La usura, la especulación más descarada de unos cuantos nos han arrastrado a esta situación. El mundo hecho pedazos, incapaz de soportar el impacto de tanto disparo telescópico, mantiene intactas las jaulas de oro de unos pocos potentados. Y son estos los que descaradamente nos dicen ahora que debemos adelgazar el alma para remontar las constantes vitales de una existencia que apenas vale la pena. El domingo con cerveza, tres naranjas al día, escuela con técnicas actualizadas, residencias para viejos que se mueren de viejos pacientes de una historia dolorosa de guerras y exterminio, sanidad paliativa para las noches largas de hospitales, muerte digna de comunión con la tierra. Debemos renunciar a nuestra tarea de ser libres para ser simplemente esclavos de los señores del mundo.
Esto no es demagogia. Simplemente es tristeza infinita. No sé si tendrá pulso todavía. El mundo por el suelo sin nadie que lo recoja. En la puerta de nadie abandonado. Sin un beso boca a boca que le rehaga el equilibrio.
Póngame un café caliente, por favor. Si tengo fuerzas quiero vivir como un humano sin que nadie me rompa el mundo contra los ojos.
Rafael Fernando Navarro es filósofo
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