Quién no conoce su historia está condenado a repetirla, pero parece que desde el gobierno de Rajoy no saben que solucionar las cosas por las bravas supuso la independencia de Cataluña en 1640, del mismo modo parecen ignorar en el gobierno de Carles Puigdemont que Cataluña regresó trece años más tarde debilitada por su decisión.

Por ello y como la ineptitud de uno y otro bando nos ha vuelto a acorralar en el cazurrismo más convulso me atrevo a sugerir una solución, que por supuesto no es mía, si no que como tantas otras cosas… está en los libros de historia.

Para Convergència i Unió y el Partido Popular parece que tales libros solo interesan cuando tienen que apuntalar sus endebles argumentos políticos, pero esa estrategia, además de innecesaria, es tan poco fiable como quienes la defienden,  que recordemos, tienen cierta tendencia natural a mentir (el PP defendía en 2006 el referéndum que hoy condena, y CIU condenaba en 2014 la autodeterminación que hoy defiende).

Por eso no es de extrañar, que cuando en la historia aparezcan argumentos sensatos, unos y otros traten de ocultarlos, no vaya a ser que se imponga el pensamiento crítico  y la población empiece a pensar libremente.

Como digo, la historia no es buena para sostener argumentos pero si resulta inspiradora para crear ideas. Ideas que quizá podrían aportar soluciones integradoras a la situación actual. En este caso me refiero al iberismo. Una corriente política surgida a finales del siglo XVIII y latente con mayor o menor fuerza hasta la actualidad.

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La bandera y el escudo de Iberia fue diseñado por el iberista catalán Sinibaldo Mas y Sanz

Su principal ideólogo fue José Marchena y Ruiz de Cueto, fue un polifacético sevillano graduado en leyes por la universidad de Salamanca y versado en griego, latín, hebreo, filosofíalógicametafísica entre otras disciplinas. Sin embargo y pese a ser una de las mentes más  privilegiadas de nuestro país, fue perseguido por la Inquisición por sus ideas políticas siendo desterrado a Francia en 1792.

Imbuido de las teorías políticas de la Revolución francesa Marchena propuso que la mejor solución tanto para España como para Portugal era fusionarse en un nuevo estado basado en una república federal, algo así como unos Estados Unidos de Iberia.

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Aunque el movimiento ibérico surge en el siglo XVIII,  el célebre escritor Luis Camões ya habla en sus obras indistintamente de Portugal y España como el mismo territorio

En el siglo siguiente, ese movimiento fusionista entre los países ibéricos, volvió a tener sus dificultades, sobre todo por el gobierno absolutista de Fernando VII y el poco inteligente reinado de su hija Isabel II a la que se prefirió casar con su primo homosexual Francisco de Asís, antes que con el rey y emperador Pedro I de Portugal, algo que hubiese acercado las corrientes monárquicas a las teorías iberistas.

No obstante otros movimientos políticos europeos como  el Risorgimento en Italia o la unificación en Alemana, dieron un nuevo impulso a la fusión entre territorios peninsulares y así lo hizo ver con interesantes postulados Sinibaldo Mas y Sanz en su libro “La Iberia: Memoria sobre las ventajas de la unión de Portugal y España”.

Aunque no fue el único libro que defendió tales ideas, Henriques Nogueira publicó “Estudos sobre la Reforma em Portugal” (1851) y Fernando Garrido “Estados Unidos de Iberia” (1881). Además de su carácter aglutinador el iberismo cuenta con otro factor interesante, la amplia formación intelectual de sus ideólogos, Sinibaldo Mas conocía 20 idiomas, fue pintor, fotógrafo y sinólogo. Teófilo Braga fue tipógrafo, abogado, escritor, poeta, etnógrafo y sociólogo.

 

El nivel intelectual de Sinibaldo Mas (inventor incluso de un idioma artificial) es sencillamente incomparable con nuestro panorama político actual

Así podríamos citar otros célebres iberistas cuyo denominador común fue una inteligencia fuera de lo común. Una característica que avergonzaría a los causantes del problema catalán y que demostraría, otra vez más, que la línea que en estos días está en juego, no es la frontera separa territorios sino la línea que es capaz de alcanzar (o no) la mente de nuestros dirigentes.