordo de lo que hemos hecho”, afirmaba la manchega tras la victoria en semifinales contra Suecia.

Sin embargo, su legado va más allá de los números. Su pasión, dedicación y perseverancia la han convertido en un icono para las futuras generaciones de futbolistas. Es una líder natural que inspira a sus compañeras a dar lo mejor de sí mismas en cada partido. Su tenacidad y espíritu luchador son palpables en cada movimiento, ya sea persiguiendo un balón perdido o creando oportunidades para su equipo.

La pasión de Alba Redondo por el fútbol comenzó temprano en su vida. Nacida en Albacete en 1996, se sumergió en el mundo del deporte desde su infancia. Aunque sus primeros pasos fueron en la gimnasia, pronto fue claro que el balón sería su destino. A los seis años, Alba decidió cambiar los tapices por el césped, siguiendo el ejemplo de su hermano mayor, quien ya estaba involucrado en el fútbol. Ese fue el punto de partida para una carrera que rápidamente se transformaría en una odisea llena de desafíos, logros y momentos memorables.

Los primeros toques de una estrella

Desde muy temprana edad, mostró un amor innato por el balón y una habilidad excepcional en el campo de juego. Sus primeros pasos los dio en las categorías inferiores del CD Puertollano, donde rápidamente llamó la atención por su destreza y capacidad para marcar goles. Su instinto goleador y su capacidad para desequilibrar a las defensas rivales la hicieron destacar el principio.

El talento de Alba no pasó desapercibido y pronto dio el salto a equipos de mayor nivel. En 2012, a la edad de 17 años, se unió a la Fundación Albacete, un club de la Primera División Femenina española. Fue en este escenario donde su habilidad para anotar goles y su versatilidad en el campo se hicieron aún más evidentes. Ya fuera como extremo, mediapunta o delantera centro, Alba dejaba su marca en cada partido.

Su capacidad para generar oportunidades y su instinto goleador la llevaron a convertirse en una de las máximas goleadoras de la liga. Temporada tras temporada, su cifra de goles aumentaba y se convirtió en una pieza clave para la Fundación Albacete, contribuyendo a llevar al equipo a posiciones competitivas en la liga.

El reconocimiento internacional de Alba Redondo llegó con su convocatoria a la selección nacional española. Debutó con la selección absoluta en 2017 y rápidamente se convirtió en una jugadora imprescindible en el esquema del equipo. Su habilidad para desequilibrar y su visión de juego la hizo una amenaza constante para las defensas rivales.

Una trayectoria que le bastó para que en 2019 el Levante decidiera ficharla para encabezar su proyecto ambicioso. Y el tiempo ha acabado dándole la razón al conjunto granota, puesto que la temporada pasada el cuadro valenciano consiguió quedar en un meritorio tercer puesto (solamente por detrás de Barcelona y Real Madrid) que les permite este año disputar la Champions League femenina.

Un ídolo, un tatuaje y el amor libre como carta de presentación

A menudo, los ídolos de la infancia pueden dejar una impresión duradera que perdura en el tiempo. Alba Redondo tuvo un encuentro revelador con uno de los grandes nombres del fútbol español: Andrés Iniesta. Cuando era una joven promesa, Iniesta participó en un torneo en Fuentealbilla, el pueblo que finalmente se convertiría en el lugar de nacimiento de uno de los centrocampistas más influyentes en la historia del fútbol. En ese encuentro, Andrés dejó su firma en un autógrafo para la joven Alba. Ese gesto no solo se convirtió en un tesoro, sino que también derivó como un faro inspirador en su camino hacia la cima del deporte. La figura de Iniesta se convirtió en un ejemplo tangible de lo que era posible alcanzar a través del trabajo duro y la pasión.

Fuera del campo, Alba Redondo también es una defensora de la autenticidad y el amor en todas sus formas. Una fotografía de ella besando a su novia, Cristina, después de anotar dos goles en el debut ante Zambia se volvió viral. Este acto de amor no solo resalta su relación, sino que también rompe barreras y muestra que el deporte es un espacio inclusivo para todos.

Asimismo, otra cosa que forma parte de la idiosincrasia de Redondo es su tatuaje en el antebrazo que dice “Arriba los corazones”. Una frase dedicada a su tío, el militar José Israel Ferrán Navarro, fallecido en el año 2003 en el trágico accidente del Yak-42. Un tatuaje que no solo le recuerda el legado de su tío, sino que también simboliza la resiliencia y la fortaleza que ha llevado consigo en su carrera. “Todo se lo dedico a él, a mi pareja, familia, y a toda la gente que me sigue siempre”, subrayaba este mismo martes Redondo aún con la emoción en el cuerpo tras el histórico pase a la final.