La desmoralización colectiva producida por la desvalorización del trabajo aumenta los colmillos del vampiro. El aumento diacrónico de la EPA invita al empresario a mirar en el sudor del obrero las oportunidades de su competitividad. Es precisamente esta ventaja económica en la balanza del poder la que alimenta la dialéctica de la huelga general. Hoy más que ayer, los parados de Rosell suben los sables desde la fila del INEM para romper los barrotes de la jaula existencial que priva de libertad sus deseos de consumir. La falta de valor del factor trabajo por los aumentos de la reserva marxista y las dificultades de su alcance siembran las semillas del abuso de poder en la tripulación que en su día embarcó en la ruta de Rajoy.
Hoy la alfombra del paro. Aquella que le sirvió a don Mariano para pisar los peldaños de la Moncloa se halla manchada por el polvo levantado tras el carruaje de los mercados. La misma alfombra que fue decorada por las rosas de la izquierda es recogida por los puños neoliberales de la derecha. Hoy solo queda mirar debajo de aquella tela roja y recoger las migajas que las capas de la nobleza arrojan desde la ventana de su carroza a su paso por Europa.
Abel Ros es autor del blog El Rincón de la crítica