La historia de España está llena de crímenes sin resolver. Magnicidios incluso que afectaron a presidentes del gobierno, como el general Prim, siguen planteando dudas sobre quien o quienes ordenaron ciertas muertes.

Precisamente este año se cumplen 400 años de uno de estos asesinatos. El asesinato de un gran aristócrata, que no solo sigue sin solución, también tiene un aliciente muy especial, puesto que el principal sospechoso sigue siendo nada menos que el rey Felipe IV y el móvil: un asunto de celos amorosos.

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A los 17 años Felipe IV vivía bajo la innegable influencia del conde duque de Olivares, un noble con pocos escrúpulos para llegar al poder y menos aún para conservarlo

La vida del conde de Villamediana

La novelesca vida de Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, no podía tener otro final, morir asesinado en plena Calle Mayor de Madrid el 21 de agosto de 1622. Tan juerguista como buen escritor, fue admirado por Góngora y Cervantes, tan hábil con los naipes como escribiendo comedias… Este contraste fue permanente en su vida, de modo que podríamos hablar de él como un verdadero coleccionista de arte... (con obra de Tiziano y Caravaggio en su palacio) a la par que uno de los mayores poetas satíricos del momento, capaz de cargar tintas, contra el gobierno, otros nobles, el clero, la policía y no pocos escritores… En definitiva, un provocador nato que terminó siendo desterrado dos veces de la corte (una de ellas por desplumar al rey Felipe III en una partida de cartas).

Mientras tanto la situación política era un auténtico nido de víboras, el duque de Lerma (valido de Felipe III y en muchas ocasiones con más poder  que el monarca), acabó siendo traicionado por su propio hijo, el duque de Uceda, destapándose así todo un escándalo de corrupción (que ya había denunciado Villamediana en sus sátiras). Esa caída en desgracia de Lerma propició que entrasen al mando Baltasar de Zúñiga y su sobrino Gaspar de Guzmán (el futuro conde duque de Olivares).

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El duque de Lerma, gran patriarca de la corrupción española fue derrocado en un ambiente de traiciones y muertes digno de las peores vendettas mafiosas

Y por si esto fuera poco, pasados unos meses el rey Felipe III murió de una manera tan repentina como propicia para el nuevo gobierno. Así Zúñiga y Olivares se hicieron con los principales puestos en la iglesia, los juzgados, las fuerzas del orden… y por su puesto con la voluntad del nuevo rey, un joven Felipe IV que llegó al trono sin haber cumplido aún los 17 años.

La relación entre el futuro conde duque de Olivares y el joven monarca era casi de pupilo y maestro, pues desde hacía varios años este noble se había encargado de satisfacer todos los caprichos del príncipe, entre otros retirar de su servicio a los profesores poco amigos de las fiestas y la vida nocturna del joven.

La confianza total de Felipe IV hacia Olivares se demuestra con el ascenso meteórico que tuvo el noble en todo tipo de cargos, caballerizo mayor, grande de España… En definitiva, cuando Villamediana regresó al panorama político las cosas estaban para pocas bromas. Varias muertes, como la de Francisco Xuara o la del propio Baltasar de Zúñiga (tan repentina y propicia como la de Felipe III) fueron atribuidas a Olivares. Algo que explicaría porqué en los satíricos versos de Villamediana nunca se habla mal del todopoderoso conde duque.

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El poder omnímodo del rey era fácilmente dominado por Olivares, solo hacía falta encontrar un motivo para que un joven de 17 años, como era Felipe IV, diese su beneplácito en semejante magnicidio

Sin embargo, algo debió ocurrir entre 1621 y 1622 para que Villamediana estuviese en el punto de mira. Infinidad de leyendas dicen que si el conde galanteaba a la joven reina Isabel de Borbón, que si cortejó a una amante del rey… pero no hay pruebas contundentes, tan solo eso, habladurías. Por el contrario, lo que queda meridianamente claro es que la muerte de Villamediana partió de las más altas esferas del gobierno.

¿Por qué sabemos esto? La respuesta está en los documentos judiciales. Tras la muerte de Villamediana el licenciado Fernando Ramírez Fariña abrió un juicio contra varios jóvenes en Madrid por ser presuntamente homosexuales (algo penado con la muerte en la época) y ¡oh casualidad! dos de ellos resultaron ser criados de Villamediana.

Esto propició que se difundiese el rumor de que quizá el conde también andaba en aquellos devaneos y su muerte, fuese cual fuese el móvil, había venido bien para salvar la honra familiar.

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Recreación de cómo pudo ser el aspecto del conde de Villamediana según las descripciones de la época

Así perduró centurias hasta que en el siglo XX el escritor Luis Rosales encontró en el archivo de Simancas un documento en el que el juez Fariña protestaba porque sus servicios en el proceso de Villamediana no habían sido recompensados por el Conde Duque de Olivares.

Algo que nos lleva a la siguientes preguntas: ¿Por qué Olivares trató de difundir la paparrucha de que Villamediana era homosexual? ¿Trataba de ocultar algo diametralmente opuesto? ¿Quién tenía poder entonces para manipular incluso a los jueces? ¿Por qué después de 400 años este crimen sigue sin ser resuelto?

Leyendas y Góngora

En este caso, leyendas y documentos históricos apuntan en una misma dirección y unos versos atribuidos a Góngora así lo ejemplifican:

“Mentidero de Madrid
decidnos ¿quién mató al conde?
ni se sabe, ni se esconde
sin discurso discurrid:
dicen que le mató el Cid,
por ser el conde lozano;
¡disparate chabacano!
la verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano”.