El Festival de Sitges 2025 continúa demostrando por qué sigue siendo la gran cita del cine fantástico y de terror. Entre lágrimas, vísceras y reflexiones sobre el amor o la familia, esta edición está ofreciendo una mezcla de emociones que confirma la buena salud del género.

Lo primero que hemos visto es Life of Chuck, la nueva película de Mike Flanagan. Dividida en tres actos, narra los sinsabores y alegrías de una vida con esa sensibilidad que tanto caracteriza al director. Flanagan vuelve a firmar una obra que emociona tanto como inquieta. Una historia preciosa sobre la fugacidad de la existencia, de esas con las que sueltas alguna lágrima. 

El tono cambió con Exit 8, una propuesta de terror psicológico donde un hombre queda atrapado en un pasillo del metro infinito y tiene que buscar la forma de escapar, mientras vemos cómo se refleja en esto el miedo a la paternidad y a la toma de decisiones. A pesar de lo repetitivo que puede resultar el uso del sonido y la dinámica narrativa, destaca por cómo hace partícipe al espectador con las normas de ese universo, con un arranque que homenajea al videojuego homónimo en el que se basa y un cierre igual de digno, capaces de mantener la tensión y el interés hasta el final.

También se ha podido ver Silencio, la nueva serie de Eduardo Casanova. Provocadora, excesiva, soez y visualmente deslumbrante. En esta ocasión, el director combina humor negro, erotismo y sangre para dignificar a las personas con VIH a través de la figura del vampiro. Una combinación de elementos que la hacen destacar. 

El festival también está dejando espacio para el amor (y el horror) y un ejemplo práctico es Together, una obra que aborda la dependencia emocional en las relaciones de pareja desde un enfoque tan pasional como retorcido. Con un body horror fascinante, la película reflexiona sobre la rutina, el miedo a la soledad y la necesidad de afecto, sumado a un humor corrosivo que la convierte en una de las propuestas más disfrutables del certamen.

Más irregular ha resultado Death of a Unicorn, que parte de una idea tan extravagante como atractiva: un padre y una hija enfrentándose a unicornios letales mientras intentan reconciliar sus diferencias. Sin embargo, sus problemas de ritmo lastran el resultado final.

En el terreno más oscuro, It Ends propone un coming of age nihilista sobre la resignación de la vida adulta. Aunque su desarrollo se vuelve denso en el nudo, deja una sensación amarga y poderosa, con el mérito de haber añadido cierta comedia en algunos momentos. 

No todas las propuestas están convenciendo y Trapped es un ejemplo. Un thriller chino que se ha convertido en una de las decepciones más sonadas por su ritmo plano y falta de rumbo narrativo. 

Good Boy equilibró la balanza con un cuento de fantasmas visualmente impecable, rodado con un mimo que se percibe en cada composición del plano. Y además Indy, el perro, sorprende porque parece que esté actuando de tal modo que, si no fuera evidente que los perros no actúan, engañaría a todo el mundo. También Honey Bunch, aunque irregular, llama la atención por la profunda perversión que se esconde tras una supuesta historia de amor. Un apartado técnico al que no le hace justicia un guión que mezcla ciencia ficción con un intenso drama que quiere abarcar demasiado.

Por otro lado, Opus es una simpática película que aborda el fenómeno fan como una secta. Con pinceladas que recuerdan a The Menu, pero sin estar tan bien perfilada. 

Lo último que hemos visto ha sido No Other Choice, de Park Chan-Wook, posiblemente la película con más humor del director. Un thriller donde un hombre hará cualquier cosa para mantener la economía familiar.