Recuerdo que el día que se celebraron las primarias del Partido Popular un familiar me preguntó por el resultado. "Ha ganado José María Aznar", le respondí. Este 29 de octubre, Pablo Casado cumple sus 100 primeros días como presidente del PP y es hora de hacer balance. Acerté, pero no hice pleno. Con Casado no solo ha regresado la figura de Aznar, sino que además, lo ha hecho en su formato más duro, más brusco. Más Aznar que nunca.

Tras derrotar a Soraya Sánez de Santamaría y reestructurar el PP a su imagen y semejanza (salpicados por corrupción, delitos medioambientales y sobresueldos incluidos), dos frentes se abrían ante Casado. Uno, judicial, otro, político. La sombra de la imputación por su máster planeaba desde antes de las primarias. Finalmente, el Supremo optó por archivar la causa aunque admitió indicios de "trato de favor".

El frente político tenía que ver con su rival en la derecha del tablero político: Albert Rivera. Ambos son morenos, hombres, blancos, de derechas, españoles y "muy españoles". He aquí su segundo reto: presentar un proyecto político para recuperar el electorado fugado a Ciudadanos y diferenciarse de su gemelo.

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La estrategia seguida por el líder de los populares ha sumido a la derecha española en una escalada retórica por ver quién es más radical. Y el punto neurálgico de sus incendiarios discursos es Cataluña.

No hay intervención en la que Casado no exija un 155 duro y cuasi permanente. Ha propuesta incluso la ilegalización de los partidos independentistas. Su bilis le ha llevado a acusar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de golpista. En su primera intervención desde el estrado en el Congreso de los Diputados obvió los puntos del día y enfangó el debate. Todos los grupos parlamentarios le reprocharon su actitud. Máxime cuando tildó a Sánchez de "partícipe y responsable" del golpe de Estado que, a su juicio, se está perpetrando en España.
¿El resultado? El PSOE ha roto relaciones con Casado, quien se ha llevado hasta la advertencia de un curtido en mil batallas como el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Además, según el CIS, la opinión pública considera a Casado el pirómano del debate político, ya que le señalan como el responsable de la crispación.

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La pregunta es: ¿Y todo esto para qué? ¿Funciona? A priori, no. La última encuesta del CIS sitúa al Partido Popular como tercera fuerza política por detrás de Ciudadanos y Casado es el líder nacional peor valorado. Los populares desacreditan estos resultados, que califican de "basura demoscópica".

Las fracturas del PP

Y si hay quien piensa que su discurso ha servido para, al menos, ganarse a los suyos... Tampoco. Sus allegados le son fieles, pero el Partido Popular comienza a mostrar fisuras. Sus filas, habitualmente férreas, empiezan a mostrar fracturas por las dudas que les genera la estrategia de Pablo Casado. En una semana coincidieron las inefables declaraciones de Casado sobre el descubrimiento del “nuevo mundo”, la polémica protagonizada por Isabel García Tejerina sobre la Educación de los niños y niñas andaluces y la ridícula intervención en la sesión de control de Dolors Monserrat. Cada gota fue llenando el vaso y ya hay quien advierte que se puede colmar.

Dirigentes populares y mandos intermedios desconfían de la táctica diseñada por el nuevo presidente del partido. Critican que reciben demasiados argumentarios a lo largo del día (entre 8 y 9), así como las declaraciones de Casado; pero no directrices políticas. Según estos integrantes de la formación, falta argumentario más allá de la postura sobre la unidad de España y la crítica a la “subida de impuestos” incluida en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) pactados entre el Gobierno y Podemos. El problema se agrava cuando las otras ofensivas en los discursos se vuelven en contra, como ha ocurrido con las críticas al PSOE Andaluz, al que acusaba de gastarse el dinero en lupanares.

A este desencanto habría que sumarle la polémica en la que cada dirigente del PP queda envuelto cada vez que un alto mando de Casado provoca una subida del pan por sus declaraciones. Fue el caso de Tejerina. Sus declaraciones sobre la Educación en Andalucía provocaron hasta la crítica del candidato del PP a la Junta: “No compartimos las palabras de Isabel García Tejerina. Los niños y profesores andaluces son de diez, solo les falta un Gobierno a su altura”, escribió Juanma Moreno en su Twitter.

A este respecto, según informaba Pablo Montesinos, un veterano parlamentario del PP afirmó que “tenemos que pensar un poco más las cosas. No por ser los más rápidos y los más contundentes vamos a ser los mejores”. Lo mismo ocurrió con la performance de Dolors Monserrat en la que habló de todo y a la vez de nada. Un discurso marcado por el sinsentido que forzaron las explicaciones de sus colaboradores: “Un día malo lo tiene cualquiera”.

Con todo y con eso, las críticas son calculadas. Nadie habla de ello en público. En declaraciones a ElPlural.com, el PP niega que exista tal división: “¿Fractura? Nada de eso”.

Y con este escenario como telón de fondo, las elecciones andaluzas están ya a la vuelta de la esquina. El PP ha empezado con mal pie con las discrepancias entre el candidato y Tejerina. Sin embargo, Casado sí que tiene un plan para estos comicios -aunque se trate de una hoja de ruta copiada de su predecesor, Mariano Rajoy-. Al igual que éste último hizo con Alberto Núñez Feijóo, Casado se volcará en Andalucía con una campaña en paralelo a la de Juanma Moreno. ¿El problema? Que en esta región el PP no tiene el tirón que sí tiene en Galicia. Entretanto, barones como Pío García Escudero insisten en que se designe ya un candidatos, en este caso, para Madrid. Pero desde la dirección señalan que la prioridad de momento son las andaluzas y el nombre deberá esperar.