Voy a ir al grano, creo. Me liaré, puede que sí, pero puede que no. Vale, lo que me gusta de estas entrevistas que hemos hecho es que he visto a gente concienzuda y concienciada con lo que es la sociedad en la que vivimos y con lo que creo que nos podemos reflejar la mayoría de las personas que vivimos en este planeta. Vamos, la clase media obrera que siente que esta época del año que viene le parece que el consumismo se acelera. Son pocos los que pueden gastar sin pensar. Pero somos todos los que nos podemos sentir como Rosalía: “Que jo sé que he nascut per ser milionària com si plogués llençant els bitllets pels aires”. La que no sepa catalán que se apriete porque se intuye, y la que sí, pues todo dicho.
Todos los años nos adentramos en esta recta final que empieza en noviembre, que viene después de habernos dejado nuestros ahorros en verano en vacaciones y que termina en la cuesta de enero. ¿Cómo puede empezar el año con una cuesta?
Pensaba yo que a la hora de preguntar a la gente, todos me iban a decir que esta es la época del año en la que más gastan, pero he visto a unas personas, que son el reflejo de una sociedad, que a cierto punto está un poco ahogada. He visto a gente coherente con su realidad que sabe que la Navidad es la época del consumismo masivo. Gastar y gastar hasta la cartera vaciar. ¡Pero no! La gente sabe ya que estamos dentro del redil y que esta es una trampa de las grandes empresas para que nos dejemos el dinero que tenemos en regalos y fiestas. ¿Que por qué tienen que ser ahora? ¿Por qué vosotros lo digáis? Porque, en realidad, es que podemos celebrarnos en cualquier época del año. Soy la primera que disfruta gastando, y aunque me cueste admitirlo, gasto para sentirme mejor.
Por otro lado, he visto a gente entendiendo que las empresas grandes son las que al final se lucran mayoritariamente con todo este esperpento. Y que deciden dejarse su dinero, que tanto les ha costado ganar, en el pequeño comercio y en la artesanía única que nos puede ofrecer todo aquello que no encontramos en cada esquina de cada ciudad o país al que vamos. Al final, lo que me puedo comprar en el centro de Madrid es lo mismo que me puedo comprar en el centro de Berlín, de Barcelona, de Burgos, de Mallorca o de Estambul. Pero si ahondamos un poco más en las calles de cada sitio, podemos descubrir cosas únicas que nos ofrecen esos lugares y que no nos ofrecerían nada más que ellos. Lo auténtico y verdadero de allí a donde vamos.
Viene época de disfrute y alegría que se enmascara en un consumismo desmedido. Por ello no tenemos que dejar de consumir, pero tenemos que consumir con motivo y razón. No perder el norte tirando el dinero al azar, sino entregándoselo a aquello donde queremos disfrutarlo.
Esta época es como la propina que le dejas a un camarero. A un camarero, pero no a un panadero. A un camarero, pero no a un tendero. Deja propina a los camareros, pero valora el que la dejas; agradezcamos que la podemos dejar y también valoremos que hay más sitios que se lo merecen y a los que nunca se la dejamos. Hay más donde parece que solo está lo mismo de siempre.
Yo os escribo desde mi ordenador Mac del 2018 Airpro13 con teclas de mariposa, del cual tengo el teclado roto porque el otro día lo tiré desde mi cama cuando me quedaba dormido viendo un anime. No lo puedo arreglar y mucho menos comprarme otro. Pues lo mismo, regalarme un teclado nuevo, aunque me cueste, me aporta más que comprarme cualquier trapo que vaya a pasar de moda solo por el hecho de que es algo nuevo. Construyamos sobre lo que tenemos y no dejemos que la inercia del torrente que nos arrastra en estas fechas a gastar lo que tenemos, con la esperanza de que nos toque la lotería y recuperarlo, haga que perdamos lo que ha estado siempre con nosotros y que pierde su brillo porque no está en la calle principal por la que pasamos con un escaparate lleno de luces que nos ciega para no ver más allá. La familia, los amigos y los regalos siempre están, sea la época que sea. Pase lo que pase. Lo que compramos es perecedero, normalmente, en su mayoría.
Quiero terminar este artículo con una cita en latín que leí el otro día en el museo arqueológico de Cuenca y que dije, joder, viene al caso total y tiene cientos de años: "OMNIA OPERA MORTALIA MORTALITATE DAMNATA SUNT. INTER PERITURA VIVIMUS (Trad. Libre: Todas las obras humanas están condenadas a la muerte. Vivimos entre cosas perecederas)”. Parece triste y deprimente a la hora de terminar el artículo, pero dadle una vuelta. Cuando acabe nuestro paseo por esta tierra, nos quedarán aquellos momentos que les hayamos regalado a la gente que queremos, no aquello que va envuelto en papel de regalo y que pueda perderse en una mudanza. Queda con tu abuela. Un beso navideño, mis cielos.