El estilo aznarista de Cayetana Álvarez de Toledo fue la apuesta personal de Pablo Casado nada más aterrizar en la cúpula del Partido Popular. Un tono maquillado pero bronco que ha provocado más de un dolor de cabeza al presidente de los populares, cuyos cuadros sufren cada vez que tienen que salir en su defensa.

Varios dirigentes del PP se han hartado de su estilo libre y especialmente crispado, máxime cuando muchos de ellos aconsejan a Casado virar al centro con el ojo puesto en los comicios gallegos y vascos del próximo 12 de julio.

El descontento es palpable. No hay más que escuchar a primeras espadas del PP cuando les preguntan por su portavoz parlamentaria. El último ejemplo de ello es Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, quien prácticamente tartamudeó durante su entrevista en la Cadena SER este jueves.

“Bueno, mire… Cayetana tiene muchas virtudes. Sinceramente deberíamos apostar todos por la desescalada verbal”, dijo; y añadió que “no he tenido la oportunidad” de decírselo en persona, “pero no tengo problema, por supuesto”.

Algo parecido le ocurrió a una consagrada Ana Pastor. La expresidenta del Congreso y exministra se las ha visto de todos los colores a lo largo de su dilatada y consistente carrera política; pero defender a Álvarez de Toledo no es fácil para nadie. En una entrevista el pasado 11 de junio admitió que “a lo mejor tenemos distintas forma de expresar las cosas pero compartimos la defensa del Estado de Derecho, de las libertades y del Estado del bienestar que es lo que representa mi partido de centro derecha".

El “terrorista” que lo cambió todo

Consciente del malestar generalizado de sus cuadros, Casado comenzó a maniobrar durante la pandemia de coronavirus para impulsar otros perfiles menos virulentos y punzantes, ya que el verso suelto de Álvarez de Toledo ha laminado la estrategia parlamentaria en varias ocasiones.

Así, el líder del PP trata de retomar el control del Grupo Popular orillandola promocionando a otros perfiles, a fin y efecto de retirarla el protagonismo y dar más voz a otras dirigentes más oficialistas como son Ana Pastor en la comisión de la reconstrucción, Cuca Gamarra en la de Sanidad y Elvira Rodríguez son algunas de esas personas.

La tensión llegó a su punto álgido el pasado 27 de mayo. Unos días antes, Álvarez de Toledo no compareció ante los medios tras la Junta de portavoces como respuesta a las maniobras ya evidentes de Casado. Además, conviene recordar que el secretario general del PP, Teodoro García Egea, mantiene con Álvarez de Toledo una relación mejorable; y desde el entorno de Casado consideran que ahora que la formación tiene una tendencia al alza en las encuestas es necesario poner en el foco mediático a perfiles menos independientes.

Con este escenario como telón de fondo, el PP se preparó para una sesión de control, la del día 27, en la que no tenía sino que sentarse y frotarse las manos.

Los populares tenían en su haber todos los ingredientes para poner al Gobierno entre la espada y la pared y así copar titulares de prensa: el acuerdo de los socialistas con EH Bildu y el cese del coronel Pérez de los Cobos. El enfrentamiento entre Casado y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al comienzo de la sesión de control auguraba una buena jornada para la bancada de la derecha. Pero todo cambió una vez se pasó a las interpelaciones urgentes.

Desde la tribuna, Álvarez de Toledo consideró oportuno llamar “terrorista” al padre de Pablo Iglesias, ante lo que este respondió que aconsejaría a su progenitor emprender acciones legales.

Álvarez de Toledo y sus vituperios abrieron todos los telediarios y periódicos, quedando el asunto Marlaska y el pacto con Bildu en un segundo plano. Esto molestó a varios diputados y dirigentes del PP, que asistieron en primera persona a un espectáculo que no hizo sino llevarse por delante la estrategia dibujada por Casado para colocar al ministro de Interior en una delicada posición.

A juicio de algunos integrantes del Grupo Parlamentario Popular, Álvarez de Toledo “resta” al trabajo que los demás diputados llevan a cabo en el hemiciclo, lo que, de facto, perjudica a Casado. “Con un escándalo como el que tienen en Interior, es absurdo hacer esto. Y menos aún recurrir a los insultos”, explicaron fuentes populares.

El ambiente se hace casi irrespirable y solo queda esperar para ver si Casado opta por la “moderación” que ha solicitado en las últimas horas la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, o continúa apostando por el clasismo bronco de su portavoz parlamentaria.