A estas fechas ya serán más de 200 los firmantes del Manifiesto Federalista de 15 puntos presentado en el histórico edificio del Colegio de la Abogacía de Bilbao, a un paso de la sede del PNV vizcaíno, el más poderoso. Importa poco que sean más o menos que 200 las personas que lo han suscrito y que no tengan una relevancia política especial, afiliación diversa o ninguna, aunque si experiencia en las instituciones vascas: unos proceden de la política o la gestión directa, del sindicalismo, de la Universidad y otros de los movimientos sociales organizados. Incluso hay quien ya los ha definido como “los 100 de Euskadiko Esquerra” como punto de encuentro entre ellos y ellas. Tal vez esta visión, de ser cierta, aunque sea en parte, confirmaría la idea de que la absorción y desguace de Euskadiko Ezkerra por parte del Partido Socialista de Euskadi fue la peor operación política socialista en Euskadi.

Desde la independencia de cada cual, han dado a luz en sólo cuatro meses una hoja de ruta que dan a conocer en los mismos días en que se conmemora el aniversario del Estatuto de Guernica (aún vigente) y los 40 años de Constitución Española. También en el momento en que las crisis económica y política de Euskadi no las hace callar ni el alboroto sobre el concierto ni las alegrías del cupo que el PNV cerró con Mariano Rajoy en los días de amor desesperado, porque, como dicen los firmantes del Manifiesto, es el modelo lo que urge cambiar, cualquiera que sea su denominación.

El Estatuto que el PNV paralizó 

Euskadi, como sabemos, está políticamente paralizado. Tiene mucho que ver con la proximidad de las convocatorias electorales; pero más aún con los miedos del nacionalismo gobernante a perder el timón en la marejada que le tienen montada Podemos y, a codazo limpio, sus compañeros de viaje patrio: la izquierda abertzale de Arnaldo Otegui. El guion que prepararon al alimón el nacionalismo de derechas y el de izquierdas llevó a la alianza parlamentaria de ambos para recomponer el Estatuto de Guernika con el sesgo independentista que dejó la experiencia del entonces lehendakari Juan José Ibarretxe.

Pero, también de mutuo acuerdo, ese proyecto de reforma ha acabado en los muros donde frenaban los antiguos trenes de carbón, donde acaban las vías, fuera de las estaciones. Allí permanece aparcado ese tren de ideas soberanistas cargado con las tablas de la ley de Ibarretxe. La estrategia del PNV, hábil, ha sido convencer a EH Bildu de que aceptasen ese programa soberanista que a la izquierda abertzale le parece de mínimos, pero que les vale, porque así tienen atado de cerca al PNV. O eso creen.

El Parlamento vasco es una caja de resonancia de trámite preelectoral y se espera el dictamen de los expertos que cada grupo parlamentario propuso para redactar el borrador del nuevo Estatuto en base a los acuerdos nacionalistas y alguna apostilla aceptada a Elkarrekin Podemos, aunque no se incluyese el voto particular del PSE-EE. En cualquier caso, la reforma estatutaria ha quedado aplazada hasta después de las elecciones municipales, autonómicas y europeas.

El ruido de fuera 

En todo este tiempo, la política vasca ha desarrollado dos visiones diferentes sobre el futuro de Euskadi pero no ha hecho oídos sordos a las sucesivas crisis catalanas ni a la debilidad de las tensiones territoriales sin salida general a la estabilidad de España. Al menos es lo que afirman los inspiradores del Manifiesto Federalista para Euskadi, preocupados, y mucho, como afirman, por la deriva política en Catalunya y Euskadi, la ausencia de soluciones desde la Constitución a los problemas que está generando esta peligrosa tensión y la deslealtad institucional con el conjunto del país.

Por eso, tanto da que sean 200 o 1000. La voz llevada al Manifiesto, entre otros y muy especialmente, de quien tiene que hacer de “sabio” por encargo del PSE sobre el nuevo Estatuto vasco, Alberto López Basaguren (catedrático de Derecho Constitucional, experto en modelos federales) alerta sobre de que el abismo político crece y la Constitución Española vigente adolece de recuerdos para dar salidas políticas justas a esa crisis.

La hoja de ruta suscrita por este nuevo movimiento social vasco, no exenta de riesgos, nace con el “Made in Euskadi” y, de hecho, se le ha denominado “Manifiesto federalista para Euskadi”. Pero desde la tercera línea ya se entiende que, al hablar de gobernanza, de reparto y equilibrio de poderes, de solidaridad y equidad entre territorios se ha levantado el ángulo de enfoque en tres niveles: el autonómico, el estatal y el europeo. Una reforma constitucional que se abordaría como si fuese una caja rusa, la conocida “matriuska”.

La reforma de la Constitución española en sentido federalista se impone porque ya hay lo que denominan ‘cansancio constitucional’. El modelo autonómico está demostrando que es imperfecto y genera más tensiones políticas que beneficios para la sociedad y está generando “la idea de huir ante el reto grave de reformar España y se opta por el mucho más imposible, el de la independencia”.

Es un logro, dicen, haber conseguido llegar a los 40 años de permanencia constitucional como en ningún otro momento de la historia de España, pero el desatino de Cataluña y el recorrido lento de Euskadi desde la violencia hasta la convivencia requieren un escenario democrático, fuerte, estable y leal en cuanto a la configuración de los territorios y del propio Estado. Y nuevo, para borrar ya la nostalgia y tensiones de los estatutos que se aprobaron sin querer reformar la Constitución, como pretende el PNV con la reforma pendiente del Estatuto de Guernika: ir de lo menor a lo mayor, que sean los estatutos territoriales quienes marquen el modelo de Estado y el cariz de la reforma constitucional.

“Los 200” creen que hay pavor a la reforma constitucional, un miedo que esconde un mecanismo no respetuoso de la pluralidad que hay en España. Es más fácil la secesión que la reforma constitucional desde el punto de vista político, por eso hay fuerzas que lo hacen y defienden. El Manifiesto insiste en que su objetivo no es sólo un debate político, necesario para alcanzar consensos. La reforma federalista que plantean abordará en un nuevo paso del Manifiesto medidas sopesadas, claras, aplicables y útiles para los ciudadanos.

La excepción de la financiación territorial

La otra clave, además de la dimensión estatal, es la financiación territorial, a la que incluyen en el abanico de “hechos diferenciales” que hay que respetar, pero, a su vez, cualquiera que sea la solución que se dé, siempre tendrá que ser equitativa con las demás. Parten del respeto de las peculiaridades, siempre que esa financiación sea leal, lógica y equitativa, porque creen que si no es así el sistema estallará. “Hay que respetar las excepciones, lo dice un constitucionalista, siempre que esa excepcionalidad no vuele el sistema en su conjunto”, afirmaba a ElPlural.com Alberto López Basaguren, uno de los seis promotores del Manifiesto.