Prólogo de Enric Sopena

Mirando el presente en el espejo de la historia se encuentran, además de indicios para entender lo que nos pasa, algunas semejanzas con nuestra realidad. En este sentido, Juan Prim, militar, político y estadista es un personaje fascinante por su actuación contradictoria en muchas ocasiones, pero caracterizada por su tenacidad que, si le permitió navegar en aguas procelosas cambiando incluso de partido o abrazando aliados que antes fueron rivales, también le facilitó alcanzar sonoros triunfos.

Destacó su amor indudable a Cataluña, aunque se le atribuyeron episodios de represión que tardaron en olvidarse como el bombardeo de Barcelona en 1843. Aun así, se lo perdonaron hasta el punto de qué tras su triunfal regreso de la guerra de Marruecos, la ciudad de Reus le reconoció como su hijo más querido

En este aspecto, el ministro de Alfonso XIII y luego diputado republicano Françesc Cambó dijo de él: "Entre otras cualidades eminentes que hoy todos reconocemos en Prim, yo encuentro una que me lo hace aún más admirable: la de haber sido el amigo catalán que, domiciliado en Madrid y participando directamente como lo hizo en la política general española, no se descatalanizó ni lo más mínimo".

Si en Barcelona Prim disfrutaba del fervor popular, era el centro de atención la mayoría de publicaciones de la Ciudad Condal, no ocurría igual en Madrid. No debió ser ajeno a todo ello ni la defensa de su tierra ni su propio talante belicoso y soberbio.

Apenas llegado a la capital para tomar posesión de su escaño como diputado por Tarragona, dejó claro su empeño en advertir cuál sería su posición. Algo que le serviría en la guerra y en la paz: "Prim no cede en sus opiniones ni a jefes, ni a ministros, ni a reyes, ni al eterno Padre cuando cree tener razón" (Tal como recoge el diario de sesiones del Congreso).

Pero si alguna frase ha quedado en el imaginario colectivo es la pronunciada por Prim en 1868 durante La Gloriosa, cuando arengó a los sublevados de Cádiz: "Gaditanos, ¡Viva la libertad!" Es pues esta la historia de un militar intrépido, un político astuto y un hombre pertinaz que dejó huella en el destino de la nación.

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Miguel Zorita

Pocas palabras han sido tan manipuladas en la historia como la palabra "libertad", sin embargo, hubo un momento concreto en el que se gritó "¡Viva la libertad! ¡Viva España con honra!" para condenar oligarquías, redes clientelares..., en definitiva las cúpulas del poder.
Tendríamos que remontarnos al mediodía del 18 de septiembre de 1868, cuando dos fragatas, la Zaragoza y la Villa de Madrid, lanzaron una salva de 21 cañonazos en la bahía de Cádiz. Era la señal inequívoca de que el pronunciamiento contra la reina Isabel II había comenzado.
En la fragata Zaragoza había dos hombres claves, un alférez y un general. El primero de ellos, gritó: "¡Viva la reina!" a lo cual el general replicó: "¡Viva la libertad! ¡Viva España con honra! ¡Viva la soberanía nacional!" Solo con esa frase, aquel general (que no era otro que el mismísimo Juan Prim) transformó un golpe de estado en una revolución.

La versión que Prim proponía de una España libre de oligarquías le permitía introducir en sus discursos con la misma soltura Viva España que Visca Espanya
La versión que Prim proponía de una España libre de oligarquías le permitía introducir en sus discursos con la misma soltura "Viva España" que "Visca Espanya"

Lo primero que escama de este episodio es que, si se trataba de un golpe contra Isabel II, alguien gritase "¡Viva la reina!". Evidentemente no se estaba haciendo referencia a esa monarca sino a su hermana, Luisa Fernanda.
Aunque no es muy conocido, el pronunciamiento de Cádiz, el 18 de julio de 1868, no se ideó como un cambio de dinastía, simplemente se pensó como un cambalache de reinas. Quitar a Isabel II para poner a su hermana Luisa Fernanda.
El plan se llevaba gestando desde hacía años. Los dos grandes partidos existentes, los unionistas (capitaneados por O´Donnell) y los progresistas (encabezados por Prim), estaban hartos de los desmanes de Isabel II y por ello 16 de agosto 1866 llegaron a un acuerdo en el famoso pacto de Ostende.
En dicha alianza había dos ideas claras: Destruir todo lo existente en las altas esferas del poder y nombrar una asamblea constituyente elegida por sufragio universal directo.
Los unionistas vieron en este pacto una fórmula de ganar apoyos pero en absoluto compartían la idea de cambiar la cúpula del poder, el caso más evidente es que el propio general Serrano (heredero de O'donnell en el liderazgo de los unionistas) se beneficiaba de las ayudas del gobierno a sus empresas privadas.
A la muerte de O´Donnell, el general Serrano se convirtió en la cabeza visible de los unionistas

A la muerte de O´Donnell, el general Serrano se convirtió en la cabeza visible de los unionistas.

Precisamente por ello en enero de 1868, los unionistas por medio del general Fernando Fernández de Córdoba, expusieron a Luisa Fernanda y a su esposo, el duque de Montpensier, las verdaderas intenciones de este partido: Coronar a este matrimonio tras derrocar a Isabel II.
Si faltaba tensión en toda esta situación política, el 23 de abril de 1868 murió Narváez, haciendo más vulnerable la situación de la reina que se veía entonces desvalida de su férrea mano derecha.
Era un momento ideal para los unionistas, pero algo salió mal. El 7 de julio, el presidente del consejo de ministros, Luis González Bravo, firmó una real Orden con la que desterraba de España a los duques de Montpensier y fuera de la península al general Serrano.

La fortuna de Antonio de Orleans, duque de Montpensier y de su esposa Luisa Fernanda, fue clave para financiar los sucesivos pronunciamientos que trataron de alzarles al trono
La fortuna de Antonio de Orleans, duque de Montpensier y de su esposa Luisa Fernanda, fue clave para financiar los sucesivos pronunciamientos que trataron de alzarles al trono.

Los unionistas se habían quedado sin candidatos al trono y alejados de su líder. Aun así, no se dieron por rendidos y gracias a un recorte presupuestario en la marina lograron hacerse con el favor de militares navales para un nuevo pronunciamiento.
Pero ¿qué pasaba, mientras tanto, con los progresistas? Su postura era muy diferente, recordemos que en el pacto de Ostende ellos no solo proponían acabar con el reinado de Isabel II sino también erradicar las oligarquías y las redes clientelares que se habían organizado entorno a la Corona.
Con gran sagacidad, el general Prim se personó en Cádiz el mismo día del pronunciamiento, había llegado desde Londres, vía Gibraltar, tras haberse hecho pasar por el mayordomo de los condes de Barck.
Su astucia le dio varias horas de ventaja frente a Serrano que aún no había llegado de Canarias, el máximo representante entonces en Cádiz era el brigadier Juan Bautista Topete, pero su rango militar era inferior a Prim por lo que el líder progresista tomó las riendas del pronunciamiento.
Es entonces. cuando tras el grito de, alférez unionista Emilio Hediger "¡Viva la reina!", Juan Prim repuso "¡Viva la libertad!". El episodio pasó de ser un pronunciamiento unionista a ser la revolución Gloriosa. España comenzaba una nueva etapa y Prim dos nuevas enemistades (la de Serrano y la del duque de Montpensier).

Conociendo la lucha de Prim contra las oligarquías su asesinato no resulta tan misterioso
Conociendo la lucha de Prim contra las oligarquías su asesinato no resulta tan misterioso. Magnates financiadores de golpes de estado, como el duque de Montpensier, o generales corruptos como Serrano tenían mucho que ganar con la muerte del general.