“Lo que no quiero es estar perdiendo mi vida en algo que no me da para vivir”. Esto alega una de las personas entrevistadas en el video al que se añade este artículo y no puedo estar más de acuerdo. No vengo aquí a daros datos, sino a reflexionar sobre lo que opina la gente que vive y trabaja en la Comunidad de Madrid.
Madrid es una ciudad que cada día se vuelve más hostil. Hostil para todas las que queremos vivir en ella de una manera digna y, además, como si de una locura se tratase, poder disfrutarla y sacarle el jugo a todo lo que nos ofrece. Pero, la realidad, es que esta capital nos está expulsando. Suben los alquileres y no se regula, sube el carro de la compra, suben los servicios de ocio y sube hasta la latita tímida que te tomabas con tus amigos en las escalerillas de La Latina… ¿Normal, no? La ley de la oferta y la demanda. ¿Pero por qué no nos ofertan un salario acorde a la vida que tenemos que afrontar? No es tan loco pedir que me pagues lo mínimo que me dé para no vivir asfixiado y poder trabajar - porque la gente tiene que trabajar - y que después de sus seis, ocho o doce horas de jornada se puedan ir a una terraza a tomarse una cerveza sin alcohol - que las resacas ya van pesando - y solucionar el mundo con las amigas o echar un ojo a la cartelera para ver la última película de la que todos hablan y que al parecer está tan bien.
Desde hace ya un tiempo venimos escuchando la típica frase: “Los jóvenes no quieren trabajar”. ¡NO! ¡NO ES VERDAD! Los jóvenes y todo el mundo NO quieren trabajar. NADIE quiere trabajar. Y si alguien te dice que sí… ¡Duda! Trabajamos porque TENEMOS que trabajar. Hemos creado esta sociedad y tenemos que jugar dentro de estas reglas si queremos vivir en ella. Lo de irse a una isla o plantarse en medio del bosque y emprender una nueva vida lejos de la sociedad es una utopía para muchos. Los jóvenes queremos trabajar porque tenemos que trabajar y porque queremos vivir. Y, para vivir, lamentablemente, en muchos lugares del mundo, necesitamos dinero (uno de los inventos del ser humano que más que ayudar, condena… pero eso ya para otro momento).
Cada día veo, cosa que me da esperanza, a una juventud inconformista con ganas de cambiar las reglas del juego que nos han impuesto. Veo a unos millenials que se atreven a cambiar sus vidas, dejar sus trabajos y apostar por un futuro diferente al que apostaron cuando estudiaron en la época de la titulitis en la que sin título universitario parecía que te iban a escupir por la calle. Quisiera, si lees esto y te sientes identificado-a-e, animarte a que luches por tus derechos laborales y que no te calles las injusticias que vivas en tu entorno laboral. La empresa siempre gana, la empresa se sabe las normas y por eso sabe cómo poner las trampas. Nosotras, que a veces pecamos de pavas, somos las que tenemos que leer nuestros convenios. Tenemos que ganarles terreno y no dejar que nos toreen.
Estamos en una era de gran cambio social que parece que viene todo de golpe, pero no podemos acordarnos porque pasen otras injusticias en el mundo. Tenemos que acabar con esas y también con las nuestras. Y si te despiden, pues te reinventas. Y si quieres más dinero, pues lo pides. El 'no' ya lo tenemos. ¿Qué es lo peor que puede pasar? A ver, no nos volvamos locas, pensemos y hagamos en consecuencia. Pero trabajemos para vivir, no vivamos para trabajar, que ya lo dijo Amaral sobre su amigo Carlos que le contó que a su hermana Isabel la echaron del trabajo sin saber por qué y no le dieron ni las gracias porque estaba sin contrato. Así que aquella misma tarde fueron a celebrarlo.
Celebremos el luchar por nuestros derechos y que no nos cueste ganar terreno.