El otro día, una amiga mía, después de haber leído mi primer artículo me dijo que, bueno... que era algo que ya había leído, que hablaba desde un punto muy de confort intentando agradar y no parecer el impostor que me siento, ya que no he estudiado periodismo. Me dijo que le gustaría leerme escribiendo desde la alcantarilla en la que estoy, buscándome la vida y ahogada por sobrevivir en una ciudad que estoy sufriendo.
No vivo en una alcantarilla. ¡Menos mal! Pero sí, que si me echan de mi piso me tendría que plantear quizás meterme en una. Tengo la suerte de que vivo en un piso en la zona centro de Madrid, comparto con tres amigas y mi gato, y pago un alquiler irrisorio porque a mi casero no le ha dado por especular y montar un piso turístico. También os podéis hacer una idea de las condiciones en las que estará la infraestructura. Moho en el baño al que se le da una capa de pintura y se queda bonito hasta el año que viene, puertas que no encajan por el paso del tiempo, ventanas que no cierran y dejan pasar el frío en invierno y el calor en verano y, por supuesto, no aíslan del ruido en ninguna época del año. Mirad, el camión de la basura pasa por mi calle todas las noches y le escucho de tal manera que parece que el señor basurero va a cogerme del tobillo para tirarme directamente al contenedor.
No me puedo quejar, porque quejarme implica la posibilidad de que me manden a tomar por saco a la calle. Tengo la suerte de que vivo en Madrid y mi familia es de aquí, por lo cual podría volver a casa de mis padres. ¡Aunque lleve currándome mi independencia desde los veintidós años! Podría irme a casa de alguna amiga, amigo o amigue SIN PROBLEMA, pero eso es un roto pa' un descosío. Podría irme al piso de mis abuelos en la playa, pero solo hasta que llegue el verano que somos muchos en la familia y todas queremos disfrutarlo en vacaciones. ¿Pero la cuestión? La cuestión es que tengo que estar calladita sin dar mucho problema porque si me echan de este piso no tengo acceso a otro para seguir siendo independiente. Tengo que agradecer a mi casero que sea coherente (“Oye, gracias!” - Y no hay ironía) y aguantar hasta poder encontrar una estabilidad económica en la que pueda ganar, calculo que casi 3000€ mensuales netos, y gastarme la mitad en pagar un alquiler, ojalá incluidos gastos, para poder vivir, ojalá que sola. Bueno, con mi gato.
Preguntando en la calle, para este video en concreto, ha sido bastante inquietante encontrarnos un Madrid en el que, prácticamente, no había gente que viviera en Madrid. Todos nuestros acercamientos para poder conseguir a los entrevistados eran o a turistas o a gente que se iba corriendo porque entraban a trabajar en el turno de tarde. Por lo cual, como bien diría Carrie Bradshaw: “No puedo evitar preguntarme… En una ciudad en la que todo el mundo que veo trabaja y, también, todo está lleno de turistas ¿Dónde quedo yo queriendo tener un piso increíble pero a un precio decente?” ¡Pues nena! Me tendré que meter en la alcantarilla de la que os hablaba al principio del artículo y, con suerte, encontrarme a las Tortugas Ninja y preguntarles si hacen coachsurfing. Pero esto no es Nueva York y no soy Carrie Bradshaw. Mi armario no está lleno de tacones y no tengo un maestro rata mutante. Y tampoco quiero un piso increíble, quiero un piso. Soy una personita más que juega en el tablero del capitalismo y que hace malabares para llegar a fin de mes intentando pagarse sus sueños para que la vida no haga que quiera meter el pie entre coche y andén y, así, tener una causa justificada para no currármelo.
La gente estamos hasta el c*ñ*. Los ciudadanos de a pie estamos hartos. Queremos una regulación. Y hay políticos que saben cuáles son las medidas. Y, luego, hay políticos que tienen el poder. Y no son los mismos. Solo juegan al “Sálvame Limón” y usan las cámaras para hacerse fotos en vez de para buscar un futuro digno para sus contribuyentes.
Lo que sí os digo, es que creo que seríamos capaces de conseguir este futuro menos agobiado. Pero, también creo, que este futuro viene dado de la mano de huelgas, manifestaciones y contenedores quemados. Si no hay revolución… no hay cambio. La esperanza está en que queramos cambiar las cosas. Vamos, o esto o esperamos a 2055 y seguir compartiendo piso y recogiendo los calzoncillos de nuestro compañero. Yo prefiero quemar un contenedor a tiempo. ¡Que parece que solo nos revolucionamos por la portada del nuevo disco de Rosalía! ¡Oye, que no quita que la amo!
P.D.: Si defendemos nuestros derechos como los forofos defienden la identidad de sus equipos… en cuestión de una temporada todos tendríamos un techo.