La sentencia declara expresamente que es reo de corrupción, abuso de confianza y utilización de dinero público en beneficio de su promoción política personal. Llama mucho la atención que los jueces le han condenado pese a que la Fiscalía solicitó la absolución.

La losa pendiente
De todo esto hace la friolera de entre quince y veinte años. Pero la antiguedad del incidente nunca le ha quitado morbo, olvidado ocasionalmente, aplazado por razones de fuero presidencial o de procedimiento… pero siempre temido como una losa pendiente sobre su cabeza, aunque él lo desdeñara en sus buenos tiempos.

El pequeño emperador que es un presidente de la República en Francia nunca se da por aludido y de haberle ocurrido al gran de Gaulle habría respondido como lo hizo cuando alguien tuvo la osadía de preguntarle por el asesinato de Ben Barka en suelo francés: “Ah, eso son asuntos de subalternos”.

Una primicia
El general estaba en la historia, pero Chirac, un neogaullista que iba a menudo a Colombey-les-Deux-Eglises a recogerse ante la tumba del antiguo ídolo, estaba a ras de tierra y se ocupaba también de asuntos más prosaicos: como pagar a una veintena de correligionarios que pasaban por funcionarios municipales pero trabajaban para el partido, el RPR.

Aunque a sus 79 años Chirac no irá a la cárcel a cumplir los dos que se han impuesto, el baldón es considerable y la decisión judicial, una auténtica primicia: nunca en la V República un jefe del Estado había sido sancionado ni con una multa de tráfico.

Financiación ilegal
Aquí es inútil hablar de un complot: la Fiscalía pudo probar que Chirac asumió la mala costumbre de retribuir con dinero municipal a servidores leales del partido, el “Rassemblement Pour la République”, el primero de los inventos ideados por la derecha para amparar el sentimiento gaullista.

El asunto en términos políticos empieza y termina ahí porque el episodio estaba amortizado y no le quita ni un voto al sucesor Sarkozy, a quien detesta cordialmente el ahora condenado, pero tampoco se los dará al partido socialista, que tiene suficiente viento en las velas para ganar las próximas elecciones.

El anciano Chirac
Casi octogenario y aquejado de un proceso agudo de senilidad, a Chirac solo parecía preocuparle que la sentencia dejara claro que no había ningún provecho personal en lo sucedido. Y eso – que nadie había sugerido, por lo demás – ha quedado claro. Este hecho y su edad y su salud le aconsejan no recurrir la sentencia: su reputación, a fin de cuentas, es la que le dé la opinión, prácticamente la posteridad.

El anciano Chirac tuvo sus méritos: la paciencia franciscana con que debió primero ayudar a Giscard d´Estaing en la creación del campo conservador y después, los 14 años del “presidentísimo” Mitterrand. Tuvo paciencia y por fin fue elegido y desde el Eliseo tuvo también la buena idea de acortar el septenato eterno y dejar la presidencia en cinco años.

Sentimientos varios
Los que ahora terminan para su sucesor, Nicolas Sarkozy, a quien conocía bien porque fue ministro en varios de sus gobiernos y le vio como el ambicioso sucesor en la refundación del centro-derecha vía “Unión por un Movimiento Popular”, hoy el partido de la mayoría parlamentaria. La maquinaria electoral de Sarkozy.

El presidente hizo saber a través de un portavoz que “no valoraría lo sucedido” y los socialistas, corteses pero firmes en los principios, han dicho que lo sucedido prueba la necesidad de contar con una justicia independiente y con buena memoria.

Una constatación que sería muy útil ver traspasada a este lado de los Pirineos donde los casos de financiación ilegal y otras corruptelas se acumulan en los juzgados y apenas tienen repercusión en el voto popular.

Elena Martí es periodista y analista política