“Soy tauro, un miura. Para intrigas palaciegas no sirvo. No tengo esa inteligencia. Pero si hay que investir, te paso por encima”. A pesar de la mística y aura zen que rodea a Macarena Olona durante la primera jornada del Camino de Santiago, la excandidata de Vox en la elecciones de Andalucía despierta ese gen combativo cuando, con cierta nostalgia, recuerda algunas anécdotas de su paso por el Congreso de los Diputados.

El pasado 22 de agosto, Olona sorprendió al anunciar en redes sociales que quería hacer el sagrado recorrido que desemboca en el Campo de las Estrellas. La revelación la tuvo en Panamá, donde viajó para despedir a su padre fallecido. Un mes después de dejar la política “por motivos de salud”, Olona ha iniciado “completamente curada” un viaje de 127 kilómetros a pie junto a periodistas, familiares, simpatizantes y curiosos. En la antigüedad, los alquimistas llamaban Camino de Santiago a la búsqueda de la piedra filosofal. Entre vacas frisonas, terneros, hórreos, hortigas, ampollas, rozaduras, ‘moñigas’, sufrimiento, risas y Estrella Galicia, Olona trata de indagar cuál es la suya.

Resultó muy extraño verla desembocar en Andalucía. Peleó con dignidad pero fracasó. Personas muy cercanas a Vox reconocen que a Macarena “la purgaron”. Que era un elemento molesto. Incordiaba. Y así, una de las figuras mas relevantes del partido acabó siendo portavoz de un partido minoritario de un parlamento regional. De tumbar estados de alarma a ser una testigo más de la Morenocracia andaluza. De una posible ministra en un hipotético gobierno de coalición con el PP a la marginación. Un estrecho colaborador reconoce estar “muy enfadado” con la cúpula del partido. “Hay un grupo de cuatro personas que controlan todo el partido y ella ha sido un mero títere. Se ha sentido utilizada y ha sido traicionada. La han mandado al degolladero”, argumenta uno de sus peregrinos. La reflexión de haber sido abandonada en Vox es habitual entre los suyos. Ella no lo reconoce ni jamás lo hará. Se dice “leal” a Santiago Abascal y a “España”. Pero la política es el arte de clavar cuchillos a tus propios compañeros. Y la espalda de Olona esconde estigmas imperceptibles a la luz del sol.

Macarena asegura que este viaje “no es política”. Pero su decisión ha puesto nervioso a Vox. Y, sin necesidad de entrar en el debate aristotélico de qué es política, su Camino de Santiago sí lo es. Y sus decisiones, a partir de ahora, a pesar de estar fuera de un partido, van a traer consecuencias. Tampoco reconoce que quiera volver a la política pero sí dice que ha rechazado “ofertas generosas” de organismos privados que requieren sus servicios como jurista. Y cuando habla del servicio público su mirada la delata. Si Macarena dice que quiere volver a Vox, malo para muchos de sus excamaradas. Y si dice que quiere emprender un camino en solitario, peor. Pero a la política, antes o después, vuelve. Y ella lo sabe.

El apostol Santiago fue decapitado por Herodes al volver a Jerusalén tras predicar en el norte de Hispania la palabra de Dios. El cadáver fue robado por sus discípulos y fue traído de vuelta a la tierra en la que evangelizó. Vox decapitó a Olona y, resucitada, sus discípulos la arropan en su nueva búsqueda. “El tiempo pondrá a cada uno en su sitio, incluida a mí”, repite en varias ocasiones. Queda claro, ¿no?