Tres elecciones cada tres semanas. Así será la vida hasta el 9 de junio (europeas), cuando tras las vascas y catalanas, concluya un ciclo electoral que se abrió el pasado 18 de febrero en Galicia. En Moncloa nadie contaba con sumar una votación más al calendario en el primer semestre del año, máxime cuando ya se encarrilaba la legislatura con la aprobación de la amnistía y el buen curso de las negociaciones presupuestarias. Pero ni el nuevo giro de guion ni la fricción con el socio minoritario por la caída de las cuentas públicas alteran al PSOE. En el ala socialista ya se enfundan el traje electoral y construyen una narrativa que dibuja el adelanto como beneficioso para sus intereses.

Esta legislatura va de hacer de la necesidad virtud. Ya lo dijo el presidente del Gobierno en su carrera hacia la investidura el pasado octubre y así seguirá siendo. Incluso cuando agentes externos alteran la hoja de ruta. Con la amnistía empaquetada en dirección al Senado, el Ejecutivo debería estar consolidado. Pero Cataluña -una vez más- ha provocado un terremoto del que en Moncloa pretenden sacar tajada. De ahí, que el entorno de Pedro Sánchez trabaje en exprimir una situación que les ha sobrevenido. Las primeras sensaciones en el socio mayoritario de la coalición no se dirigieron hacia el negativismo pese a que el bloque de la investidura pueda estar laminado.

Las catalanas aceleran un escenario que iba a registrarse en el último tercio del año o al principio del siguiente. Asumían la tensión electoral que desataría entre sus socios independentistas catalanes, con la salvedad de que, para entonces, con la mayoría consolidada y con los Presupuestos aprobados en forma -que no en tiempo esta vez-, se capearía el temporal como buenamente se pudiese. Pero el adelanto ya se ha cobrado la víctima de las cuentas públicas, aunque no es necesariamente negativo. En el entorno del jefe del Ejecutivo plantean que se podrá trabajar con mayor tranquilidad, ya en un terreno despejado de comicios, en los Presupuestos de 2025 por mucho que sus socios de Sumar se abonen a un berrinche que ya tratan de diluir entre paladas de “realismo político y lógica”.

Los socialistas asumen que se pospone el engrasamiento definitivo de la investidura, con una cierta estabilidad enraizada en la amnistía. Moncloa afronta los meses de abril y mayo como un calentamiento para las elecciones europeas. Las perspectivas oscilan, si bien en el Gobierno prevén resultados más favorables en las vascas y catalanas que en los comicios comunitarios. De hecho, éstas suelen recabar un voto de castigo al Ejecutivo de turno, razón por la que en Génova se frotan las manos ante esta cita.

Candidato potente

Desde el Ejecutivo transmiten sus “ganas” de que arranque ya la campaña de las elecciones catalanas. En Ferraz y Moncloa se ven muy fuertes en esa partida; nada que ver con el temido terreno de juego gallego. Dan por seguro que obtendrán buenos resultados tanto en Euskadi como en Cataluña, revitalizando la moral al proyecto socialista de cara a unas europeas que los conservadores volverán a convertir en un plebiscito. Sendos territorios son prácticamente cotos de caza predilectos para Sánchez, aumentando los apoyos cosechados el 23J con respecto a 2019 en un millón.

En estas buenas perspectivas juega un papel protagónico el factor humano. Concretamente el de su candidato en Cataluña. Salvador Illa ya lideró al PSC a la victoria electoral en 2021, pero el independentismo puso un cordón sanitario que le despojó de la Presidencia. Fuentes del Ejecutivo bendicen su perfil, recordando su estancia al frente del Ministerio de Sanidad, durante los meses más duros de la pandemia y sus tres años dedicados “recorrer Cataluña”. “Tiene un proyecto claro y es el único que puede hacerlo”, resumen estas voces.

Precisamente su “imagen de buena gestión” como ministro de Sanidad aún perdura en la retina y le blinda en cierto grado frente a injerencias externas. Así lo creen en Moncloa, que entienden que cualquier tipo de salpicadura del caso Koldo al Ministerio de Sanidad “no tendrá ningún impacto”. “Illa tiene credibilidad y es una persona íntegra”, describen.

El cierre de filas en torno a Illa se escenificó también ante las cámaras y micrófonos en los pasillos del Congresos. Sus excompañeros del Consejo de Ministros coincidían en describir al primer secretario del PSC como un “líder indiscutible” para Cataluña- “Va a ganar las elecciones con un proyecto que nos va a permitir que los puentes que se tienden desde el Gobierno de España se consoliden también desde la parte de la Generalitat”, comentaba la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Elogios que ha recopilado desde todas las instancias del socialismo, incluyendo el portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, que le ha dibujado como un adalid de la pluralidad frente a las “obsesiones identitarias” de otras formaciones. “Cataluña necesita pasar página y un Gobierno que gobierne, que se dedique a resolver los problemas de los catalanes”, resolvió el exlehendakari, mientras el ministro de Transportes, Óscar Puente, ensalzaba su “altura de miras”.

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