Pocos personajes en la historia de España son tan retorcidos, enigmáticos, misteriosos y extraños como Juan de Espina y Velasco. Un coleccionista barroco que volvió locos a sus contemporáneos y lo sigue haciendo hoy con los historiadores que tratan de recomponer su vida.

Si quisiéramos definir la personalidad de Juan de Espina con una sola palabra sería inclasificable. Sus numerosas inquietudes le convierten en una especie de gabinete de curiosidades andante, una personalidad jocosa y macabra, misteriosa y caritativa… alguien tan polifacético que tan solo se podría comparar a esa especie de precedente de los museos como son las cámaras de maravillas.

Juan de Espina

Recreación del autor sobre qué aspecto podría tener Juan de Espina

Esos cuartos de curiosidades albergaban todo tipo de objetos sorprendentes, desde libros y obras de arte únicas, a fósiles, autómatas, piedras preciosas, amuletos… un batiburrillo de piezas a medio camino entre un museo y un parque de atracciones.

Y justo así es como describen numerosos personajes, entre ellos el pintor Vicente Carducho o el mismísimo Quevedo la vivienda de Juan de Espina: “Fue su casa abreviatura de las maravillas de Europa”.

Como fue un personaje rodeado de leyenda no sabemos a ciencia cierta qué datos son reales y cuales invención pero en líneas generales hay aspectos que quedan claros. Nació en torno a 1583, posiblemente en Madrid y se ganó la vida gracias a un puesto religioso que hacia 1600 le proporcionó el rey.

Al parecer se trató de un agradecimiento a la familia Espina por los méritos que había realizado a la corona. De esta manera, su majestad Felipe III, decidió otorgar a Juan de Espina un puesto eclesiástico a través del famoso cardenal e inquisidor Fernando Niño de Guevara.

Fernando Niño de Guevara

Fernando Niño de Guevara el inquisidor que concedió la pensión vitalicia a Juan de Espina

Dicho puesto no era solo un cargo religioso, también tenía aparejada una buena pensión vitalicia estimada entre dos mil y cinco mil ducados que en un hombre sin cargas familiares era una auténtica fortuna. Con ella se dio todo tipo de lujos como un carruaje encargado al maestro cochero Pedro de Pierres en 1600.

La linterna mágica y las colecciones de Juan de Espina

Sin embargo, Juan de Espina no se convirtió en un dilapidador al uso, sus gustos le llevaron a coleccionar libros raros, como por ejemplo dos manuscritos de Leonardo Da Vinci (hoy conocidos como Códice de Madrid I y II), objetos truculentos como el cuchillo con el que se degolló al político corrupto Rodrigo Calderón, incluso artilugios como un barco que navegaba en un mar de mercurio.

Vicente Carducho y Francisco Quevedo

Vicente Carducho y Francisco Quevedo fueron unos de los muchos intelectuales fascinados con Juan de Espina

Esos aparatajes quizá expliquen lo que vio el secretario Juan Piña en una de sus visitas a la casa donde cuenta que allí dentro podían verse “figuras fantásticas de galanes con criados, de damas con dueñas y doncellas”.

Estas apariciones fantasmagóricas bien pudieran ser obra de la linterna mágica, empleada en secreto por aquel entonces.

Aun así, todo sigue siendo extraordinariamente raro en la vida de este personaje. Su casa sin ir más lejos, aparece situada en la calle San José de Madrid, pero con la mala fortuna de que por entonces existían dos calles (una en el barrio de Huertas y otra en el de Malasaña) con el mismo nombre.

¿En cuál de las dos calles San José vivió nuestro protagonista?

¿En cuál de las dos calles San José vivió nuestro protagonista?

Su relación con la Inquisición

Para muchos historiadores parece ser que la Inquisición le procesó en 1630, pero uno de los personajes que más información nos da sobre Juan de Espina, el jesuita Sebastián González, dejo dicho: “Yo no oí jamás de Don Juan queja ni demanda, ni inadvertencia, ni descortesía, ni vicio, ni le he conocido enemigo”. Es más,  el Tribunal de la Inquisición de Cerdeña guardó unas cartas datadas en 1633 en las que se habla de un inquisidor llamado Juan de Espina Velasco, el cual escribe al Consejo de la Inquisición quejándose del comportamiento de otro de los miembros del Tribunal cuyo nombre omite.

De ser así, Juan de Espina habría sido inquisidor y sus viajes a Toledo o Sevilla quizá respondan a otros motivos que aún se nos escapan. Sea como fuere, si su vida no era suficientemente misteriosa le añadió otra buena dosis al morir.

La muerte de Juan de Espina

El 30 de enero de 1642 se personó por su propio pie en la iglesia de San Martín para pedir el viático (la última comunión antes de morir) y dar precisas instrucciones al sacerdote de cómo tenía que ser enterrado, pues unas horas después de aquella visita Juan de Espina moriría.

En el testamento se describe hasta el más mínimo detalle, así como el reparto de su herencia, cediendo veinticuatro instrumentos musicales y una casa de campo llamada Villa Angélica al rey Felipe IV. El cuchillo con el que se había degollado a Rodrigo Calderón para el Marqués de Villanueva del Río y una mayoría de su fortuna a los pobres, pues si a través de la providencia divina le había llegado aquella paga vitalicia lo suyo era devolvérselo a Dios dándoselo a los pobres.