En España tenemos una buena sanidad. No es en realidad gratuita como gusta proclamar a algunos políticos. La pagamos durante nuestra vida laboral y compensamos la poca salud de unos con la fortaleza corporal de otros. Pero añadir al enfermo la obligación de aportar dinero para cada visita médica o para cada urgencia, es una decisión decididamente perversa. Se transige con los paraísos fiscales, no se implanta la tasa Tobin, no se le exige a los bancos que aporten parte de sus beneficios para sostener el estado de bienestar, se permiten sueldos escandalosos a los jerarcas bancarios y a algunos políticos, pero se le exige al enfermo, pobre entre los pobres, que arrime económicamente el hombro para recaudar un dinero que nos permita congraciarnos con los mercados.
Mariano Rajoy, el silencioso, promete que tendremos el estado de bienestar que podamos pagar. Dicho con más sinceridad: desaparecerá el estado de bienestar propiamente dicho y disfrutará de sus beneficios el que pueda pagarlos. Ante el altar de los mercados, España, como ahora Italia, sacrificará a los más pobres para calmar su sed de dinero. No niego que la sanidad española está exigiendo una reordenación que haga tomar conciencia a la ciudadanía del tremendo gasto sanitario, innecesario con frecuencia, de unas urgencias a las que algunos acuden por un dolor de muelas obstaculizando la atención que urge para enfermos cuya vida depende de la rapidez de la atención recibida. Pero para paliar ambas cosas cabe la educación antes que la aportación económica. La educación vial ha hecho descender el número de víctima en carretera. La educación sanitaria nos llevará a tomar conciencia de la necesidad de cuidar lo que es de todos en beneficio de todos.
¿Pagarán la asistencia sanitaria las agencias de calificación, las hipotecas basura, los bancos que han ocasionado la crisis en la que vivimos con sus perfectos cálculos de beneficios, unos bancos salvados con el dinero de todos, que ahora obtienen grandes beneficios al tiempo que racanean los préstamos que salvarían a pequeños empresarios, a emprendedores, a una juventud abocada al paro, al desengaño, al sinsentido?
La sanidad, la enseñanza, la investigación, la universidad, la seguridad y todo lo que conforma un estado de bienestar que tanto nos ha costado conseguir se convertirán en patrimonio de los poderosos.
Señor millonario, que Usted lo pase bien
Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com