El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, cerrará este jueves la precampaña del PSOE de las generales del 10 de noviembre habiendo visitado un total de 27 provincias, en el caso de Barcelona hasta en tres ocasiones, y con la duda de si conseguirá mejorar los resultados que logró en abril, con 123 escaños en el Congreso (y el 28,9 por ciento de los votos) y mayoría absoluta en el Senado.

A pesar de que en el Gobierno y en el PSOE confiaban en que su gestión del clima de tensión en Cataluña tras la sentencia condenatoria del 'procés' y la exhumación de Francisco Franco les beneficiaría electoralmente, las últimas encuestas de empresas privadas reflejan, en la mayor parte de los casos, un estancamiento, cuando no una tendencia a la baja, con porcentajes que se sitúan entre el 25 y el 29 por ciento.

Sólo la macroencuesta preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), con una muestra de casi 18.000 entrevistas --la mayor de todos los sondeos publicados-- adjudica al PSOE el 32,2 por ciento de los sufragios y una horquilla de entre 133 y 150 escaños, si bien el trabajo de campo se hizo antes de que se concretase la exhumación de Franco y ocurrieran los disturbios violentos en Cataluña.

En la cúpula del PSOE sostienen que cuentan con más apoyos de los que están indicando los sondeos privados y siguen esperanzados en que, a la hora de votar, los ciudadanos le premien por no haber echado más leña al fuego en Cataluña y por haber cumplido la promesa de terminar con el mausoleo a Franco en el Valle de los Caídos.

Todas las encuestas publicadas sí coinciden en un elemento: sitúan al PSOE como primera fuerza sin que se vislumbre una alternativa a un Gobierno liderado por los socialistas ya que ningún sondeo pronostica que PP, Ciudadanos y Vox sumen mayoría.

Este hecho ha permitido a Sánchez presentar al PSOE como el único capaz de superar el bloqueo y la parálisis actual al ser la única formación que estaría en condiciones de formar Gobierno.

Una campaña contra el PP

Con un PP en ascenso identificado como principal adversario que ha hecho de la economía y el miedo a una nueva recesión uno de los ejes principales de su campaña, Sánchez ha puesto en valor en casi todos sus mítines la solvencia de sus ministras económicas frente al fichaje del PP para las generales de abril, el economista Daniel Lacalle, que abandonó el partido tras el batacazo que dejó a los 'populares' en 66 escaños.

Y ha recordado los recortes del PP durante la crisis y sus casos de corrupción para marcar distancias con la respuesta que un Gobierno del PSOE daría si se produjese un enfriamiento de la economía y que se caracterizaría por proteger a los más vulnerables y no dejar que recaiga el coste de los ajustes exclusivamente en las clases medias.

En sus intervenciones, Sánchez apenas ha dedicado tiempo a explicar por qué ha sido necesaria la repetición electoral y, en la primera fase de la precampaña, solía dejar que fueron sus teloneros los que se encargaran de descargar culpas para ser luego él quien defendiese dejar atrás los reproches y mirar hacia adelante.

La sentencia del 'procés' y el aumento de la tensión en Cataluña que en el Gobierno auguraban que marcaría un punto de inflexión en la campaña ha permitido a Sánchez argumentar la inviabilidad de un Ejecutivo de coalición con Podemos, cuya marca en Cataluña sigue defendiendo la existencia de presos políticos.

Pero también ha favorecido que Sánchez acusara a PP y Ciudadanos de empujar al PSOE a pactar un Gobierno con Podemos y los independentistas, pese a saber que no sería bueno para España, porque ansiaban que la constitución de un Ejecutivo "débil" les beneficiase electoralmente en el medio plazo.

Cataluña ha servido también a Sánchez para intentar reivindicarse frente al PP, destacando que fracasó a la hora de gestionar el desafío independentista, mientras los socialistas han podido al menos poner en práctica una colaboración entre Policía Nacional y Guardia Civil con los Mossos d'Esquadra en la represión de las protestas callejeras, a diferencia de lo ocurrido en el referéndum del 1 de octubre de 2017, con Mariano Rajoy en La Moncloa.

Sánchez ha conjugado la reivindicación de la templanza y la moderación en su gestión de la reacción independentista a la sentencia del 'procés' con un discurso firme frente a los separatistas y de continuas advertencias tanto al Govern como al Parlament catalán.

Confusión con el programa

Ese endurecimiento en el lenguaje ha dejado también algunas contradicciones y bandazos. El pasado 3 de octubre, con el segundo aniversario del 1-O, Sánchez sorprendía al defender que no era partidario de más descentralización en Cataluña sino de mantener el actual estatus quo, según afirmó en una entrevista al diario digital 'Nius'.

Esta declaración suponía abandonar la defensa de la mejora y profundización del autogobierno catalán que Sánchez venía reivindicando hasta la fecha. Pero el líder del PSOE volvió a enmendarse al modificar en el último momento su programa electoral, que en un principio apostaba por excluir toda referencia a las Declaraciones de Granada de 2013 y la de Barcelona en 2017 que apuestan por avanzar en la España federal y plurinacional y que terminaron integradas en el programa.

En cualquier caso, el endurecimiento del tono de Sánchez hacia el independentismo es anterior incluso a la sentencia del 'procés', que llegó el 14 de octubre. Ya desde días antes venía exigiendo a los partidos separatistas que condenasen la violencia, con motivo de la detención de miembros de los Comités de Defensa de la República que planeaban atentados.

De hecho, el propio Sánchez advirtió a Torra de la gravedad de "amparar" las actuaciones de los CDR y le avisaba de que el Gobierno reaccionaría con firmeza en el momento en que las instituciones catalanas se situaran al margen de la legalidad.

Sabedor de que la inminente sentencia del 'procés' incidiría en la campaña electoral y tensionaría el clima en Cataluña, el PSOE eligió el eslogan 'Ahora Gobierno, Ahora España' como lema para una precampaña en la que el candidato ha venido advirtiendo de la necesidad imperiosa de formar un Ejecutivo fuerte y estable para afrontar tres desafíos urgentes: la convulsión que provocaría la sentencia del 'procés', el Brexit y el enfriamiento de la economía.

Sánchez arrancó la precampaña el 29 de septiembre en la provincia de Barcelona, donde cerrará por cierto la campaña el viernes 8 de noviembre. Aún volvería a la misma provincia en otras dos ocasiones de la precampaña.

Huesca, Zaragoza, Valencia, Badajoz, Cáceres, Oviedo, Vizcaya, Córdoba, Jaén, Granada, Teruel, Valladolid, Madrid, Ciudad Real, Huelva, Cádiz, Segovia, Salamanca, Zamora, Alicante, Tenerife, Coruña, Palencia, Santander, Palma y Murcia completan las circunscripciones a las que Sánchez se ha desplazado en la fase de precampaña. A algunas de ellas regresará en la campaña, como es el caso de Valencia, Zaragoza, Barcelona, Cáceres y Badajoz.

La precampaña vivió un parón en la semana en que se conoció la sentencia del procés, con Sánchez gestionando desde Moncloa y citando a los líderes de PP, Ciudadanos y Podemos tras los disturbios en unas reuniones que le permitieron acusar posteriormente de deslealtad a la derecha por exigirle más mano dura en Cataluña según salieron por la puerta de Moncloa.

Fuera de juego parece haber quedado el partido de Íñigo Errejón, Más País, al que en un principio solía citar Sánchez en los mítines en provincias en los que se presenta la nueva formación pero al que ya casi nunca hace alusión.