Hace algo más de un año, Mariano Rajoy nos sorprendió con un vídeo electoral en el que visitaba las casas de los españoles para darles las gracias “por todo lo que habéis hecho”. Semejante labor apostólica le debió dejar exhausto y para las elecciones de diciembre se conformó con pasarse por la casa de Bertín Osborne a echarse unos futbolines. Y ahora, en concordancia con su declive energético, se ha conformado con saludarnos a todos los españoles desde su propia casa.

Por aquello de que hay ciertas visitas a las que nunca sabes cómo echar de casa, Rajoy ha optado por grabarse un vídeo en lugar de hacer una jornada de puertas abiertas, lo que hubiera tenido más lógica a la vista de que el chabolo se lo pagamos entre todos.

Al menos, Rajoy ha optado por la modestia y no ha presumido en el vídeo de oropeles y cuadros de Joan Miró. El escenario apenas lo conforma el ventanal ante el que anunció a los españoles que tenía que pedir un rescate y como atrezzo sólo se aprecia de fondo un potos, que se distingue de Rajoy porque es el único ser vivo que no habla en el vídeo.

Aunque el verbo más correcto a utilizar sería “leer”, que es lo que hace Rajoy, porque la vida ya es demasiado dura como para memorizar dos minutos de discurso. De hecho, el presidente del Gobierno trata de empatizar con los españoles a través de la pereza, la cualidad que más le distingue, cuando dice eso de “estamos convocados a unas nuevas elecciones generales. Sé que esto puede cansar, y es lógico que lo haga”.

A fin de cuentas, estamos ante el mismo estadista que hace unos días aseguraba en una entrevista que “a nadie le apetecen los debates, requieren un gran esfuerzo y no es algo cómodo”. Y reconocía que, si al final se dignaba a ir a algunos era para que “cumplamos unos estándares democráticos razonables”. Es decir, se comprometía a hacer lo mínimo para que España siguiese apareciendo en la Wikipedia como una democracia.

Desde la oposición se han enfadado mucho y amenazan con denunciar al PP por apropiarse de medios públicos para hacer campaña. Pero, en definitiva, eso es una travesura cuando viene de un partido que cada viernes usa la rueda de prensa del Consejo de Ministros para atacar a sus rivales o que filtra los datos del paro o de Hacienda según le convenga. Y, desde luego, se convierte en una chorrada cuando se compara con las supuestas millonadas con las que el PP se ha venido dopando en las campañas electorales gracias a las mordidas de la corrupción.

Haría bien la Junta Electoral en tener piedad con Rajoy por haber utilizado La Moncloa como un plató. Sólo buscaban la comodidad de un hombre que vive atrapado en un lunes eterno.