Ciudadanos se ha convertido en una mera muleta del Partido Popular después de amenazar con el asalto a la Presidencia del Gobierno. Madrid es la confirmación de que Rivera ha frenado el predecible crecimiento de Ciudadanos.
Tras las dos jornadas electorales de este curso, Albert Rivera salía ante sus acólitos para presumir de unos números ‘increíbles’ para la otrora formación liberal y centrista. Pero el sendero por el que optó el líder naranja no ha hecho sino convertir en una suerte de UPyD a Ciudadanos.
Pérdida de fuerza
Pero la realidad es bien distinta a la que intentó vender Rivera desde Alcalá 253. La posición de Ciudadanos es más débil que en el año 2015, cuando era una formación bisagra al uso. Pero esta fragilidad se debe a la estrategia impuesta por la dirección nacional de confrontar con Sánchez, interpretando, así, una posición fuerte en el espectro de la derecha.
Por supuesto, este enfrentamiento con Pedro Sánchez le ha llevado a perder la centralidad y el liberalismo del que tanto alardean, imponiendo un cordón sanitario al PSOE proclive al actual secretario general del partido y presidente del Gobierno en funciones. Un veto que le desplaza a la derecha pero que ni aun así le permite superar al Partido Popular más débil que se recuerda.
Apoyo ‘popular’
En la pugna por liderar la derecha, Rivera ha escogido el camino erróneo: plegarse a los intereses de un cuestionado y frágil Pablo Casado. Teniendo en su mano la oportunidad de dejar sobre la lona a los conservadores, el líder de Ciudadanos ha decidido entregar la cuchara y allanarles el camino para la recuperación de poder territorial.
Tanto es así, que apenas ha reclamado la alcaldía de Madrid para su candidata, Begoña Villacís, que, dicho sea de paso, entornó la puerta al PSOE por mandato de su superior. Tan sólo ha emitido leves aspavientos que entran dentro de un tira y afloja habitual y artificial, como la “ocurrencia” de la alternancia de poderes en el consistorio de una ciudad con más de tres millones de habitantes.
Cambio estático
En esta vorágine de confrontación con el sanchismo y de conatos de rebelión en el régimen hegemónico del PP como cúspide de la derecha española, Ciudadanos se ha estancado. El partido de Rivera se ha convertido en la cariátide que sostiene la estructura del Partido Popular, amenazada de muerte desde la debacle del 28 de abril.
Rivera prometía cambio, sobre todo tras el 26 de mayo, cuando el sorpasso que preveían en Madrid quedaba neutralizado. Pero el cambio no pasa por una permuta en los gobiernos, pues en lugares como Madrid y Castilla y León seguirá bajo el influjo del PP. “El cambio es que nosotros entramos” en las administraciones, como en Andalucía. Así justifican en Ciudadanos el uso del “cambio”.
Asumir a la ultraderecha
El apoyo de Ciudadanos al Partido Popular es un gesto de pleitesía y de sostén en lugar de una intentona por regenerar. Por supuesto, plegarse al PP supone también asumir los coqueteos furtivos con la ultraderecha, tal y como ocurrió en Madrid y Murcia en la sesión constitutiva de sus respectivas cámaras.
Otro problema para Ciudadanos. Su cerrazón a Sánchez y su extraña relación con Vox le han granjeado la desconfianza de su principal socio europeo, Emmanuel Macron. El primer ministro francés ya ha mostrado su recelo hacia la formación naranja, desaprobando los posibles acuerdos a los que lleguen ambas formaciones.
Macron se ha cuidado de hacer de parapeto ante la extrema derecha en su país y en Europa, contagiando a varios países del Viejo Continente a imponer un cordón sanitario al renovado ultraconservadurismo que, pese a ello, cada vez se ve con más fuerza. Un discurso que no casaría con el de Rivera, por mucho que se empeñe en reiterar que no recibe apoyos de Vox.