En las últimas semanas se han producido algunos revuelos en torno a la figura de Hernán Cortés. Los que exigen disculpas por su papel en la historia y los que quieren homenajearlo por todo lo alto empañan con sus soflamas a aquellos que tratan de estudiarlo con ecuanimidad incluyendo un aspecto por muchos olvidado, pero que no solo explicaría la historia de Cortés si no la de toda la humanidad. Los choques culturales.

Este concepto acuñado en por el antropólogo canadiense Kalervo Oberg en 1961 ahonda sus raíces en la historia donde de manera casi continua han existido shocks entre distintas culturas que por puro desconocimiento no se entendieron o se comprendieron erróneamente dando origen a no pocos disparates.

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Kalervo Oberg utilizó por primera vez el término choque cultural. Un concepto sin el que hoy es difícil entender la historia.

En el caso de Cortés es más que evidente, en el libro Historia general de las Indias y Vida de Hernán Cortés, escrito por Francisco López de Gómara se da cuenta como los unos capitanes del conquistador habían “mal entendido” una carta creyendo que “querían matar a los españoles”.

En otras ocasiones gestos tan inocentes y comprensibles de los indígenas como era tocar o tirar de la barba a los españoles, dada la sorpresa que causaba, era tenido muy en recelo por los conquistadores dado que entonces mesar la barba era símbolo de afrenta. 

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La historia de Cortés, como la de toda la conquista de América está llena de malentendidos por todas partes

A veces las confusiones surgen por no tener palabras exactas con las que describir lo que se encuentran, lo vemos en el diario de abordo de Cristóbal Colón cuando dice que los primeros indígenas que vio en canoa remaban “con una pala como de hornero” es decir, de panadero. 

O en otras ocasiones porque directamente las palabras no sirven de nada. Tal es el caso de lo ocurrido al marino cartaginés Hannón quien en su viaje topó con unos hombres salvajes en plena África de los que le llamó mucho la atención su abundante pelaje. 
“Persiguiéndoles no pudimos coger a algunos hombres, porque todos huyeron estando habituados a los barrancos y defendiéndose con medios comunes pero cogimos a tres mujeres las cuales mordiendo y arañando a los que las conducían no querían seguirles.”

Es curioso que los naturalistas que siglos más tarde estudiaron la fauna africana creyeron entender quiénes eran los hombres salvajes con los que se había encontrado Hannón, por eso utilizaron el nombre cartaginés que estos emplearon para denominar a aquellos hombres peludos, los gorilas.

Otras veces el choque cultural surge porque las normas sociales se contradicen con el sentido común, y si no que se lo digan al embajador castellano Payo Gómez de Sotomayor, quien en 1402 viajó a Ankara en representación de Enrique III el Doliente. En aquel encuentro, el diplomático fue agasajado por el gran Tamerlán con dos doncellas vírgenes para el monarca castellano pero estando éste casado con Catalina de Lancaster determinó el buen Payo Gómez que nada malo habría si tenía él un idilio con una de las muchachas. Cuando el rey castellano se enteró, se pueden imaginar el jaleo monumental que se armó en Castilla.

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Enrique III monarca al que el gran Tamerlán agasajó pensando que tenía un harén

Y así podríamos seguir con infinidad de casos entre los que destaca Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien tras su naufragio en las costas de Florida fue confundido con un chamán y un ser sobre humano por los indígenas. Tanta era la confusión entre unos y otros que en el final de su periplo Alvar Núñez reconoce que algo terrible atemorizaba a los últimos pueblos que él conoció, un miedo que se extendía a poblaciones enteras y que difícilmente podía ser una mera superstición.

Finalmente sucedió algo apasionante a nivel antropológico ya que sensiblemente contagiado por ese miedo, Cabeza de Vaca reconoce que lo que tanto asustaba a esos indígenas resultaron ser los españoles, monstruos para unos, salvadores para él. 

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El periplo que sufrió Alvar Nuñez Cabeza de Vaca fue plasmado en su libro Naufragios y después llevado al cine por Nicolás Arrieta con el genial Juan Diego en el papel protagonista