La noche del pasado 26 de mayo, y tras las malas expectativas creadas un mes antes por los resultados de las generales, en el Partido Popular salieron a los balcones a celebrar su “victoria”. Se sentían ganadores, dando por hecho que el acuerdo entre los tres partidos de derechas les daría los bastones de mando de numerosos consistorios por toda la geografía española.

Sin embargo, a horas de que se constituyan los ayuntamientos y a pesar de que PP y Ciudadanos se declaran socios preferentes, la incertidumbre continúa en muchas ciudades.

Desde Madrid, Rivera ha ordenado a sus concejales que voten a los populares allí donde puedan sumar. Pero en la mayoría de ocasiones, arrebatar las alcaldías a la izquierda les costará una alianza en la que Vox exige estar a toda costa. Una asociación con la extrema derecha que levanta las críticas de los liberales europeos y de fundadores de un partido que siempre ha intentado etiquetarse como “transversal”.

Esa incómoda relación con la extrema derecha, incluso en lugares donde revalidar un gobierno de derechas significa perpetuar al PP tras décadas en el poder, puede llevar a que los concejales de a pie opten por declararse insumisos y no conceder sus votos a los candidatos populares.