La perplejidad del siniestro paseante de La Gaceta la plasmaba en una pregunta de innegable -aunque sólo fingida- contradicción: “Si el mundo está indignado, quiere el socialismo mundial, el fin del capitalismo, y el centro del mundo es España. ¿Cómo, entonces, va a votar derecha por abrumadora mayoría? ¿Qué pasó, entonces, el sábado?”

La trampa de esta falacia está, justamente, en la afirmación de que una aplastante mayoría de los votantes españoles se va a inclinar por una opción de derechas. Los mismos sondeos que vaticinan la victoria del Partido Popular el próximo 20-N, indican que el número de indecisos se cifra en torno al 30% de los votantes y que la participación prevista en los comicios se espera que sea alrededor del 70%, cinco puntos menos que en 2008. Pero, con ser estos datos importantes, lo más relevante de los estudios demoscópicos realizados radica en que el elevado número de indecisos y la baja participación afectan principalmente al PSOE pues los votantes del Partido Popular declaran una fidelidad de voto muy superior a la de los socialistas, un 90% frente a un 60%.

Así pues, aunque se lo tome con cierta sorna el excursionista de la izquierda -o tal vez lo haga porque conoce sus causas- el movimiento de los indignados -a pesar de que Aznar lo califique de “extrema izquierda radical”- a quien perjudica notablemente es a la propia izquierda y, sobre todo, a su representante mayoritario el PSOE.

El desencanto y la indignación de los ciudadanos por los efectos de la crisis que padecemos, y cuya plasmación más evidente y pública es el movimiento del 15-M, desmotiva el voto de los progresistas que están lógicamente desilusionados con los dirigentes que no han sabido -o que no han podido- responder con sus políticas a sus credenciales de izquierdas. Y el único partido beneficiado por la abstención o por el voto en blanco, nulo y fragmentado en pequeños partidos que irán al limbo de la inutilidad, será la derecha representada por el Partido Popular.

Este es el vaticinio que con toda probabilidad, según todos los sondeos, será realidad el 20-N. Que la indignación de una gran parte de la ciudadanía entregará el poder a los que, a buen seguro, serán los verdugos de sus escuálidas esperanzas. Entonces vendrá el llorar y crujir de dientes pero ya no tendrá arreglo y sólo quedará la satisfacción de haber castigado a los que, en momentos de excepcional dificultad en todo el mundo, defraudaron sus, posiblemente, irrealizables expectativas.



Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas