La investidura de Mariano Rajoy ha dejado como principal imagen el enfrentamiento interno del PSOE y los reproches cruzados entre los socialistas y la izquierda de la Cámara, a veces con discursos tan duros como el de Gabriel Rufián. Rajoy, como tantas otras veces, se colocaba fuera de foco a pesar de que era el protagonista de la jornada y asistía complacido a la escena de las hostilidades entre sus rivales políticos. Este lunes el comité de dirección del PP se reunía en Génova 13 para mostrar su apoyo incondicional al nuevo Ejecutivo y todo eran sonrisas y felicitaciones al líder del partido. En paralelo, el CIS difundía sus últimos datos en los que la proyección electoral del PP sale reforzada.

Hace apenas un mes, cuando se iniciaba el juicio por el caso Gürtel o el de las ‘tarjetas black’, pocos podían imaginar un escenario tan plácido para un presidente al que le había costado hasta llegar a un acuerdo con un partido tan predispuesto como Ciudadanos. Lejos quedaban las inquietudes de dirigentes populares de peso ante el bloqueo de las negociaciones que aún así no se atrevieron a abrir un debate público sobre ello, y ahora el presidente vuelve a aparecer entre los suyos como el aquel que solo tiene que sentarse a esperar que caiga la fruta madura. El encargado de gestionar en el PSOE el cáliz de la abstención y el ‘marrón’ de la fractura interna, Javier Fernández, alertaba recientemente con pesadumbre ante su grupo parlamentario de la solidez de la derecha: “Reconozcámoslo, [el PP] es un partido correoso, un partido muy roqueño, que ahora mismo en un contexto de hegemonía política de la izquierda, ha conseguido ser por dos veces la fuerza más votada, y lo ha conseguido apelando a la división de la izquierda y al miedo a la radicalización de esa izquierda”. Más optimistas, desde Unidos Podemos vaticinan una legislatura corta y la presentan en términos de “epílogo” para Rajoy y los populares.

Reflexiones desde la Fundación Alternativas
La politóloga Berta Barbet, subdirectora del Laboratorio de Fundación Alternativas, apunta a ELPLURAL.COM en primer lugar que a pesar de la reedición del Gobierno el PP debería afrontar debates internos por su pérdida de apoyo electoral y unos últimos resultados objetivamente preocupantes con el rasero de sus cifras habituales. Tras el leve repunte del 26J respecto al 20D, los populares seguían perdiendo en las últimas generales casi tres millones de votos en comparación con las de 2011. “El PP viene de una legislatura durísima, los resultados electorales fueron malos, pierden poder electoral, pero al final van tirando. Se producen así menos justificaciones e incentivos para abrir debates que están ahí soterrados y saldrán tarde o temprano”, advierte.

Barbet no cree que las diferencias de cohesión interna sean tanto entre izquierda o derecha sino entre estructuras de partido y también el ‘estatus’ de poder en el momento: “Los partidos tienden a fragmentarse en la oposición y a aglutinarse en el Gobierno, cuando se está en el poder crecen los incentivos para no moverse”. En cuanto a los procesos internos de elección de sus líderes, considera que “siempre va a existir oposición interna, la clave está en cómo se va a articular”. Mientras que “en un proceso de primarias se produce un choque de legitimidades y más tensión pública” en el PP las transiciones son más tranquilas con “procesos internos que no han sido en abierto”.

En cualquier caso, en la ‘roca’ popular se aprecian algunas grietas o incertidumbres visibles, algunas incipientes y otras que se llevan arrastrando desde hace tiempo y no se han cerrado adecuadamente.