La absurda e inentendible asonada golpista en Turquía –un país de la OTAN con petición expresa de adhesión a la Unión Europea- viene a demostrar, una vez más, que cualquier atajo hacia el poder derribando gobiernos constituidos no tienen el más mínimo sentido y están condenados al fracaso.

Podemos ponernos de acuerdo que el régimen del presidente Erdogan no parece el más plausible del mundo ni siquiera ofrece las mínimas garantías para pasar un control de una sociedad abierta y democrática donde brillen precisamente los valores que representa Europa: derechos humanos, libertad de expresión y conclusión limpia en el ejercicio del poder.

Pero ello no es remedo en absoluto para intentar mediante métodos golpistas –máxime si se trata de uniformados-sustituir un gobierno que ha nacido de las urnas por otro que procede intentonas cuarteleras. Aquí sabemos muy bien de qué hablamos.

Libro de estilo

En la noche del golpe turco, con toda su confusión, hubo de todo. Los partidarios de que triunfara la asonada invocaban valores laicos, el ejercicio democrático de los derechos civiles y el stop a unos dirigentes con deriva islamistas que, además, han resultado unos corruptos. Todo esto está muy bien pero a un gobierno se le sustituye en las urnas no en cuarteladas y por métodos violentos.

Alguien no recordó a los jefes de la intentona que estamos en pleno siglo XXI y que los espadones son para lo que el pueblo ordena. Punto.

La posición sumamente estratégica de Turquía hizo temblar a las cancillerías del mundo libre que con argumentos no ven con buenos ojos a Erdogan y todo lo que le rodea. Pero tendrán que respetar, digo yo, las propias normas que están en el frontispicio del mundo libre y aliado y los valores que conllevan.

Conclusión

Turquía, entre Oriente y Occidente, ha demostrado que fuera de las urnas no hay salvación. Ni siquiera cuando se invoca la solución extrema que son los tanques. Empeñarse en poner sables en el campo solo conduce al detritus social y a la división de los pueblos. Cuando una fuerza quiere sustituir a otra en el poder el camino único son las urnas, la decisión del pueblo soberano, aún en extremas circunstancias.

Es la gran lección que debe extraerse de la asonada turca. El resto puede tener todos los corolarios que se quieran, sin duda, pero no sirve para nada. Todo lo que no nace en el pueblo no puede conducirse ni por el pueblo ni sin el pueblo. Punto.

¿Lo habrán entendido? ¡Ojo! Se trata de un país integrado en la OTAN.