Hoy 29 de noviembre, se cumplen 119 años de la muerte del presidente Francisco Pi y Margall. Un político, a cuyo entierro acudieron más de 12.000 personas, por el que hubo que cortar la circulación del tranvía y en el que sus amigos (entre ellos Nicolás Salmerón) se negaron a depositar el féretro en el coche de caballos continuando con él a hombros.
La comitiva fue tan multitudinaria que se cambió la ruta prevista por petición popular, cada vez que pasaban por un edificio con la bandera izada la multitud gritaba que se pusiese a media asta, y al discurrir por una obra, los albañiles pararon su trabajo y quitándose la gorra rindieron honores al difunto.

Además de político, Francisco Pi y Margall fue un prolífico autor, pero uno de sus libros fue prohibido

Además de político, Francisco Pi y Margall fue un prolífico autor, pero uno de sus libros fue prohibido.


La situación se descontroló hasta el último momento en el que los estudiantes se lanzaron en masa para llevar el ataúd hasta la tumba. Los periódicos de la época reconocieron que fue algo totalmente inaudito y no solo por la multitud, sino por la diversidad de concurrentes. Decía así El País del 2 de diciembre de 1901:

“Hermoso fue ver tras el sencillo hféretro que encerraba el cadáver de Pi y Margall al anarquista Salvochea y al conservador Silvela, al librepensador Demófilo (Fernando Lozano Montes) y al carlista marqués de Cerralbo, a Nakens y a Maura, a Pablo Iglesias y al general Bernal, a obreros y a aristócratas, a ricos y a pobres.”

Vistas así las cosas, cualquiera pensaría que Pi y Margall no podía tener enemigos
Vistas así las cosas, cualquiera pensaría que Pi y Margall no podía tener enemigos ¿Quién querría ningún mal para Pi y Margall?

Remontémonos a su juventud, mucho antes de su carrera política, cuando con siendo un veinteañero se labraba sus estudios a cuenta de dar clases particulares y escribir en distintos medios.
Con 28 años había participado Recuerdos y bellezas de España, una obra más centrada en el patrimonio y la arqueología que otra cosa, pero cuando en ese año de 1852 se lanzó a la aventura de publicar su libro Historia de la Pintura en España un implacable enemigo se propuso acabar con el para siempre.
¿A quién ofendería un libro de tal contenido? Sin duda a la campeona histórica de la sensibilidad fina en España, la Iglesia, cuyos prelados movieron hilos para que el gobierno de Isabel II, con Bravo Murillo a la cabeza, eliminasen el libro y llevasen a Pi y Margall a los tribunales.
El peligrosísimo libro se encuentra ahora a solo un clic gracias a este enlace de la Biblioteca Nacional de España
El peligrosísimo libro se encuentra ahora a solo un clic gracias a este enlace de la Biblioteca Nacional de España (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000052910&page=1)

Unos y otros hicieron lo imposible para aniquilar literariamente a Pi y Margall, tanto es así que no solo condenaron el libro, también lograron cancelar las colaboraciones en los periódicos de los que el autor vivía, y se le difamó hasta hacerle perder amistades.

Aquella defenestración del joven Pi y Margall solo provocó en él más entusiasmo, escribir con más ahínco e incluso crearse un pseudónimo con el que seguir defendiendo sus ideas, pues lo que la Iglesia entendió como ateísmo era sencillamente rigor histórico al hablar de arte.
A este respecto el mismo escribió:

“El escritor público debe dejar a un lado toda consideración y no obedecer más que a la voz de su conciencia. Si no se siente fuerte para luchar, debe romper su pluma: jamás emplearla en escribir una sola palabra contra sus propias convicciones. Emplearla así es un delito, es un crimen que jamás cometeremos.”

Ahora se entiende la admiración que Pi y Margall despertaba entre las multitudes y el buen nombre con el que ha pasado a la historia. Curiosamente la historia también tiene una de sus ironías en este episodio, pues mientras la iglesia y el gobierno de Isabel II se afanaban en llevar Pi y Margall a los tribunales por haber escrito un libro de historia del arte, la reina le regalaba al papa, Pio IX un cuadro falso de Murillo.

Dicen los que tratan de excusar su majestad, que ella fue víctima primero y lo regaló sin saber que era falso. Lo único cierto es que ni la reina, ni el papa, habrían caído en tal engaño si en lugar de prohibir los libros se hubiesen dedicado a leerlos.

La reina y el papa prohibieron un libro de historia del arte al tiempo que estaban siendo víctimas de un falsificador

La reina y el papa prohibieron un libro de historia del arte al tiempo que estaban siendo víctimas de un falsificador. Más info: (https://www.elplural.com/sociedad/cultura/cuando-isabel-ii-timo-al-papa-y-otras-aventuras-de-los-cuadros-de-murillo_117116102)