Suscribo lo afirmado por el Fiscal Luis Navajas recientemente cuando, refiriéndose al magistrado Luciano Varela,  calificaba su instrucción de “absolutamente insólita e insostenible“, llegando a afirmar que en 36 años de ejercicio profesional no había visto nada igual. Por mi parte puedo afirmar que en 37 años y cinco meses practicando la abogacía ningún juez me ha devuelto un solo escrito dándome indicaciones de cómo debería redactarlo para conseguir el resultado pretendido, entre otras razones porque ni la Ley de Enjuiciamiento Criminal ni la propia doctrina del Tribunal Supremo lo permiten.

En democracia el principio de seguridad jurídica  adquiere una especial relevancia para que el estado de Derecho se consolide y sea respetado por todos. Pero cuando tal principio se fractura aplicando la “doctrina Botín” o la “doctrina Atutxa” según les convenga,  comenzamos un camino sin retorno que conduce a la nada; y la nada es injusticia, abuso de poder,  dictadura, totalitarismo; y de aquí a la inquisición solamente hay un paso, que parece hemos dado esta misma mañana.

En el juicio por tener el atrevimiento de investigar los crímenes del franquismo, hoy Garzón se negó a contestar a las  acusaciones particulares por entender que no estaban legitimadas para acusarle, y fundamentó su defensa en el hecho de que como juez estaba “obligado” a investigar por entender que había existido una sistemática  eliminación de personas durante la dictadura de Francisco Franco, afirmando que los delitos contra la humanidad nunca prescriben; llegando a comparar su instrucción con la llevada a cabo el magistrado Ismael Moreno sobre “criminales de guerra nazis” sin la oposición del fiscal; y manteniendo que había actuado como  lo hizo en el caso Pinochet.

En la calle cientos de personas pedían justicia, sospechando que el Tribunal Supremo lo tiene todo atado y bien atado, y que la máquina judicial, desbocada por el ajuste de cuentas y la venganza, no se detendrá hasta acabar con la carrera judicial de Garzón; aunque no pueden juzgar su prestigio y su decencia, y eso les duele, y mucho, a quienes tras cumplir hoy con su “deber”, volverán a sus casas en soledad, y hasta es posible que con remordimientos de conciencia. Un juez puede equivocarse, y no por ello se convierte en un delincuente, pero si actúa por vendetta al margen de sus principios, ¿en qué se convierte?. Que cada uno busque la respuesta más adecuada.

Por cierto, la justicia no tiene dueño, es de todos y nadie puede apropiarse de ella en un sistema democrático, que cada vez parece serlo menos.

Fernando de Silva es abogado y autor del blog SInLaVeniA